Introducción

Estamos tan apegados a la Tierra que a veces olvidamos lo bella que es. Visto desde el espacio, nuestro planeta azul está extraordinariamente vivo: un paraíso viviente suspendido en un universo vasto y hostil. En el primer viaje a la Luna, los astronautas quedaron impresionados al contemplar la Tierra elevarse sobre el desolado horizonte lunar. Sabemos que en la Luna no hay ni árboles, ni ríos, ni pájaros. Aún no se ha descubierto un planeta que albergue vida tal como la conocemos. Se ha escrito que los astronautas que orbitan en las estaciones espaciales pasan la mayor parte de su tiempo libre contemplando la impresionante vista de la Tierra en la distancia. De lejos parece un gigantesco ser vivo, un organismo que respira. Contemplando el milagro de su belleza, los astronautas sienten un gran amor hacia la Tierra. Saben que miles de millones de personas desarrollan sus vidas en ese pequeño planeta, con todas sus alegrías, su felicidad y su sufrimiento. Ven la violencia, las guerras, las hambrunas y la destrucción del medio ambiente. Al mismo tiempo, ven claramente que este maravilloso pequeño planea azul, tan frágil y preciado, es irreemplazable. En palabras de un astronauta: «Fuimos a la Luna como especialistas técnicos; regresamos como personal humanitario».

La ciencia es la búsqueda de la comprensión; es lo que nos ayuda a comprender lejanas estrellas y galaxias, nuestro lugar en el cosmos, la estructura profunda de la materia, las células vivas y nuestro propio cuerpo. La ciencia, al igual que la filosofía, se encarga de entender la naturaleza de la existencia y el significado de la vida.

La espiritualidad es también un área de investigación y estudio. Queremos comprendernos a nosotros mismos, comprender el mundo que nos rodea y el sentido de vivir sobre este planeta. Queremos descubrir quiénes somos realmente y comprender nuestro sufrimiento. Comprender el sufrimiento genera aceptación y amor, y esto es lo que define la calidad de nuestra vida. Todos necesitamos ser comprendidos y amados, y todos queremos comprender y amar.

Espiritualidad no es sinónimo de religión. La espiritualidad es un camino para generar felicidad, comprensión y amor a fin de que podamos vivir profundamente cada instante de vida. Que nuestras vidas posean una dimensión espiritual no supone huir de la vida o habitar un lugar de dicha alejado del mundo, sino descubrir maneras de lidiar con las dificultades de la vida y generar paz, alegría y felicidad exactamente en el lugar en el que nos encontramos: sobre este hermoso planeta.

El espíritu de la práctica de la plena conciencia, la concentración y la visión profunda en el budismo está muy cerca del espíritu científico. No empleamos instrumental sofisticado, sino la claridad de nuestra mente y la calma con el objetivo de observar profundamente e investigar la realidad por nosotros mismos con apertura y sin discriminación. Queremos saber de dónde venimos y a dónde vamos. Y, por encima de todo, queremos ser felices. La humanidad ha dado numerosos artistas de talento, músicos y arquitectos, pero ¿cuántos han dominado el arte de crear un instante feliz para uno mismo y para los que nos rodean?

Al igual que todas las demás especies sobre la Tierra, buscamos incesantemente las condiciones ideales que nos permitan vivir al máximo de nuestras capacidades. Queremos hacer algo más que sobrevivir, queremos vivir. Pero ¿qué significa estar vivo? ¿Qué significa morir? ¿Qué ocurre cuando morimos? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Existe la reencarnación? ¿Volveremos a ver a los seres amados? ¿Tenemos un alma que irá al paraíso, al nirvana, a Dios? Estas son preguntas que todo ser humano se plantea. A veces se expresan en palabras; otras veces no son pronunciadas nunca, pero siguen estando presentes y nos turban cada vez que nos ponemos a pensar sobre la vida, sobre las personas que amamos, sobre nuestros padres enfermos o envejecidos, sobre aquellos que ya murieron.

¿Cómo podemos empezar a dar una respuesta a estas preguntas sobre la vida y la muerte? Una buena respuesta, la respuesta correcta, debería basarse en evidencias. No es una cuestión de fe o creencias, sino de honda investigación. Meditar es observar profundamente y ver cosas que otros no pueden ver, incluso las nociones erróneas que subyacen en la base de nuestro sufrimiento. Cuando somos capaces de liberarnos de esas nociones erróneas, podemos dominar el arte de vivir felices en paz y libertad.

