Capítulo I

LA PRIMERA GUERRA FRÍA (1948-1962)

Introducción

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, las relaciones entre los aliados angloamericanos se fueron deteriorando a lo largo de los tres años siguientes hasta llegar a una situación prebélica en el verano de 1948, generadora de lo que se ha conocido como Guerra Fría.

1. 1945-1948: los orígenes europeos

En los tiempos de la Guerra Fría, tanto los historiadores del bloque del Este como los del bloque occidental intentaban demostrar que el conflicto era producto de una cadena de acciones y reacciones, cuyo primer culpable siempre era el adversario. Este tipo de argumentación era posible precisamente porque nunca existió un culpable. La Guerra Fría fue sobre todo el producto de un ambiente y no de una sucesión de agravios perfectamente ordenados.

1.1. La relación de desconfianza entre las potencias

El ambiente que prevalecía en Europa una vez se hubo acabado la Segunda Guerra Mundial era de recelo e incluso de miedo. Norteamericanos y soviéticos habían quedado unos frente a otros en Europa, y sus ejércitos se habían repartido la ocupación del continente. La Administración de los países que habían sido vencidos y divididos –Alemania y Austria– era predominantemente militar, no civil.
Lógicamente, los militares de una superpotencia y de otra no siempre se entendían bien entre ellos; al fin y al cabo, no eran políticos. Por lo tanto, después de salir del enorme trauma que significó la Guerra Mundial, la más devastadora vivida hasta entonces, el ambiente de guerra se prolongó.
En principio se habló de un desarme acelerado de las dos partes, pero pronto surgieron los recelos por las armas de última generación que se habían probado durante la contienda, o por el destino de las que se habían capturado al enemigo. Lo que más pesaba era el hecho de que los norteamericanos tuvieran la nueva arma nuclear, y los soviéticos, no. Stalin estaba obsesionado y atemorizado por esta carencia en sus arsenales.
Después de constatar las pocas cosas que sabían el uno del otro, empezaron las maniobras entre bastidores para conseguir información. Los prejuicios ideológicos también contaban en este deterioro. Algunos teóricos soviéticos profetizaban que el hundimiento del capitalismo estaba cercano y que se produciría en forma de un enorme colapso económico: una versión gigantesca de la Gran Depresión.
Los norteamericanos se dejaron impresionar por la conciencia de que el mundo prebélico se había hundido y de que ellos asumían el papel decisivo en el proceso de reconstrucción. En realidad, se puede decir que la Guerra Fría fue producto de la incertidumbre del momento, más que de una voluntad declarada de enfrentamiento entre las potencias.

1.2. La guerra civil griega y la doctrina Truman

Algunos conflictos y malentendidos eran incluso una mera continuación de la Guerra Mundial. Este fue el caso de la guerra civil griega, la última gran guerra en toda regla que se desarrolló en el continente europeo hasta las crisis yugoslavas de final de siglo.
Durante la ocupación alemana, las partidas guerrilleras griegas que combatían al invasor se habían polarizado alrededor de dos grandes grupos: el EDES, promonárquico y derechista, y el ELAS, comunista. Estos dos grupos, que dominaban extensas zonas del interior montañoso, se enzarzaron en una lucha fratricida. Grecia fue el único país en el que, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, los enfrentamientos entre facciones del mismo país continuaron.
Después del final de la Segunda Guerra Mundial y con la llegada de tropas británicas, que permanecieron en el país para salvaguardar el orden y alejar el peligro de que los comunistas tomaran el poder, se produjo un paréntesis en la guerra civil. Pero en el verano de 1946, los intentos de la derecha de reponer al rey fortalecieron nuevamente la contienda. Al retomarse las actividades bélicas en 1946, el Gobierno británico, empobrecido hasta el punto de renunciar al control de la India y Palestina, se declaró incapaz de continuar implicado en Grecia. Con sorpresa general, los norteamericanos tomaron el relevo. El 12 de marzo de 1947, el presidente Truman pronunció un discurso, en el que se comprometía a «luchar contra el comunismo fuera donde fuera que surgiera en el mundo». Este fue el origen de la llamada doctrina Truman de contención del comunismo y uno de los precedentes más directos de la Guerra Fría.

