La conquista de ay

Pero no sólo los habitantes de Jericó serían masacrados por los israelitas. La misma escena se repetiría más tarde en la ciudad de Ay, situada en un paraje en ruinas que hoy recibe el nombre de Et-Tell.

Obedeciendo órdenes de Yahvé, Josué envió por la noche treinta mil guerreros para que se apostasen a espaldas de la ciudad. Cuando llegó el día, los israelitas avanzaron de frente hacia la ciudad pero, en cuanto reaccionaron los defensores, los israelitas simularon huir hacia el desierto, lo que hizo que, no sólo los guerreros, sino buena parte de los habitantes de Ay, salieran en su persecución.

En cuanto Ay quedó desguarnecida, los treinta mil guerreros entraron en la ciudad indefensa y la incendiaron. La visión de la humareda hizo que los hombres de Ay abandonasen la persecución y regresasen a toda prisa. En ese momento, los israelitas que simulaban huir se volvieron contra sus perseguidores, a la vez que los treinta mil guerreros salían de la ciudad incendiada para trabar combate con los de Ay.

El texto bíblico no deja lugar a duda del carácter exterminador que tuvo el encuentro: «Cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Ay en el campo y en el desierto, hasta donde habían salido en su persecución, y todos ellos cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, todo Israel volvió a Ay y pasó a su población a filo de espada. El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue 12.000, todos los habitantes de Ay» (Jos 8: 24-25).

Al rey de Ay lo apresaron vivo, pero tampoco hubo piedad con él: «Al rey de Ay lo colgó de un árbol hasta la tarde; y a la puesta del sol ordenó Josué que bajaran el cadáver del árbol. Lo echaron luego a la entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy» (Jos 8: 29).

A continuación, Josué conquistó las ciudades de Maquedá, Libná, Laquis, Eglón, Hebrón y Debir. En todas ellas, al igual que en Jericó o Ay, la totalidad de sus habitantes fue pasada a cuchillo: «Todo lo que tenía vida lo exterminó, como Jehová, Dios de Israel, se lo había mandado» (Jos 10:40). Después de que los israelitas venciesen al rey de Jasor, Yabín, se completó la conquista de la tierra prometida.

El relato de esas sucesivas matanzas, contenido en la Biblia, no tiene una base histórica cierta. Algunos investigadores bíblicos, utilizando las genealogías, fijan la fecha del Éxodo en el decimosexto o el decimoquinto siglo a.C.; sin embargo, los asentamientos más tempranos conocidos de los israelitas no aparecen hasta alrededor del 1230 a.C., después de que los muros de Jericó fueran destruidos. Pero, no obstante, el relato de las Escrituras es significativo, pues denota que el exterminar a toda la población de una ciudad era ya entonces una práctica habitual.