
Fotografía cedida por Xavier Ferràs
Xavier Ferràs es ingeniero superior de Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) (1993), tiene un MBA por la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE) (2002) y un doctorado en Administración de Empresas por la Universidad de Barcelona (UB) (2009). Hasta 2012, fue director del centro de innovación empresarial de ACC1Ó (Agencia Catalana de Competitividad) y anteriormente, fue director de desarrollo empresarial y, además, jefe de innovación del Centro de Innovación y Desarrollo Empresarial (CIDEM), desde donde fue coordinador del primer Plan Estratégico de Innovación de la Generalitat de Catalunya (2001-2004). Actualmente, es decano de la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vic. También es cofundador y miembro del Consejo Asesor de la consultora Ignite Innovation y ha sido miembro de los órganos de gobierno o patronatos de diferentes instituciones vinculadas al mundo de la innovación y la tecnología. En cuanto a docencia, es profesor a tiempo parcial de Dirección de Operaciones e Innovación de ESADE y ha colaborado también con Deusto, con la Escuela de Alta Dirección y Administración (EADA), con la Escuela de Administración de Empresas (EAE), con la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), con la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y con el Instituto Químico de Sarrià (IQS) en el diseño y docencia de cursos de innovación, estrategia y gestión de la tecnología. En su perfil divulgador, opina habitualmente en su blog xavierferras.blogspot.com.es y ha sido autor o coautor de diferentes artículos y publicaciones sobre innovación y tecnología, entre ellas los libros Innovación 6.0: El fin de la estrategia, o Pasión por Innovar.
Twitter: @XavierFerras
Vivimos en un entorno acelerado por la tecnología. ¿Cómo ves el entorno de crecimiento exponencial global actual y futuro desde el punto de vista social, económico y tecnológico?
Creo que todo lo que está pasando a nivel social y económico está provocando una revolución sin precedentes y tiene un origen en el cambio tecnológico. Sin embargo, esto no es nuevo, siempre han sido así las cosas: la introducción de nuevas tecnologías habitualmente —o históricamente— ha provocado transformaciones sociales y económicas y ha cambiado los paradigmas previos. Por ejemplo, la agricultura, la rueda, la máquina de vapor o la producción en masa lo hicieron. Ahora estamos en un momento de digitalización masiva y creo que la irrupción de la tecnología digital es la causa de todo lo demás. Debido a esto, todos los campos de la ciencia y la tecnología están en expansión. Hoy hablamos de tecnologías exponenciales precisamente porque las prestaciones crecen de forma exponencial. La famosa ley de Moore,1. que se aplica a las tecnologías digitales y que dice que la capacidad de los microprocesadores se duplica cada dieciocho meses en un crecimiento exponencial, se está reproduciendo en todos los sectores en la medida que estos se están digitalizando.
¿La ley de Moore aplicada a otros sectores?
Exacto. La biotecnología también crece de forma exponencial por la digitalización, por ejemplo. Ahora cualquier persona puede decodificar su ADN por poco más de cien dólares2. en su casa como si fuera un producto de gran consumo con todas las implicaciones que tiene esto, que son muchas. Lo mismo pasa con la agricultura en la medida en que tanto la capacidad de procesar datos científicos de todo tipo como la capacidad de desarrollo de tecnologías químicas y fertilizantes han crecido exponencialmente: a igualdad de superficie cada vez tenemos más producción agrícola. Con la energía más de lo mismo: el crecimiento sigue una curva exponencial. A medida que la digitalización irrumpe en un sector este crece de esta forma acelerada.
Pero la digitalización ya lleva aquí varios años, ¿por qué ahora se ve un crecimiento tan acelerado?
Porque el crecimiento de la curva exponencial,3. al principio, parece una recta, un crecimiento lineal, de hecho incluso por debajo del crecimiento constante. Al pasar el tiempo el crecimiento aumenta y no es hasta ahora que nos damos cuenta de la aceleración en todos los sectores digitalizados.
Estas explicaciones son matemáticas. ¿Puedes poner un ejemplo práctico de este comportamiento de la curva exponencial?