La primera noción errónea de la que debemos liberarnos es que seamos seres separados, sin conexión alguna con el resto del mundo. Tenemos tendencia a creer que poseemos un yo separado que nace en cierto instante y que debe morir en otro, y que es permanente durante toda la duración de nuestra existencia. Mientras alberguemos esta errónea noción, sufriremos, haremos sufrir a los que nos rodean y causaremos daño a otras especies y a nuestro hermoso planeta. La segunda noción errónea que muchos de nosotros defendemos es que seamos únicamente este cuerpo, y que al morir dejemos de existir. Esta errónea noción nos impide ver todas las formas por las que estamos conectados con el mundo que nos rodea, todas las formas en las que continuamos tras nuestra muerte. La tercera noción errónea que muchos sostenemos es la idea de que aquello que buscamos —la felicidad, el paraíso, el amor— solo puede ser hallado en el futuro distante y fuera de nosotros. Podemos pasarnos la vida persiguiendo y anhelando el objeto de nuestra búsqueda, sin darnos cuenta de que es posible encontrarlo en nuestro interior justo en el momento presente.

Existen tres prácticas fundamentales que nos ayudan a liberarnos de estas tres nociones erróneas: la concentración sobre el vacío, la concentración sobre la ausencia de signo y la concentración sobre la ausencia de objetivo. Se conocen como «las tres puertas de la liberación» y existen en todas las escuelas budistas. Estas tres concentraciones nos ofrecen una visión profunda sobre lo que significa estar vivo y lo que significa morir. Nos ayudan a transformar las sensaciones de pena, ansiedad, soledad y alienación. Tienen el poder de liberarnos de las nociones erróneas y, al hacerlo, nos permiten vivir plenamente, con hondura, y encarar la agonía y la muerte sin miedo, ira o desesperación.

También podemos explorar cuatro concentraciones adicionales sobre la impermanencia, la no-ansia, el soltar y el nirvana. Estas cuatro prácticas se encuentran en el Sutra de la plena conciencia de la respiración, un texto maravilloso del budismo temprano. La concentración sobre la impermanencia nos ayuda a liberarnos de la tendencia a vivir como si nosotros y los seres que amamos fuéramos a vivir por siempre. La concentración sobre la no-ansia es una oportunidad de tomarnos tiempo para sentarnos y descubrir en qué consiste la verdadera felicidad: descubrimos que ya disponemos de condiciones suficientes para ser felices aquí mismo, en el momento presente. Y la concentración sobre el soltar nos ayuda a liberarnos del sufrimiento, a transformar y dejar ir las sensaciones dolorosas. La contemplación profunda de todas estas concentraciones nos permite experimentar la paz y la libertad del nirvana.

Estas siete concentraciones son muy prácticas. Nos hacen despertar a la realidad. Nos ayudan a apreciar lo que ya tenemos para ser capaces de alcanzar una felicidad verdadera en el aquí y el ahora. Y nos ofrecen la visión profunda que necesitamos para valorar el tiempo del que disponemos, reconciliarnos con aquellos que amamos y transformar nuestro sufrimiento en amor y comprensión. Este es el arte de vivir.

Debemos emplear nuestra plena conciencia, concentración y visión profunda para comprender el significado de estar vivo y el de morir. Podemos denominar a los descubrimientos científicos y espirituales «visiones profundas», y a la práctica de nutrir y mantener esas visiones, «concentración».

En el siglo xxi, gracias a las visiones profundas de la ciencia y la espiritualidad, tenemos una oportunidad de vencer las causas primordiales del sufrimiento de los seres humanos. Si el siglo xx se caracterizó por el individualismo y el consumismo, el siglo xxi puede llegar a distinguirse por una profunda visión de la interconexión y por un empeño en explorar nuevas formas de solidaridad y fraternidad. Meditar sobre las siete concentraciones nos permite ver todo a la luz de la interdependencia, librándonos de las falsas nociones y rompiendo las barreras de una mente discriminatoria. La libertad que buscamos no es una libertad que pueda ser autodestructiva ni una libertad dañina para otras naciones o para el medio ambiente, sino una libertad que nos libera de la soledad, la ira, el odio, el miedo, el ansia y la desesperación.

La enseñanza de Buda es clara, eficaz y fácil de comprender. Nos abre una camino para vivir no solo en beneficio propio, sino en beneficio de todas las especies. El destino de este planeta está en nuestras manos. El budismo nos ofrece la expresión más clara de humanismo que hemos tenido jamás. Los que nos salvarán serán nuestra visión profunda y nuestros actos. Si despertamos a nuestra situación real, se dará un cambio colectivo de conciencia; entonces se hará posible la esperanza.