1.3. La responsabilidad yugoslava

Si ingleses y norteamericanos daban tanta importancia a la guerra civil griega, era porque suponían que Moscú estaba ayudando y alentando a los comunistas griegos. Esta fue una de las suspicacias características de la época. En realidad, Stalin continuaba dispuesto a respetar los acuerdos con Churchill, entre otras cosas porque Grecia no merecía el riesgo de tener problemas serios con las potencias occidentales. El gran objetivo del dictador era la socialización de Alemania.
Quien sí que estaba suministrando ayuda por su cuenta a los guerrilleros comunistas griegos era la Yugoslavia comunista.
Como en el caso de Grecia, en Yugoslavia la resistencia guerrillera contra el invasor alemán había degenerado en una guerra civil entre comunistas y monárquicos derechistas. Pero en Yugoslavia, la victoria militar había sido para los partidarios comunistas, liderados por el carismático Josip Broz, denominado Tito. Esta victoria sin casi ninguna ayuda del exterior generó un régimen comunista que se sentía heredero ideológico de la Unión Soviética, pero que a la vez se sentía notablemente soberano respecto a la tutela soviética, como había sido la norma en otras repúblicas populares que aparecieron en la Europa del Este entre los años 1947 y 1948.
En este contexto, no es extraño que Tito y los nuevos dirigentes comunistas yugoslavos tuvieran ambiciones propias para extender el comunismo a escala balcánica. En un panorama de repúblicas federadas, Yugoslavia podría tener un papel rector parecido al que ejercía Rusia respecto al resto de las repúblicas de la URSS.
La decisión titista de ir por este camino era tan firme que Belgrado se hizo el desentendido ante las advertencias de Moscú para que Yugoslavia no se implicara de manera tan profunda en la guerra civil griega. Tito rechazó este y otros intentos de control soviético y la tensión llegó a ser tan extrema que en junio de 1948 Yugoslavia fue excluida de la Kominform. La ruptura constituyó el primer cisma de la historia entre estados comunistas, y dejó a Yugoslavia aislada de la Unión Soviética y del resto de los países del bloque comunista.

1.4. El Plan Marshall

Como parte de su implicación en la guerra civil griega, los norteamericanos invirtieron 400 millones de dólares en una masiva ayuda financiera a Grecia y a Turquía. Muy pronto esta ayuda se extendió también a otros países europeos.
La operación, que se conoce como Plan Marshall –por el nombre del secretario de Estado que la aplicó–, consistía en un entramado de préstamos a bajo interés, ayudas a fondo perdido y ventajosos acuerdos comerciales. La ayuda iba destinada a un total de dieciséis países, y se tenía que aplicar en un periodo de cinco años. También se emprendieron acciones para recortar la inflación y equilibrar las balanzas de pago. Además, para distribuir las ayudas y facilitar el intercambio entre países, se creó uno de los primeros organismos paneuropeos: la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE).

George C. Marshall, de comandante a premio Nobel

Miembro del ejército de Estados Unidos desde 1901, George C. Marshall ascendió rápidamente de comandante a jefe del Estado Mayor de un cuerpo del ejército durante la Primera Guerra Mundial. En 1939 fue nombrado jefe del Estado Mayor, cargo desde el cual modernizó completamente el ejército norteamericano. Durante la Segunda Guerra Mundial continuó ejerciendo este cargo, y fue uno de los artífices de la unificación del mando aliado. En 1945 dejó las fuerzas armadas y fue nombrado embajador en China. Dos años más tarde se hizo cargo de la Secretaría de Estado, cargo desde el cual elaboró el famoso plan de ayuda económica a los países de Europa que lleva su nombre. Dimitió en 1949 y durante un breve periodo de tiempo, en 1950, fue secretario de Defensa. En 1953 recibió el Premio Nobel de la Paz.
Parte del esfuerzo se explicaba por razones meramente macroeconómicas: la economía norteamericana había acabado de superar los efectos de la Gran Depresión gracias al esfuerzo productivo que había llevado a cabo durante la guerra, y para mantener el pulso necesitaba un cliente –que a la vez fuera socio– con la capacidad de Europa. Por ello se empeñó en hacerla salir de la ruina muy pronto.
El Plan Marshall no fue la única causa de la recuperación europea, como se ha repetido tantas veces. Esta teoría es insuficiente sobre todo para explicar algunos despegues individuales, especialmente en el caso de Alemania e Italia. De todos modos, cumplió bien su principal objetivo ideológico, que era contrarrestar lo que entonces se consideraba la amenaza del comunismo en los países occidentales, cuyas poblaciones se debatían en la miseria de la posguerra. La promesa de ayudas fue la palanca que sirvió, por ejemplo, para erradicar los partidos comunistas de algunos gobiernos de coalición en la Europa occidental. Pero también hubo objetivos con un alcance sociológico mayor, como el apuntalamiento de la democracia fomentando la proliferación de las clases medias. Era una conclusión que habían dejado asentada, en líneas generales, los estudios de psicología social, sociología y antropología que se habían iniciado en las universidades americanas durante la guerra, como parte del esfuerzo bélico.
En cualquier caso, el Plan Marshall también se extendió a la zona de Alemania bajo ocupación americana, británica y francesa, lo cual implicaba la integración plena en el área de influencia económica occidental, y contradecía lo que se había acordado en Potsdam en cuanto a crear una Administración central interaliada para toda Alemania. Está claro que los angloamericanos podían responder, a su vez, que los soviéticos estaban imponiendo una alianza entre socialistas y comunistas en su zona de ocupación para impedir el desarrollo de otros partidos políticos.
Principales beneficiarios del Plan Marshall
País
Total en millones de dólares
Porcentaje sobre el total de las ayudas
Gran Bretaña
3.165
25,3%
Francia
2.629
21,1%
Italia
1.434
11,5%
RFA
1.317
10,5%
Holanda
1.078
8,6%
Austria
653,8
5,2%
Grecia
628
5%
Bélgica-Luxemburgo
546,6
4,4%
Dinamarca
266,4
2,1%
Noruega
241,9
1,9%
Otros
515,4
4,1%
El Plan Marshall supuso un importante catalizador del enfrentamiento Este-Oeste. La manifestación más visible de este enfrentamiento fue el llamado golpe de Praga, que condujo a los comunistas al poder en Checoslovaquia (febrero de 1948). Este era el último estado de la Europa oriental que pasaba a orbitar alrededor de la Unión Soviética, después de forzar elecciones u organizar golpes políticos en Polonia, Hungría, Rumanía o Bulgaria. Checoslovaquia, no obstante, era considerado el más occidental de todos los países del Este, y una pieza geoestratégica importante.