Hace un año la gente ya hablaba del coche eléctrico. La verdad es que desde 2005 se está hablando del coche eléctrico, o sea que hemos estado una década con avances inapreciables que eran las primeras fases de una curva exponencial con un crecimiento poco apreciable. Asimismo, todo el mundo pensaba que el vehículo eléctrico no llegaría a ninguna parte porque no había suficiente suministro de electricidad para cargar todos los coches de la ciudad por la noche. Veremos que el paradigma era imposible y, además, erróneo. En el último año o año y medio han pasado dos cosas importantes. Primero, aparece Uber que dice que el modelo de negocio puede ser otro y se pueden compartir coches gracias a una gestión inteligente mediante plataformas digitales. Por otro lado, ha aparecido tecnología suficiente para permitir pensar en coches sin conductor humano. El paradigma que se discute ahora es distinto al de antes: el debate ahora es el vehículo eléctrico, compartido y autoconducido. Cuando los tres elementos se juntan, empieza el cambio realmente exponencial en el concepto vehículo eléctrico y ahora la industria ya toma en serio este enfoque y estamos viendo por todo el mundo proyectos piloto de este nuevo modelo (y digo modelo porque no es solamente una tecnología).
Es un cambio de paradigma...
Totalmente. Durante cien años el coche ha sido una máquina mecánica y ahora se está convirtiendo en un ordenador. La velocidad a la que crecerán sus prestaciones puede ser espectacular: los coches hablaran entre ellos, con los semáforos, detectarán cosas, tomarán decisiones... El tema es que ya no es simplemente un vehículo con más prestaciones, es todo un sistema en red. No será un coche aislado que tomará decisiones independientes, las tomarán todos los elementos del sistema interconectados —los semáforos, las señales, la carretera y sus otros ocupantes. Un nuevo paradigma puede cambiar radicalmente un modelo y la ley de Moore empezará a aplicarse al automóvil...
Pero supongo que no todo el mundo lo ve así dentro del sector.
En los cambios de paradigma siempre aparece un tipo de personas, a las que yo llamo insiders, que son expertos del propio sector que sufre la disrupción y que defienden posiciones inmovilistas con firmeza y el statu quo dominante. Yo digo que no debemos hacerles mucho caso porque el proceso es imparable.
Imparable y difícilmente imaginable.
Sería solo el principio, sí. Cuando la movilidad sea un sistema digital podremos tomar la decisión de si te compras un coche como ahora (pagando 30.000 €), o abonarte a un servicio que por 30 € te lleva donde tu estés un vehículo en pocos minutos —de hecho se están marcando el objetivo de un minuto. Es fácil que la gente piense que no está mal el servicio por el precio que es y que este sea un éxito. Si tenemos flotas de vehículos dando vueltas por la ciudad, entonces, a lo mejor, ya no hacen falta aparcamientos o autoescuelas y todo el ecosistema de la movilidad sufre una transformación radical. Nuestros nietos quizás no se creerán que sus abuelos tenían una habitación para el coche.
¿Qué tecnologías o convergencia de tecnologías crees que serán disruptivas en los próximos años?
Seguramente será la inteligencia artificial (IA), que está en un punto de maduración tal que puede que en los próximos años pase algo similar a lo que pasó con internet. Internet fue un fenómeno de interconexión y acceso a datos. Actualmente ya tenemos toda la información del mundo a nuestro alcance, pero la tenemos que procesar. Con la capa de la IA no la tendremos que tratar, lo hará la IA por nosotros. No buscaremos datos, haremos preguntas mediante lenguaje natural: vamos a conversar con nuestros PC.
¿Me puedes poner un ejemplo de cómo se le hablaría a un ordenador?
Ya no diremos que queremos ir de vacaciones a Londres, por ejemplo, ni buscaremos hoteles y precios de avión en las webs como hacemos ahora. Le haremos la pregunta directamente al ordenador de dónde iremos de vacaciones este año y él responderá que, dado que hará sol, que la libra está baja, que tienes dos mil euros en el banco, que no has estado allí, que te gusta la gastronomía, los musicales, etc., pues debes ir a Londres y, por cierto, ya te he reservado billetes y hotel. Ya existe la tecnología para hacer todo esto y es inminente que se extienda para ser adoptada. Y esto no es todo: si pensamos que se puede aplicar a cosas más críticas que un viaje, las consecuencias son inimaginables.