Vamos a investigar la forma en que estas siete concentraciones, profundas visiones sobre la realidad, pueden clarificar nuestra situación, nuestro sufrimiento. Si durante la lectura te sientes en un terreno desconocido, respira. Este libro es un viaje que emprendemos juntos, un paseo por el bosque disfrutando de las impresionantes maravillas de nuestro hermoso planeta. A veces vemos un árbol de bella corteza, una formación rocosa sorprendente o una capa de intenso musgo que se extiende más allá del sendero, y deseamos que nuestro compañero de caminata disfrute también de tanta belleza. En algún lugar del camino nos sentaremos y disfrutaremos juntos del almuerzo, y más adelante, en el viaje, beberemos de un claro manantial. A esto se parece este libro. A veces nos detendremos para descansar, para beber algo o tan solo para permanecer sentados, ambos ya en una calma absoluta.

Calma

En Plum Village (Francia), el centro de práctica de plena conciencia donde vivo, había una galería llamada Galería para Escuchar la Lluvia. La construimos expresamente para ese propósito, para poder sentarnos en ella y escuchar la lluvia sin tener que pensar en nada. Escuchar la lluvia puede ayudar a la mente a calmarse.

Es fácil hacer que la mente se calme. Solo necesitas centrar la atención en una única cosa. Mientras la mente esté escuchando la lluvia, no estará pensando en nada más. No necesitas intentar calmar la mente. Solo necesitas relajarte y seguir escuchando la lluvia. Cuanto más tiempo puedas hacerlo, más se calmará tu mente.

Sentarse así, en calma, nos permite ver las cosas tal como son en realidad. Cuando el cuerpo está relajado y la mente descansa, podemos ver con claridad. Nos volvemos tan tranquilos y claros como el agua en un lago de montaña, cuya superficie inmóvil refleja el cielo en lo alto, las nubes y los picos circundantes tal como son.

Mientras estemos inquietos y la mente se agite, no seremos capaces de ver la realidad con claridad. Seremos como el lago en un día de viento. Su superficie estará turbulenta, reflejando una imagen distorsionada del cielo. Pero en cuanto recuperemos la calma podremos contemplar profundamente y empezar a ver la verdad.

Práctica: el arte de respirar

La respiración consciente es una forma maravillosa de calmar el cuerpo y las sensaciones, de recuperar la calma y la paz. No es difícil respirar conscientemente. Cualquiera puede hacerlo, incluso los niños.

Cuando respiras conscientemente, armonizas completamente el cuerpo y la mente mientras te concentras en la maravilla que es respirar. Nuestra respiración es tan bella como la música.

Al inspirar, sabes que estás inspirando. Pones toda la atención en la inspiración. Mientras inspiras, hay paz y armonía en todo el cuerpo.

Al espirar, sabes que estás espirando. Mientras espiras aparece la calma, la relajación, el soltar. Permites que se relajen todos los músculos de los hombros y del rostro.

No necesitas forzarte a inspirar y espirar. No necesitas hacer esfuerzo alguno. No necesitas alterar la respiración, deja que ocurra de forma natural.

Al inspirar y espirar, imagina que alguien está tocando al violín una nota larguísima, moviendo el arco arriba y abajo de la cuerda. Esa nota suena sin interrupción alguna. Si fueras a dibujar una imagen que represente tu respiración, tendría la apariencia de un ocho, no de una línea recta, ya que hay una continuidad en el fluir de la respiración adentro y afuera. Tu respiración se convierte en la música.

Respirar así es plena conciencia, y mantener esa conciencia es concentración. Allá donde se da concentración se da visión profunda —un descubrimiento— que aporta mayor paz, comprensión, amor y alegría a tu vida.

Antes de seguir, disfrutemos de unos instantes para escuchar la música de nuestra respiración conjunta.

Inspirando, disfruto mi inspiración.

Espirando, disfruto mi espiración.

Inspirando, todo el cuerpo se armoniza con la inspiración.

Espirando, todo el cuerpo se calma con la espiración.

Inspirando, todo el cuerpo disfruta de la paz de la inspiración.

Espirando, todo el cuerpo disfruta la relajación de la espiración.

Inspirando, disfruto de la armonía de la inspiración.

Espirando, disfruto de la armonía de la espiración.