1.5. La constitución del bloque del Este

En mayo de 1945, después del final de la guerra, Stalin no tenía claro qué paso tenía que dar a continuación. Durante los años treinta, la teoría del «socialismo en un solo país» estipulaba que la revolución se tenía que producir en la Unión Soviética antes de extenderla al resto del mundo. Pero en 1945, con Alemania destruida como potencia, y con la mitad de su territorio ocupado por los soviéticos, renacía la posibilidad de extender la revolución por toda Europa.
Stalin siempre había pensado que la clave para extender la revolución era Alemania: si este país se hacía comunista, el resto de Europa seguiría inevitablemente este camino. Además, durante la guerra, los comunistas habían ganado posiciones políticas importantes en Francia y en Italia, debido al importante papel que habían tenido en la resistencia antifascista. Y la Unión Soviética disfrutaba de un enorme prestigio en Europa, gracias a su decisiva contribución a la derrota de la Alemana nazi.
En el otro lado de la balanza, sin embargo, existían temores. De momento, los norteamericanos tenían en exclusiva la bomba atómica, cuyo poder destructivo, probado en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, había impresionado profundamente a Stalin. Este no estaba dispuesto a una nueva guerra contra los occidentales, aunque fuera estrictamente convencional: la Unión Soviética había vencido a los alemanes, pero era dudoso que tuviera fuerzas para un nuevo enfrentamiento armado a gran escala. Por lo tanto, forzar la situación en la Europa del Este o en Alemania para instaurar regímenes comunistas podía ser muy peligroso.
También se debe tener en cuenta que convertir en comunistas a los países de la Europa oriental era una experiencia incierta en sí misma. Desde que se había fundado, la Unión Soviética había sido una potencia aislada, replegada en sí misma. Para decirlo coloquialmente, se había salvado del «contagio ideológico», de comparaciones y preguntas que habrían podido hacer pensar al pueblo soviético. Intentar transformar ideológicamente tanto a los países del este como a los del centro de Europa implicaba un riesgo, puesto que habían vivido durante muchos años en pleno mundo capitalista, especialmente Alemania y Checoslovaquia. Pero la estrategia también contaba. Stalin pensaba que si conseguía transformar los países de la Europa del Este en aliados, se convertirían en un cinturón defensivo de la Unión Soviética.
Con todos estos pros y contras en la balanza, Stalin decidió actuar en el este con firmeza pero cautamente. Tanto Moscú como el ejército rojo, que ocupaba los diferentes países, apoyaron a los partidos comunistas locales. De todos modos, las cosas no se podían hacer de un día para otro, y la implantación plena de los regímenes comunistas en el este fue todo un proceso relativamente largo, que en conjunto duró casi cuatro años. La idea de que existieron planes precisos y elaborados con cuidado para implantar el comunismo en los países del este es una exageración propia de los tiempos de la Guerra Fría. En realidad, cada país o grupo de países siguió una dinámica propia más o menos rápida, y desde Moscú, Stalin actuó con un grado de improvisación bastante significativo.
A la larga, en todos estos países los comunistas desarrollaron tácticas parecidas para llegar al poder. Por ejemplo, organizaron frentes populares o patrióticos con otros partidos para asegurarse la mayoría en las elecciones. Más adelante, cuando ya no eran útiles, los socios eran expulsados o abandonados. Incluso se recurrió a prácticas nada democráticas, como por ejemplo, la manipulación de los censos o de las urnas y la retirada del voto a ciudadanos de la oposición, además de la detención y de los juicios arbitrarios a los adversarios políticos.
Dado que el objetivo de los comunistas era implantar una dictadura del proletariado, el fin justificaba perfectamente los medios. Pero la clave de la situación era la disciplina y la organización de los comunistas, que contrastaba con la del resto de los partidos, incluyendo los socialistas. Esto les permitía aguantar sin fisuras en momentos difíciles o pedir sacrificios a los militantes, a la vez que podían desarrollar con eficacia la práctica de infiltrarse o controlar todo tipo de organizaciones populares, desde sindicatos hasta entidades culturales o ayuntamientos.
En unos países arrasados o desorganizados a causa de la guerra, los comunistas demostraron una eficacia que, a pesar de que no siempre desveló simpatías, les hizo ganar apoyos. Contrastando con esto, los partidos de centroderecha en la Europa del Este estaban desgastados o desorganizados: habían sufrido los efectos de la guerra, y también la ocupación y la represión de los nazis. En algunos casos, ya estaban desprestigiados desde antes de empezar la contienda, puesto que en la mayoría el régimen que imperaba a finales de los años treinta era la dictadura.
Así pues, con unos medios o con otros, los comunistas del este de Europa fueron conquistando parcelas de poder más o menos extensas. Y en julio de 1947, coincidiendo con el lanzamiento del Plan Marshall, cuya faceta de programa anticomunista alarmó a Stalin, la situación dio un tumbo importante y la Unión Soviética obligó a todos los países del Este a rechazar la oferta norteamericana. Una vez rechazada la oferta, en cada uno de estos países los partidos comunistas pisaron el acelerador en la carrera hacia el poder y dejaron atrás todo tipo de escrúpulos. En consecuencia, un año más tarde, la mitad oriental de Europa ya eran «repúblicas populares» o «socialistas» dependientes del poder de Moscú. El último estado en el que triunfó el nuevo régimen fue Checoslovaquia.