¡Uf! ... tendremos que aprender a poner límites, ¿no?
Sí, aquí se plantean dilemas muy profundos, incluso éticos y filosóficos. Barack Obama, justo antes de dejar la presidencia de los Estados Unidos organizó una conferencia internacional,4. para empezar a debatir estos límites.
¿Y para debatir también cómo solucionamos la posible pérdida de puestos de trabajo debida a la IA?
Aquí también estamos en un cambio de paradigma y me dan miedo los insiders que decíamos antes. En la ciencia de la economía hay muchos expertos, que vienen de la economía ortodoxa y que siguen los modelos de las últimas décadas. Estos economistas usan modelos matemáticos que interpretan que la gente se comporta como los átomos de un gas perfecto y que reacciona a leyes naturales y matemáticas. Con lo que pasó en la crisis de 2008 se demostró que no era del todo correcto modelar así la sociedad. Lo que estos economistas ortodoxos dicen ahora sobre los robots es que si quitan puestos de trabajo (por ejemplo, el gigante tecnológico taiwanés Foxconn está sustituyendo personas por robots a millares, parece que habría hasta un millón de personas afectadas) no pasará nada. Que estas personas desplazadas deberán crear sus negocios o cambiar a nuevos trabajos que aparecerán para sustituir a los anteriores. Pero esto, aunque haya pasado de esta forma otras veces en la historia de la humanidad, no es una ley natural... ¿y si esta vez no pasa?
¿No es seguro, pues, que aparezcan nuevas profesiones que vengan a sustituir a aquellas que serán automatizadas?
No, esta ley natural que ha pasado clásicamente en la historia, esta vez está en riesgo. Sin embargo, yo soy tecnooptimista. Creo que este escenario tecnológico creciente nos lleva a un mundo de la abundancia. Podemos tener de todo prácticamente gratis. Por ejemplo, la energía: el coste kWh de la energía renovable ya es más barato que la fósil, el Sol nos da energía de sobras para todas las necesidades humanas y ya sabemos cómo capturarla y cómo distribuirla, pero por ahora no ha llegado al mercado. Podemos vivir en la abundancia, aunque el sistema aún no permite que esta situación impacte en las personas. Hacen falta factores de corrección e innovación social para que esta abundancia nos beneficie a todos. Tenemos la oportunidad de tener un mundo en que haya productos, energía, información y salud para todos a costes casi nulos porque la tecnología lo permite. ¿Seremos capaces de construir este sistema?
A nivel personal o individual, ¿cómo nos afecta a los individuos este crecimiento exponencial en el que vivimos?
Debido a la incertidumbre actual, las personas estamos sometidas a un estrés brutal respecto a generaciones anteriores que tenían el futuro mucho más predeterminado que nosotros. Un granjero cuyos padres y abuelos eran granjeros no tenía que tomar muchas decisiones respecto a él o a sus hijos. Ahora, con estas transformaciones tan profundas, tenemos que tomar decisiones continuas: formación, residencia, profesión, cambios laborales... El filósofo José Antonio Marina5. dice: «La angustia es el miedo sin peligro». Es lo que nos pasa ahora: no hay peligro de que se nos coma un león al salir de la caverna, pero vivimos con altos niveles de estrés. Tenemos que aprender a vivir con esta incertidumbre constante.
Pero no todos estamos en la misma situación, ¿verdad? Hay gente que tiene preocupaciones económicas y peligros muy reales.
Sí, hay una brecha económica digital muy real. Personalmente creo que es consecuencia, en parte, de la transformación digital. Si miramos los incrementos de productividad en Estados Unidos en los últimos treinta años vemos que estos se han doblado y, en cambio, los salarios se han mantenido. Los incrementos que ha generado la productividad —debida en gran parte a la tecnificación— no los están capturando las rentas de trabajo, sino las rentas de capital. Dicho de otra manera, Silicon Valley es una de las zonas más ricas del mundo, aunque si paseas por San Francisco, te encontrarás con miles de homeless viviendo en la calle. En esa zona se está creando una casta de dioses formada por los emprendedores, los inversores y los empleados de élite de las empresas digitales y, al mismo tiempo, una casta masiva de desempleados.6.
