El primer conflicto global

El periodo que abarca los orígenes y el desarrollo de la Primera Guerra Fría hasta su apoteosis y relajamiento, hacia los años setenta, es especialmente complicado.
Un simple vistazo al índice nos da una idea de la diversidad de temas que se concentran en este periodo: a partir de la importancia que tiene la situación europea a comienzos de la Guerra Fría, el escenario se va ampliando hasta incluir el continente asiático y el Cono Sur latinoamericano.
Asimismo, el fenómeno paralelo de la descolonización acaba dispersando el análisis por el Magreb y el África negra. Son dos fenómenos –Guerra Fría y descolonización– que durante los años cincuenta y sesenta discurrieron paralelos y que no siempre entraron en contacto, lo cual complica el relato global del periodo. Por ejemplo, el tiempo ha demostrado que la guerra de independencia argelina, que en su momento fue vista desde París como una parte del enfrentamiento occidental contra el comunismo, tuvo motivaciones propias y no se puede considerar como un conflicto directamente derivado de la confrontación bipolar Este-Oeste.
De todos modos, la Guerra Fría fue el primer conflicto realmente global de la historia. El tablero comprendía todo el mundo y por eso acabó transformándolo. En efecto, el periodo 1945-1977 comportó una revolución social, que afectó a buena parte del mundo. El ámbito agrario perdió la importancia decisiva que siempre había tenido a lo largo de la historia; la sociedad urbana se impuso definitivamente y las economías de servicios se expandieron.
La retaguardia fue uno de los frentes más importantes de la Guerra Fría, y, por este motivo, la sociedad de consumo, el estado del bienestar, el avance imparable de la instrucción secundaria y la multiplicación de las clases medias acabaron desarrollando una importante conexión con la gran confrontación ideológica que dividía el mundo.
El periodo que abarca la llamada Segunda Guerra Fría suele estar poco estudiado. Esto se debe tanto a su proximidad temporal y a la falta de fuentes documentales, como al hecho de que es una etapa corta y compleja a la vez. En aquel momento, el enfrentamiento bipolar estaba en vías de resolución, medio inmerso en un conjunto de conflictos, que ya tenían muy poca relación con la Guerra Fría y que ninguna de las superpotencias podía entender ni controlar.
La dificultad para entender el periodo comprendido entre 1974 y 1991 surge de la disparidad de protagonistas, cada uno con sus motivaciones peculiares: los conflictos en Oriente Medio, el fenómeno del integrismo musulmán, las guerras civiles en África o los cambios políticos en América Latina. El hecho de que actualmente continúen formando parte de nuestra actualidad informativa prueba que todavía no se han encontrado las soluciones apropiadas.
Pero el enfrentamiento Este-Oeste continuaba existiendo, quizá más peligroso que nunca, y de este callejón sin salida surgió el final de la Guerra Fría sin que el conflicto se llegara a concretar en un enfrentamiento bélico en toda regla: un fenómeno extraordinario en la historia de la humanidad. Asimismo, la desintegración de la Unión Soviética y la descomposición del bloque oriental añaden una conclusión emocionante que abre las puertas del siglo xxi.