Prólogo

Asistí a una enseñanza de Thich Nhat Hanh por primera vez en 1959, en el templo Xa Loi de Saigón. Yo era una estudiante universitaria llena de interrogantes acerca de la vida y el budismo. Él, un joven monje, era ya un conocido poeta y un consumado erudito. Aquella primera conferencia me conmovió hondamente, nunca había escuchado a nadie hablar con tanta belleza y profundidad. Sus conocimientos, su sabiduría y su visión de un budismo totalmente práctico, con hondas raíces en las enseñanzas tradicionales y, sin embargo, adecuado a las necesidades de nuestro tiempo, me impresionaron profundamente. Para entonces, yo ya estaba implicada en desarrollar una labor social en los barrios más pobres, y soñaba con aliviar la pobreza y fomentar un cambio social. No todo el mundo me apoyaba en ese sueño. Pero Thay, el apelativo cariñoso con el que nos gusta llamar a Thich Nhat Hanh y que significa «maestro» en vietnamita, me dio muchos ánimos. Me dijo que estaba convencido de que cualquiera podría llegar al despertar si trabajaba en lo que realmente quería. Lo más importante, dijo, es ser uno mismo y vivir la vida propia de la forma más profunda y consciente posible. Supe que había encontrado al maestro que siempre busqué.

Durante los últimos cincuenta años, he tenido el privilegio de estudiar y trabajar con Thich Nhat Hanh organizando programas de trabajo social en Vietnam, liderando labores por la paz en París, rescatando en alta mar a los refugiados que huían en barcos de Vietnam y ayudándolo a fundar centros de práctica de plena conciencia en Europa, Estados Unidos y Asia. He sido testigo de la evolución y la profundización de las enseñanzas de Thay, de la forma en que las ha adaptado a las cambiantes necesidades y retos de nuestro tiempo. Thay siempre ha mostrado entusiasmo por dialogar con líderes de los ámbitos de la ciencia, la salud, la política, la educación, el mundo empresarial y la tecnología a fin de ahondar en su comprensión del estado actual del mundo y desarrollar prácticas de plena conciencia que sean adecuadas y efectivas. Hasta los ochenta y ocho años, hasta el mismo momento en que sufrió el ictus en noviembre de 2014, Thay siguió aportando nuevas y profundas visiones sobre las enseñanzas budistas fundamentales. A veces, al regresar de una meditación caminando, tomaba con gran placer el pincel y capturaba esas visiones en breves frases que caligrafiaba. En estas páginas se recogen muchas de esas frases.

Este extraordinario libro, editado por sus discípulos monásticos, captura la esencia de las charlas sobre el arte de vivir despiertos que dio durante los dos últimos años. En concreto, presenta las innovadoras enseñanzas que, bajo el título «¿Qué ocurre cuando morimos? ¿Qué ocurre cuando vivimos?» impartió en el retiro de veintiún días en junio de 2014 en el Centro Plum Village de Práctica de Plena Conciencia situado en Francia.

La manera en la que el propio Thay encarna verdaderamente sus enseñanzas aún me conmueve en lo más hondo. Es un maestro en el arte de vivir. Thay ama la vida y, a pesar de las muy adversas circunstancias a las que se ha enfrentado a lo largo de los años —la guerra, el exilio, la traición y una salud precaria—, nunca se ha rendido. Ha tomado refugio en su respiración y en las maravillas del momento presente. Thay es un superviviente. Ha sobrevivido gracias al amor de sus estudiantes y de su comunidad, y gracias al alimento que recibe de la meditación, de la respiración consciente y de los momentos de relax vividos caminando y descansando en la naturaleza. En tiempos de guerra y adversidades, así como en tiempos de paz y armonía, he sido testigo de la forma en que la sabiduría que encontrarás en estas páginas ha permitido a Thay abrazar las alegrías y las penas de la vida sin miedo, con compasión, fe y esperanza. Deseo a todos los lectores éxito en la aplicación en su vida diaria de las enseñanzas que aparecen en este libro, siguiendo las huellas de Thay, a fin de que puedan llevar sanación, amor y felicidad a sí mismos, a su propia familia y al mundo entero.

Hermana Chan Kong