
EL INVIERNO DEL ENANO DE HIERRO
Perdido de nuevo.
Se ha convertido en una pesadilla recurrente, tanto entre mis antiguos amigos, como entre los nuevos compañeros con los que he compartido camino en tiempos recientes. ¡Han sido tantas las ocasiones en las que nos hemos encontrado en situaciones desesperadas! Convertidos en estatuas de piedra; capturados por un poderoso hechicero; apresados por los drow… ¡Y hemos estado muertos durante cien años!
Y a pesar de todo ello, aquí estamos de nuevo. A veces creo que los dioses nos observan de cerca e intervienen de continuo en nuestros destinos.
O quizá nos observwan, pero su única intención es divertirse a nuestra costa.
Y ahora nos encontramos sumidos en la desesperación una vez más. Regis y Wulfgar están perdidos en los túneles de la Antípoda Oscura Superior. Aún recuerdo el ominoso ruido del muro cuando se cerró tras nuestros amigos. Pudimos oír la caída de Regis, una caída larga. Los orcos prefieren las trampas que sirven para capturar presas vivas.
Sin embargo, eso no es motivo de esperanza, considerando lo que suelen hacer los orcos con sus prisioneros.
Durante los primeros días de nuestro retorno, convencí al rey Connerad de que reforzase la guardia de los túneles inferiores, y de que me permitiese ir más allá de las zonas seguras alrededor de Mithril Hall para explorar las áreas controladas por los orcos. Bruenor quiso acompañarme, pero en la Antípoda Oscura viajo mejor solo. Catti-brie me suplicó que no abandonase la ciudadela de los enanos, y me aseguró que ella saldría a buscar a nuestros amigos con la ayuda de su magia.
Pero no podía quedarme sentado en Mithril Hall, cuando sus gritos de auxilio todavía me resuenan en los oídos. Sufro una pesadilla recurrente en la que mis queridos amigos luchan por alcanzar los túneles inferiores, aún controlados por los enanos, y para ello han de atravesar lugares donde un halfling y un humano no son bienvenidos. Perdidos en pasadizos tortuosos, acosados sin cuartel, los contemplo en mi mente luchando con valor y sin esperanza, para acabar huyendo por donde han llegado, perseguidos por los orcos y sus lanzas letales, hasta que se pierden en la oscuridad.
Si creo que ellos están ahí fuera, ¿cómo puedo quedarme tras estos muros de hierro?
No niego que hay mucho que hacer en la ciudadela. Hay que encontrar la manera de romper el cerco de los orcos y hacer retroceder a los ejércitos enemigos, o la Marca Argéntea estará perdida. El mal asola las tierras de la superficie…
Tenemos mucho que hacer.
Nesme ha caído.
Tenemos mucho que hacer.
Las otras ciudadelas de los enanos están cercadas.
Tenemos mucho que hacer.
Los túneles que unen Adbar, Felbarr y Mithril Hall están amenazados.
Tenemos mucho que hacer.
Y ha transcurrido mucho tiempo sin noticias. Un silencio fatídico. Hicimos el viaje de ida y vuelta a la Ciudadela Felbarr y desde entonces han transcurrido muchas semanas, y seguimos sin saber nada de Wulfgar y Regis.
Me pregunto si seguirán ocultos en los túneles sombríos, o estarán presos en una mazmorra de los orcos. ¿Gritan de impotencia y dolor, suplicando que sus amigos acudan a rescatarlos? ¿O sus súplicas son para que la muerte los acoja lo antes posible?
¿O acaso ya han sido silenciados para siempre?
Lo razonable sería aceptar su muerte con resignación, pero la experiencia me dice que no pierda la esperanza, que hay motivos para no perder la fe en ellos.
Sin embargo, no es más que eso: una esperanza.
La lógica dice que encontraron la muerte al final de su caída, o en una celda orca. Y aunque no sea así, si su caída los condujo a un lugar libre de orcos y drow, han pasado demasiadas semanas sin tener noticias de ellos. No están adaptados a la Antípoda Oscura. Con todas sus increíbles habilidades, temo que en ese sombrío lugar, en estos tiempos tan oscuros, es improbable Wulfgar y Regis hayan conseguido sobrevivir.
Mantengo la esperanza, sí; pero también me preparo para lo peor.
Y aunque parezca extraño, pensar así me da tranquilidad. No porque oculte mi pena tras una esperanza vana. Si han caído, sé que habrán tenido una buena muerte.
Y eso es a lo máximo que cualquiera de nosotros puede aspirar. Existe un antiguo dicho drow, uno que oí muchas veces en mi juventud en boca de la Madre Matrona Baenre: «qu’ella bondel», que traducido significa «tiempo regalado» o «tiempo prestado». La madre matrona era vieja, más vieja que nadie, más vieja que cualquier drow del que se tenga noticia en nuestra historia. Por lógica, debería haber muerto hacía mucho tiempo, siglos antes de que Bruenor le hendiera la cabeza de un hachazo, por lo tanto estaba viviendo qu’ella bondel.
Mis compañeros, que regresaron a la vida en el bosque mágico de Iruladoon merced a su acuerdo con Mielikki, viven qu’ella bondel. Y ellos son conscientes de lo que ocurre. Hemos hablado sobre ello.
Y todos los aceptamos.
Si Wulfgar y Regis no vuelven con nosotros, si se han marchado para siempre, y Catti-brie nos ha dicho que Mielikki no interferirá más en nuestros asuntos, entonces lo aceptaré. Me pesará el corazón, pero no se me romperá. Recibimos un regalo grandioso, todos nosotros. Al saludarnos una vez más, asumimos que también tendríamos que despedirnos de nuevo.
Y aun así…
¿Sentiría lo mismo si fuese Catti-brie la que se hubiera perdido en la Antípoda Oscura?
DRIZZT DO’URDEN