¿Hay también una brecha digital?
Mejor hablar de una brecha de conocimiento digital. Si Google entra en banca, por ejemplo, para nuestra generación igual será muy raro y nos costará contratar una hipoteca con una IA en vez de ir a una oficina a hablar con el director. Sin embargo, a las generaciones más jóvenes seguramente les pase lo contrario, aunque de todas formas también pienso que no es un tema solamente generacional. Para ellos, además, temas como la privacidad no les importa mucho porque vamos a un modelo en que la privacidad y confidencialidad será muy difícil: dejaremos huella digital en todas partes. Es inevitable y forma parte del juego. Los datos están y alguien los utilizará. La parte positiva es que también será un mundo más transparente.
¿Y a nivel colectivo? ¿Se están derivando cambios sociales y económicos?
Mi opinión, y a lo mejor me equivoco, es que los movimientos colectivos no son el principal driver o fuerza de cambio, sino una pieza más del puzle que estamos construyendo. No obstante, sí que plantean cosas interesantes. Tomemos el caso de Uber, basado en una aplicación móvil para compartir coches entre particulares que tan simple que la podría haber hecho un grupo de estudiantes en el aula como ejercicio. Y a pesar de esto, Uber cotiza hoy en bolsa más que General Motors. O sea que, de hecho, las barreras de entrada en el mercado vemos que son muy bajas, por lo que pueden aparecer compañías basadas en aplicaciones colaborativas y triunfar. Pero el siguiente paso es que los usuarios vean o decidan que estas empresas son unos intermediarios que se quedan parte del valor y que, por tanto, no hacen falta. Imaginemos que los usuarios se organizan mediante plataformas colectivas e intercambian horas de trabajo directamente. Esto podría pasar, aunque para mí el colectivo no habrá sido el motor del cambio en esta innovación, sino la consecuencia.
¿Cómo están adaptándose a este entorno exponencial cambiante las empresas?
Las empresas que saben leer este nuevo lenguaje son empresas que ya han nacido en este entorno. En el sector bancario, por ejemplo, muchos bancos tradicionales han abierto plataformas online, operan en canales digitales y han hecho pruebas con inteligencia artificial, aunque en el fondo continúan trabajando con el paradigma de la banca clásica: son cautivos de su propio modelo. También empresas del sector automovilístico, como Volkswagen, Renault, General Motors o Ford, han hecho esfuerzos con el vehículo eléctrico o autónomo, pero en realidad están destinando menos del 10 % de su presupuesto de I+D a estos nuevos temas. El reto no es hacer pruebas o pequeñas incursiones, sino atreverse a desmontarlo todo para hacer algo nuevo. Esto no lo hace nadie entre las empresas tradicionales grandes del siglo XX, quizá con la única excepción de IBM que sí que ha sabido reinventarse continuamente.
Y por otro lado tenemos a las empresas que ya han nacido en este entorno y saben aprovechar estas nuevas reglas de juego. ¿Qué características tienen estas empresas?
Les están ganando la partida jóvenes startups, como Tesla o Uber. Por una parte son empresas que tienen visión global sin pensar en fronteras físicas. También tienen capacidad de escalabilidad o expansión exponencial porque están muy digitalizadas: un usuario o mil usuarios más no les generan un coste adicional como pasa en el mundo físico. Significa que el coste marginal tiende a desaparecer, pero atención, esto también implica que no son redistributivas: no generan empleo cuando crecen. Un tercer elemento es que tienen una marca potente. Otra característica es que tienen una interfaz de usuario o personalización extrema: Google o Facebook lo saben todo del usuario y pueden hacer ofertas muy personalizadas de forma automática. Además, tienen motores o algoritmos inteligentes que les permiten tratar y procesar los datos a escala global. Finalmente, en cuanto a estructura y organigrama, no responden a los estándares de las empresas industriales: no hay departamento de I+D, por ejemplo.
Todo este crecimiento exponencial tiene necesariamente que tener un impacto en la educación. ¿Cuál es la función de la educación en esta sociedad que estamos vislumbrando?
