Me contó que, hacia el interior, tierras adentro y camino del Norte, había descubierto una antiquísima ciudad en ruinas, que seguramente debía ser Ofir, la famosa Ofir de la Biblia.
Las minas del rey Salomón.
Salomón (Shelomoh en original), hijo de David y Betsabé, inició su reinado alrededor del 970 a.C. a la edad de aproximadamente veinte años. Su padre le puso este nombre por ser una derivación de la palabra hebrea shalom (paz) y también porque su reinado, a diferencia del suyo que había sido muy tormentoso, sería presidido por la paz. Tras la muerte de su rebelde hermano Absalón, que inició una revuelta para ocupar el trono en Jerusalén, su también hermano Adonías in tentó dar un golpe en palacio, pero la guardia de David y el profeta Natán frenaron el intento y confirmaron a Salomón en el trono de Is rael.
La primera decisión que tomó Salomón cuando asumió su puesto como rey fue la ejecución de Adonías y de su instigador, el general Joab. A partir de ese momento comienza el reinado de un hombre que pasará a la Historia no solo por sus enormes riquezas, sino también por su sabiduría. Salomón, tiempo atrás, había implorado a Dios que le concediera sabiduría para la administración de la justicia —en ese entonces una de las responsabilidades del rey— y Dios se la con cedió7. El famoso veredicto sobre las dos mujeres que afirmaban que un niño era suyo y narrado en la Biblia en el primer libro de Reyes y segundo libro de Crónicas, solo hizo aumentar su ya enorme reputación en ese sentido.
Pero Salomón también fue un gran estadista. Su diplomacia con las naciones y las relaciones con las mismas fue su principal objetivo. A pesar de ello, mantuvo un poderoso ejército reclutado —dividido en 12 divisiones repartidas por el país— consistente en 1 400 carros de guerra tirados por caballos especiales, traídos desde Egipto y lo que hoy es Turquía, junto a 12 000 jinetes escogidos a los que acantonó en ciudades fortaleza en lo que hoy es el sur del Líbano para mantener su reino en paz. Salvo breves incursiones fronterizas, que estaban muy lejos de las grandes campañas impulsadas por su padre, su ejército nunca estuvo seriamente comprometido. Las ciudades militares de Meguido8, Gezer y Hazor, acompañadas de una impresionante base logística, han sido descubiertas, y mucho del trabajo arqueológico emprendido en las mismas aún no ha concluido.
Igualmente levantó palacios y sobre todo recuperó el culto a Dios con la construcción del primer templo en la que destacó su oración de dedicación. La construcción se inició en el cuarto año de su reinado y 70 000 canteros-obreros tardaron siete años completos en terminarlo en la explanada del monte Morlah, inspirándose en el tabernáculo, aunque su dimensión final fue el doble del tamaño de este. Los muros del interior estaban revestidos con cedro y el suelo estaba laminado con pino. La madera había venido desde el Líbano flotando junto a la costa. Todo el interior del templo fue recubierto de oro y durante su edificación se usó piedra ya cortada a medida para ser ensamblada de manera que nunca se oyó el ruido de un martillo, ni cincel, ni instrumento alguno de hierro en el lugar de su montaje final. El templo estaba rodeado de ventanas, salvo el lugar santísimo que permanecía completamente a oscuras.
El interés de Salomón por las letras y las ciencias también fue enorme, al igual que su pasión desenfrenada por las mujeres (su harén disponía de algo más de mil), siendo el autor de varios salmos de la Biblia, 3 000 proverbios y también se le atribuye el libro de Eclesiastés y 5 000 cantares.
Salomón reinó cuarenta años en el trono de su padre David y los descubrimientos arqueológicos han demostrado que mucha de su magnificencia descrita en la Biblia se corresponde con la realidad, incluyendo sus famosas minas, si bien estas eran de cobre, situadas en las cercanías del puerto de Ezión-Geber.
Posiblemente después de los juicios del rey, la visita de la reina de Saba sea uno de los pasajes más popularmente conocidos sobre su vida, pero ¿existió la reina de Saba?. Según el primer libro de Reyes la reina había oído sobre la fama de Salomón y vino a comprobar por ella misma si esto era cierto. No llegó con las manos vacías, ya que le acompañaba un buen número de sirvientes y camellos que traían perfumes y una gran cantidad de oro y piedras preciosas. Esto hizo aumentar la magnificencia de la corte de Salomón y el resultado fue, junto a otros motivos, que su trono y mesa estaban rodeados del lujo y la exquisitez. Los mercaderes que atravesaban su tierra tenían gran cantidad de productos y todos ellos pagaban impuestos.
Salomón estuvo a la altura de la fama de su sabiduría y supo dar respuesta a las incógnitas planteadas por ella. Además, la casa del rey, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus consejeros y sus vestidos la dejaron sin aliento. Entonces la reina dijo:
Cierto es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu sabiduría. Que el Señor tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Dios ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia.
