Arminio, caudillo germano

Alrededor del año 10 a.C., los pueblos germánicos ocupaban las zonas fronterizas del Imperio romano, al este del Rin y al norte del Danubio, y se veían obligados a pagar un tributo al emperador Augusto (63 a.C-14 d.C.). Estos pagos en forma de oro y plata comenzaron a originar un cierto malestar entre los germanos, por lo que Augusto decidió enviar a uno de sus generales, Publio Quintilio Varo, para que mantuviera la paz en la región. Así, Varo fue nombrado jefe del ejército romano en Germania, al mando de cinco legiones.

Varo había sido gobernador de Siria y estaba casado con una sobrina-nieta de Augusto. Los lazos familiares y el hecho de que en Siria no se hubiera producido ningún levantamiento contra Roma llevaron a Augusto a depositar en él toda su confianza.

Pero un combativo germano llamado Arminio, líder de la tribu de los queruscos, se encargaría de demostrar que la belicosa Germania no era como la acomodaticia Siria, y aceptó el desafío de Roma. Arminio conocía perfectamente a sus adversarios, ya que él mismo tenía la ciudadanía romana. De hecho, su propio hermano se había integrado de tal forma en la sociedad romana que, renegando de sus orígenes, había adoptado el nombre de Flavio y combatía por las armas al pueblo germano.

El futuro cabecilla teutón, indignado por la insaciable codicia romana, se propuso derrotar a las tropas de Varo, creando un movimiento de resistencia secreto hasta formar un auténtico ejército, integrado en buena parte por guerreros germanos que habían formado, en uno u otro momento, parte de las legiones romanas, por lo que, además de conocer perfectamente al enemigo, contaban con una excelente formación militar.