La educación se debe reinventar de forma total. Si hablamos de educación universitaria y desde la perspectiva empresarial del siglo XXI, el panorama es dantesco. Las universidades tenemos planes de estudio indiferenciados: los estudios de economía son iguales en la Universidad de Vic (UVIC), en la UOC o en la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Son todos iguales por concepción del sistema universitario, que las obliga a ello. Estamos ofertando una gran cantidad de programas idénticos pensados desde despachos y que no responden a la realidad. Sé que lo que digo es muy duro, pero realmente es muy difícil cambiar un plan de estudios en la universidad actual. Las tecnologías y los modelos cambian exponencialmente y, sin embargo, necesitamos tres o cuatro años para incluirlo en los planes. Mi visión es que si no creamos universidades ágiles, flexibles y adaptables a las necesidades reales, sufriremos una disrupción sin precedentes.
¿Cuándo será esta disrupción?
Ya está pasando, me temo. Un grupo de empresarios de California han podido crear la universidad de las ciencias empresariales del siglo XXI: Singularity University.7. Sin título oficial, es cierto, pero ¿para qué queremos título oficial si puede ser que tampoco sea garantía de nada? Puede pasar que un título no reconocido, aunque emitido por alguien que hace cosas interesantes y adaptadas a la realidad y avalado por empresas importantes —Google y la Nasa patrocinan Singularity University—, sí garantice un trabajo o la capacidad de autoocupación. Esto que ya está empezando continuará y si no nos preparamos las universidades seremos como aquellos dinosaurios que se extinguieron porque no estaban adaptados al contexto.
¿Los alumnos actuales expresan ya esta necesidad de adaptación?
Hay un cierto grado de insatisfacción por parte de los alumnos. Ellos siguen comportamientos gregarios y de inercia: cuando acaban bachillerato, pues toca ir a la universidad... y van haciendo sin cuestionarse mucho el sistema..., pero realmente no sé si están contentos. Como todos hacen lo mismo seguramente no saben decir si están satisfechos o no, sin embargo, yo creo que las universidades actuales definitivamente no los preparan para el futuro.
¿Cómo tenemos que preparar a la siguiente generación, entonces?
Tiene que haber un cambio muy profundo y pasar de enseñar contenidos a enseñar capacidades. Hasta ahora los planes de estudios se orientan a los primeros y esto puede ser aún útil en algunos ámbitos, pero en otros, especialmente los más tecnológicos, ciertamente no lo es. En este caso estamos enseñando tecnologías de hace diez años que equivalen casi al paleolítico. Tenemos que enseñar capacidades o competencias. Las que creo que son más importantes son: uno, solución de problemas complejos y trabajo en equipo. En la vida real te examinas siempre en equipo para situaciones complejas. Dos, pensamiento crítico —que es una derivada del método científico—, o sea, entender la realidad a base de datos y crear tus propios modelos que pueden ser distintos a los míos. Tres, creatividad, que sería la búsqueda de soluciones originales y el pensar out of the box. Si a todos les enseñamos los mismos contenidos y el que se los aprende mejor gana, se van a encontrar con un entorno real que tiene unas reglas de juego totalmente distintas. Y cuatro, la competencia emprendedora, que es fundamental en un mundo en el que se deberá saltar de proyecto en proyecto durante toda la vida laboral y, si no se encuentra proyecto, se lo tendrán que crear ellos mismos.
Para tener más posibilidades de encontrar trabajo en un mundo automatizado del mañana, ¿qué se debería estudiar hoy?
La respuesta fácil es decir que no sabemos cuáles serán las profesiones del futuro y eso es cierto, aunque de todos modos creo que es muy importante —yo diría que estratégico a nivel de país— que los jóvenes tengan una formación sofisticada en lo que llamamos STEM (science, technology, engineering and mathematics) para permitir que podamos estar en la frontera de la tecnología. Las otras materias también son importantes, pero si el objetivo es aumentar las probabilidades de tener éxito en cuanto a ocupación, yo recomendaría formarse en áreas cientificotécnicas y en capacidades emprendedoras.
Hemos hablado que hace falta formar en capacidades. ¿También en valores?
Creo que formar en valores no es una función de la universidad, aunque tienen que formar parte de la cultura de un país. Intuyo que tienen que ser adquiridos previamente, a lo mejor en la escuela primaria o secundaria, pero la responsabilidad de esta educación también recae en el entorno familiar. En la universidad debemos centrarnos en enseñar las capacidades.