Las apreciaciones de la reina de Saba no estaban equivocadas, ni en cuanto a la sabiduría del monarca ni a la riqueza del mismo, ya que el reino de Salomón, sobre todo en su parte final9, vivió su máximo esplendor gracias a la expansión comercial impulsada por el propio rey (1º Reyes 10:14-29 y 2º Crónicas 9:13-27) para traer las mercancías en caravanas o barcos desde lugares tan lejanos como India, y más cercanos como Egipto, Asiria y Babilonia, junto a la enigmática tierra de Ofir.
El encuentro con la reina, más allá de los textos bíblicos, es recogido en otras tradiciones con narraciones que van desde lo erótico hasta lo político. De lo que no hay duda es de que en los últimos años se ha podido precisar, gracias otra vez a la arqueología, que Saba estaba situada en la actual Yemen, al sur de Arabia, y que el tráfico de especias como la mirra y el incienso, entregadas como presente a Salomón, eran la columna vertebral de las importaciones del país. Es probable que la reina, de la que algunos ponen en duda su existencia10, fuera en realidad regente de las colonias sabeas establecidas en Arabia y quisiera compartir los beneficios comerciales de la flota situada en el Mar Rojo pudiendo ser este el verdadero motivo de su visita a Jerusalén.
La existencia de Ofir, riquísima en oro, es contada en nueve ocasiones en el Antiguo Testamento. El mismo rey David, después de reunir a sus principales consejeros y anunciarles que había elegido a Salomón como su sucesor, les recordó que le dejaba para la construcción del templo toda clase de piedras preciosas, mármol en abundancia y un tesoro de 3 000 talentos de oro de Ofir. Salomón hizo construir naves en Ezión-Geber (conocida como la flota real de Hiram junto a la ribera del Mar Rojo cerca de Ácaba) con diestras tripulaciones de marineros, para que fueran a Ofir y trajeran de allí más oro, madera de sándalo y piedras preciosas (durante el reinado de Salomón se ha estimado un volumen de tráfico total de 22 000 kilos de oro anuales). El rey Josafat también construyó naves con el mismo propósito, si bien estas fueron destruidas por una tormenta. Pero para el mundo antiguo ¿dónde estaba esta rica y enigmática tierra?
De todas las opciones, la más plausible es situarla en la región aurífera de la costa occidental de Arabia. Según la narración del Génesis sus pobladores descendían de Cus y hoy sabemos que la palabra Saba es una variedad de los términos Seba y Sheba. Los asirios también la situaban en el noroeste de Arabia. El historiador judío Flavio Josefo en su libro Antigüedades la identificó con la isla Menroé (entre el Nilo y su afluente Atbara). Otros la situaron en un lugar intermedio entre Egipto, Etiopía y Somalia (también llamado el cuerno de África). De hecho, los etíopes están convencidos de que la reina de Saba era uno de sus antepasados ya que, junto al oro entregado a Salomón, también se añadió un presente de marfil, pavos y monos reales. En la tradición de este país se afirma que la reina, de nombre Makheda, regresó embarazada de Salomón y que dio a luz, en lo que hoy es Eritrea, a su hijo Menelik, estableciéndose desde entonces un fuerte vínculo entre ambos países (la religión ortodoxa tiene actualmente una fuerte implantación junto al judaísmo) y que incluso este llegó a visitar a Salomón. En la región montañosa de Etiopía abundan las minas, incluyendo el oro, y no es descartable que los ricos presentes llevados a Israel fueran extraídos de allí.
El misterio sobre Ofir permaneció olvidado durante siglos hasta que la llegada de los primeros barcos portugueses a finales del siglo XIV11, que recorrían la costa del océano Índico al doblar el cabo de Buena Esperanza, hablaron por primera vez de los rumores de la existencia de un misterioso lugar en el interior del África Austral, con grandes murallas de piedras que escondía un fabuloso tesoro. Tendrían que pasar dos siglos más para que la leyenda volviera a recuperarse gracias a la actividad de árabes y portugueses con las minas de oro, marfil y el tráfico de esclavos, quienes afirmaban que una civilización perdida, asentada a muy pocos kilómetros de la actual ciudad de Masvingo, escondía una gran riqueza.
Las ruinas de esta ciudad, en la actual Zimbabwe, formaban parte de una gran muralla de 228 metros de circunferencia, nueve metros de alto y cuatro de espesor, construida con piedra seca de granito y un conjunto de edificios, también de piedras, que en un principio se pensó que podrían formar parte de una civilización perdida. La arqueología ha demostrado que tienen una antigüedad superior a los quinientos o mil años y que sus constructores eran nativos africanos que en un determinado momento la abandonaron por causas desconocidas. El descubrimiento de varias piezas de oro contribuyó aún más a la leyenda y se especuló con la posibilidad de que los tesoros que el rey bíblico Salomón había entregado a la reina de Saba, o bien los que ella llevó al rey, permanecían allí ocultos o en las inmediaciones12.