2. El bloqueo de Berlín

Para que el Plan Marshall fuera eficaz en la mitad de Alemania ocupada por los occidentales, la economía se tenía que volver a reestructurar y, para ello, era necesario que existiera una moneda propia. Así, las autoridades de ocupación angloamericanas y francesas permitieron la refundación del Deutschmark como moneda alemana.
Tres días más tarde, los soviéticos aislaron la zona occidental de ocupación de Berlín por vía terrestre (23 de junio de 1948). El sector de ocupación anglofrancoamericano (Berlín oeste) quedó cerrado en plena zona de ocupación soviética, a 160 kilómetros del punto más cercano de la frontera, es decir, la zona americana de ocupación de Alemania. Casi inmediatamente, británicos y norteamericanos organizaron un puente aéreo de abastecimiento, que suministró durante casi once meses los productos para cubrir las necesidades diarias de una ciudad con 2,5 millones de habitantes. Teniendo en cuenta la escasa capacidad de los aviones de transporte de la época, el puente aéreo de Berlín fue toda una proeza tecnológica. Pero sobre todo, constituyó, junto con el Plan Marshall, toda una demostración de los esfuerzos que implicaría la Guerra Fría. Finalmente, los occidentales ganaron el pulso a los soviéticos, que no estaban dispuestos a llegar a la guerra.
El bloqueo de Berlín tuvo como consecuencia directa la creación del Tratado del Atlántico Norte en abril de 1949. Esto, a la vez, significaba que Estados Unidos, adalides del proyecto, renunciaban formal y permanentemente a la política de aislacionismo militar.
La enconada disputa por Berlín fue en sí misma la expresión de un empate: la repentina desaparición de Alemania como gran potencia regional había dejado un enorme agujero en el centro de Europa, que soviéticos y occidentales solo supieron llenar con un rompecabezas de sectores militares de ocupación. Esta contradicción marcaba toda la situación continental. Por este motivo Berlín tiene tanta importancia como referente simbólico.