¿Crees que la manera en que se enseña tiene que cambiar?
Sí, radicalmente, aunque será muy difícil. Cuando yo estudiaba, encontrar un libro en inglés era muy complicado. Parece increíble, pero para encontrar una novela en su idioma original en los años ochenta y noventa me tenía que ir a la playa a las tiendas para turistas. El mundo ha cambiado muchísimo desde entonces y el alumno, si quiere, tiene instantáneamente tanta o más información que su propio profesor y tiene vídeos de profesores tan buenos o mejores que el suyo explicando la misma materia. Es más, los alumnos están todos comunicados entre ellos y con el mundo sin tener que salir del aula y si el profesor dice algo que no está actualizado lo pueden detectar inmediatamente y colectivamente. En este nuevo escenario, no tiene ningún sentido que el profesor se dedique a transmitir información —que es lo que era la clase del pasado. Los contenidos, hoy en día, son una commodity: están al alcance de todos y en formatos asequibles. Por lo tanto, yo soy un partidario de la metodología del trabajo en equipo, con proyectos reales y que el alumno busque la información necesaria por su cuenta. Esto es la llamada clase inversa o flipped classroom.8. Los deberes se hacen en el aula y la información se busca en casa.
¿Qué papel desempeña la tecnología en el aula?
Un papel muy importante. Pero lo que se tiene que cambiar es el método, y en esto la tecnología nos puede ayudar. No me interesa para nada lo que muchas veces se ha hecho de poner ordenadores portátiles y paquetes de simulación en el aula para acabar haciendo lo mismo de siempre. La tecnología da muchas más posibilidades. Por ejemplo, la inteligencia artificial (IA) puede ser muy interesante en el aula.
¿Sí? ¿Tienes alguna propuesta concreta?
Hay empresas de IA —y lo digo porque he hablado personalmente con una de ellas— que están desarrollando sistemas que adquieren datos del entorno, adquieren también datos históricos de los registros y pueden interpretar y extraer patrones. Pues bien, no saben qué hacer con estos sistemas. Es exactamente lo mismo que cuando empezó internet y todos nos podíamos interconectar, pero no sabíamos para qué hasta que apareció el primer navegador y el primer buscador. Mi idea es que esas compañías de IA pueden crear comunidades emprendedoras a su alrededor formadas por alumnos que, en grupo, tengan acceso al sistema y a la plataforma y traten de emprender empresas con modelos de negocio reales. El salto cognitivo de los alumnos y del profesor y las oportunidades de crear startups que habría son impresionantes.
¿Cuál tiene que ser el rol del sistema educativo o la Administración?
Un rol de liderazgo absoluto. No concibo una administración que no lidere y que sea un simple marco burocrático y certificador. No debería ir por detrás de los cambios sociales y, concretamente, en educación, ciencia e innovación debe liderar. Los países que están funcionando mejor tienen administraciones que proponen proyectos piloto, que demandan que se integren nuevas tecnologías, que tienen visión estratégica a largo plazo, que no están supeditadas al ciclo político, que tienen presupuesto para asignar recursos y, finalmente, que están dirigidas por gente con talento.
El desarrollo tecnológico exponencial y la disrupción de muchos modelos que considerábamos fijos pueden tener elementos de riesgo para la sociedad. ¿Qué escenarios ves en este futuro poscapitalista?
Estamos en un momento crítico de la historia de la humanidad, nos encontramos ante un cruce y me temo que estamos empezando a coger el camino equivocado... Un primer escenario posible sería una deflación9. mundial por falta de demanda. La tecnología —o la robótica, o la IA— lo que hace es suplir funciones de las personas y esto está pasando cada vez más rápido no solamente en trabajos manuales sino también en trabajos cognitivos e incluso en tareas creativas —ya hemos visto a algoritmos actuar como directores creativos10.— o de toma de decisiones. Si no hacemos nada habrá una crisis de demanda. Henry Ford11. ya vio con la producción en masa de automóviles que necesitaba que sus operarios pudieran comprar el coche que fabricaban para poder mantener el modelo económico. La producción en masa permitía cerrar el círculo de esta forma que intuyó Ford, pero el problema actual es que ahora la tecnificación en masa no lo permitirá. Podemos sustituir al trabajador humano por una máquina mucho más productiva, sin embargo, puede ser que nadie compre los productos si los humanos han dejado de trabajar. En este escenario, el individuo pierde su sentido económico y la desigualdad se extiende, toda la riqueza se concentra en el punto original —el emprendedor y el inversor—, desaparecen los salarios, la cadena de valor y desaparecen también los trabajadores. Me temo que este es el camino que estamos tomando junto a una creciente desafección con la clase política y un empobrecimiento de las clases medias, lo que favorece la aparición de populismos. Para mí los síntomas de ello son claramente el Brexit y Trump.