Exploradores, comerciantes, misioneros y cazadores dieron autenticidad a la historia al poner desde la década de los años sesenta del siglo XIX a todo el territorio en el punto de mira de los blancos, especialmente, como veremos más adelante, de acérrimos defensores del imperialismo británico. Las excavaciones, efectuadas desde 1905 en las propias ruinas y los alrededores, han descubierto que los primeros pobladores fueron un linaje de reyes shona, entre ellos Nyatsimba Mutota, cuya obra de expansión la continuó su hijo Matope Nyanhewe, desmintiendo con ello la leyenda de que la ciudad había sido construida por hombres de raza blanca (una visión muy común de finales del siglo XIX cuando el civilizado hombre blanco consideraba al hombre negro un ser inferior, incapaz por sí mismo de construir tales edificaciones).
Fantasías aparte, lo que nadie pone en duda es que a partir de 1490 ocurrió algo que provocó el desmoronamiento del reino y su éxodo a lo que hoy se conoce como la zona de Monte Darwin, incluyendo a todos los habitantes de la ciudad de piedra (entre 18 000 y 30 000 almas). Las hipótesis planteadas de porque la ciudad de piedra fue abandonada van desde la presión ejercida por otra tribu hostil, una plaga de la mosca tsé-tsé que diezmara sus ganados y de ahí la necesidad de construir grandes recintos altos amurallados, un cambio de clima que provocara una gran hambruna, hasta la más plausible de todas, el agotamiento de los recursos naturales. Los poblados bantúes se asentaban en cada lugar una media de aproximadamente una docena de años y después lo abandonaban por estar esquilmado, permitiendo con ello su posterior recuperación. Un cambio en el concepto de vida de los últimos siglos, que abandonaba el pastoreo parcialmente trashumante, terminó quizá por dejarles sin recursos.
Con los años la creencia de que en sus restos seguía existiendo oro atrajo sin ningún control a los buscadores de tesoros, quienes hasta 1981 provocaron un gran deterioro en varias de las construcciones, desmoronándose varias torres parcialmente y de las que desde la independencia del país se estudia su recuperación.
Todavía hoy el misterio permanece en torno a si existió alguna vez un lugar concreto que pudiera identificarse como el lugar descrito en Las minas del rey Salomón en África, cuando la malvada hechicera de la novela llevó a los protagonistas a una gruta perdida, pero la arqueología moderna está convencida de que, de ser así, se trataría de la cueva descubierta entre Zimbabwe y el Transvaal, en la colina Mapungubwe, donde aparecieron 24 sepulturas cuyos esqueletos estaban llenos de oro, diamantes sin tallar, figuras de animales salvajes confeccionadas en láminas de oro, y para todavía añadir un nuevo y desconcertante factor más a este difícil y laberíntico puzzle, porcelana china de los siglos XI y XII. Sencillamente una historia fascinante a la que Haggard no pudo resistirse…. y nosotros tampoco.
7 Tras la visión que Salomón tuvo en Gabaón confesó a Dios su debilidad y por ello su petición fue atendida, siéndole prometida, además, riqueza y honra.
8 Esta fue la primera de las tres ciudades y había recibido este nombre por ser la que defendía el camino del paso de Meguido. Fue desenterrada en 1905 por el arqueólogo G. Schumacher en una extensión de 5,26 hectáreas. En 1925 el hijo de Rockefeller financió la segunda excavación y en 1934 tuvo lugar la tercera bajo la dirección de Gordon Laund. Los establos podían albergar hasta 450 caballos de guerra y estaban divididos en caballerizas para 24 ejemplares. Cada sección tenía un pesebre de piedra para el forraje o grano. En 1937 se desenterraron un total cercano a 400 objetos de marfil tallado. A finales del siglo XX nuevos trabajos sacaron a la luz mucha de la vida de los hombres que cuidaban a estos animales y sus propias viviendas.
9 Poco se sabe acerca del final de su vida, pero su codicia y estilo de vida, como recoge la Biblia, terminó desencantando a su pueblo. Su mayor drama fue que, aparte de su caída moral e idólatra, su sabiduría no le permitió dominarse a sí mismo y su apostasía fue el inicio de la división del reino de Israel.
10 Los que por el contrario defienden su existencia afirman que esto es debido a un cierto desfase cronológico y afirman, como Josefo, que la reina era en realidad soberana de Etiopía y Egipto, pudiendo ser su verdadero nombre Hatshepsut.
11 En 1502 Lourenço Marques fundó una factoría que terminaría siendo el embrión de la futura ciudad que llevaría su nombre.
12 En cierto modo no estaban equivocados, ya que en el distrito donde se encuentran estas ruinas al menos hay cinco minas en activo de las cuales dos son de oro en la meseta cercana.