Por favor, dime que hay un segundo escenario...
Sí, lo hay, recuerda que yo soy tecnooptimista... En el punto de origen de toda esta situación está el cambio tecnológico que nos trae la abundancia. A-bun-dan-cia. Podríamos volver a ser como los antiguos ciudadanos del Imperio Romano en su época de esplendor: no hará falta trabajar porque los esclavos —ahora robots— lo van a hacer por nosotros. El «pequeño» detalle que tenemos que solucionar aún es cómo obtener ingresos sin trabajar para que el sistema se mantenga. Yo creo que la solución es la llamada Renta Básica Universal.12.
¿Esto es factible? ¿Cómo funciona esta Renta Universal?
No sé por qué tendríamos que renunciar a la utopía de un mundo en que la tecnología permite riqueza y permite que no tengamos que trabajar y que podamos dedicarnos a la filosofía, a los deportes y al ocio. Yo no renunciaría. Económicamente podría funcionar siempre y cuando todos tuviéramos unos ingresos. La fórmula que se está experimentando, en numerosos pilotos en todo el mundo, consiste en garantizar unos ingresos —pongamos mil o mil quinientos euros al mes— a todos los ciudadanos independientemente de su situación, sea cual sea su nivel de renta o si tienen trabajo o no: por el simple hecho de ser ciudadanos. Este modelo, bien pensado, lo defiende gente de todo el arco ideológico, incluso los extremos. La extrema izquierda porque, por fin, se elimina la pobreza y la extrema derecha porque se eliminan comportamientos problemáticos de la red asistencial actual. Es todo un cambio de paradigma.
¿Qué haría la gente con unos ingresos por no hacer nada?
La reacción de las personas si se les garantiza esta renta incondicional es objeto actual de estudio. Por un lado tenemos a aquellos que con esta renta ya tendrían suficiente y se pasarían el día tumbados jugando a los videojuegos, pero estos ya son, en general, gente que ya no quiere trabajar en el sistema actual. No obstante, la realidad es que hay otras personas que, si se les garantizaran unos mínimos económicos, se pondrían a emprender porque sabrían que no se morirían de hambre si dejasen el trabajo actual —en el que no son productivos porque no están motivados— e intentarían llevar a cabo su sueño de montar una librería o un gimnasio, por ejemplo. Esto automáticamente generaría más vacantes en el mercado laboral y estimularía el emprendimiento y la innovación.
¿No aumentaría la brecha económica entre los multimillonarios de Silicon Valley y los de la renta mínima?
No, porque nadie dice que debamos conformarnos con un mínimo. Es un mínimo garantizado, pero no hay límite superior. Este modelo no es como el comunismo. El comunismo garantizaba el mínimo justo, pero no dejaba hacer nada más, ninguna otra actividad económica. En el caso de la renta básica, hay libertad de empresa. Es un modelo poscapitalista. Estas medidas incluso podrían ir acompañadas de despido libre, que no es tan grave si la persona que se queda fuera mantiene sus mil quinientos euros.
¿Cómo se paga todo esto? ¿Con impuestos?
Lo tiene que financiar la propia tecnología y la abundancia que genere. Esto forma parte del mismo modelo, forma parte del juego. El dinero está en el sistema. Apple tiene en caja tanto dinero como el PIB de Cataluña, las empresas más ricas del mundo son las cinco plataformas digitales (Google, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft) y son auténticas máquinas de hacer dinero. Tenemos que definir algún tipo de fiscalidad sobre la tecnología. Yo creo firmemente en este modelo de la renta básica universal y pienso que llegaremos a él, no inmediatamente, aunque sí en treinta o cuarenta años. Lo que me preocupa es la transición y cómo vamos a innovar para llegar a este modelo, pero al menos tenemos una buena justificación para hablar de innovación social.
Manos a la obra. ¿Cómo la aplicamos?
Si nos gusta la idea, tengo que decir que aún no se puede aplicar: sería insostenible. No podemos pensar en recetas de futuro con ingredientes del presente. Con la coyuntura actual, no salen los números. En Cataluña, por ejemplo, la renta universal sería tres veces el presupuesto de la Generalitat.
Para mí, la hoja de ruta —de varias décadas— para llegar al horizonte que deseamos es clara: primero, construir economías basadas en el conocimiento para generar empresas de tamaño grande y que compitan realmente en el mercado global y no las que estamos generando actualmente. Tenemos las bases necesarias para ello. Segundo, inversión en tecnología y posteriormente obtener retorno de esta tecnología mediante una fiscalidad tecnológica sustancial. Se puede hablar incluso de que los robots paguen a la Seguridad Social, pero seguramente es más razonable que las empresas paguen más impuestos por el uso de esas tecnologías o por el beneficio que obtienen con ellas. Y tercero, implantar la renta básica universal. Hace falta añadir que esto no lo puede impulsar un solo país, tiene que ser un gran acuerdo internacional.
Pues empecemos por el primer punto. ¿Fomentamos que aparezcan más emprendedores?
Tenemos que empezar a no tener políticas erráticas que sirven para fomentar el emprendimiento de baja intensidad. Se ha confundido a menudo el emprendimiento con la autoocupación. Hace falta políticas mucho más ambiciosas. Desgraciadamente veo a la clase política mundial bastante despistada y esto es preocupante. Hace falta algún punto de inflexión o catalizador. Me preocupa porque históricamente estos puntos de inflexión implican algún tipo de enfrentamiento, incluso de naturaleza bélica.
Esperemos que no sea así... ¿Tenemos alguna alternativa a la hoja de ruta de la Renta Universal?
Ahora se está empezando este debate, pero está bastante claro que no apostar por este escenario significa seguir por el primero: no hay posibilidad de quedarnos como estamos. Tenemos necesariamente que ir hacia allí y necesitaremos líderes con visión de futuro para hacer frente a las dificultades que, con toda seguridad, nos encontraremos en el camino.
1 La ley de Moore nos predice cómo los precios bajan al mismo tiempo que las prestaciones suben. https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Moore
2 La empresa de genética 23andMe solamente necesita una muestra de saliva para analizar nuestro ADN. https://www.23andme.com/en-int/
3 Explicación matemática de la curva exponencial. https://es.wikipedia.org/wiki/Crecimiento_exponencial
4 Barack Obama en la conferencia internacional «Frontiers» el 13 de octubre de 2016. https://www.youtube.com/watch?v=BikQFWNYct4
5 José Antonio Marina, filósofo español, habla de los miedos en su obra Anatomía del miedo.
6 Este caso está muy bien explicado en el libro Throwing rocks at the Google bus.
7 La universidad de Silicon Valley, Singularity University, se autoimpone la misión de capacitar a los líderes en tecnologías exponenciales para hacer frente a los grandes retos de la humanidad. https://su.org/
8 El modelo flipped classroom o clase invertida, transfiere los procesos de aprendizaje fuera del aula y utiliza el tiempo de clase para la práctica. http://www.theflippedclassroom.es/
9 La deflación económica es un descenso generalizado y prolongado de los precios de bienes y servicios, motivado por una atonía de la demanda y un exceso de las capacidades productivas (oferta). https://es.wikipedia.org/wiki/Deflaci%C3%B3n
10 El director creativo de la agencia multinacional de publicidad McCann en Japón será una IA. http://www.efe.com/efe/america/tecnologia/una-inteligencia-artificial-sera-director-creativo-en-agencia-japonesa/20000036-2882526
11 Henry Ford, padre de las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en masa, llegó a duplicar el salario de sus trabajadores.
12 Definición de Renta Básica Universal. https://es.wikipedia.org/wiki/Renta_b%C3%A1sica_universal