Arreglar un jardín significa, en primer lugar, adaptar el espacio del que se dispone al contexto en el que está inmerso; de hecho, a diferencia de una casa, cuyo interior permanece oculto a los ojos de todos, un jardín es un mundo vivo y sensible en estrecha relación con el entorno que lo rodea.
El clima, la vegetación y el paisaje cambian mucho de una región a otra, y el jardín no debería alterar esta armonía. No sólo los jardines en el campo o en medio de la naturaleza están influenciados por el carácter del cuadro natural, sino que también los de la ciudad, cerrados por calles y edificios, están muy influenciados por el clima, la luminosidad del cielo, la atmósfera alegre o melancólica, la historia y las tradiciones del lugar. Así, un jardín de una región húmeda y lluviosa será, seguramente, muy distinto a uno de una zona seca y árida.
Lo primero que hay que hacer es observar atentamente todos los elementos que influyen sobre la identidad del lugar y, por lo tanto, del jardín, con la finalidad de comprender su espíritu y su esencia: la vegetación local, los jardines cercanos, el ritmo del paisaje, los detalles arquitectónicos, los materiales típicos, las tradiciones locales y las costumbres predominantes. Revisar libros y revistas de jardinería es sin duda alguna muy útil, pero sin una observación directa del lugar nos arriesgamos a crear algo que desentone allí y que no sea adecuado.

Un jardín debe mantener la armonía con la casa y con su entorno. (Fotografía: ivp/Fotolia)
Un jardín también tiene que armonizar con la casa y reflejar los gustos, las costumbres y las exigencias de los propietarios. Por lo tanto, también es indispensable realizar un análisis profundo de nuestra forma de vida, para no dejarnos tentar con proyectos que en realidad no encajan mucho con nosotros.
Finalmente, el jardín tiene que proyectarse y realizarse a partir del presupuesto que hayamos destinado para este fin. Además, hay que tener presente que el menos costoso no tiene que ser por fuerza el menos atractivo, y viceversa.
La relación existente entre el jardín y el entorno es muy estrecha. El paisaje, la vegetación y el clima constituyen factores que inciden de una forma altamente determinante sobre su aspecto y, al mismo tiempo, condicionan la elección de los elementos que lo constituirán, tanto aquellos que son vegetales como aquellos que son estructurales. El jardín ideal es el que armoniza y se encuentra en sintonía con el lugar en el que se ubica, sin crear ningún tipo de alteración. Sería absurdo, además de muy difícil, crear un rincón exótico con palmeras y araucarias en una zona lluviosa del norte, por ejemplo; de la misma manera, también resultaría complicado querer a toda costa un prado de estilo inglés en las tierras áridas y soleadas del sur, así como un trazado con setos regulares y pequeñas avenidas en una casa de campo rústica que esté situada en una colina.

Este muro demasiado alto resultaba asfixiante y se abrió una ventana que, al permitir la visión del campo circundante, constituye un elemento decorativo que suaviza el impacto. (Proyecto: Studio Avogadro)
PRINCIPALES ELEMENTOS DEL ENTORNO
• La vegetación local típica;
• las líneas del terreno;
• los rasgos arquitectónicos predominantes;
• los posibles cultivos agrícolas;
• la eventual presencia de un jardín local típico;
• las estructuras externas típicas de la zona (muros, escaleras, pavimentación, terrazas, etc.).
Es muy importante observar atentamente no sólo el lugar concreto donde se va a construir el jardín, sino también toda la zona circundante para intentar recoger la esencia, aquello que en la Antigüedad se denominaba el genius loci. Si el jardín se encuentra en el campo, forma parte integrante del paisaje y contribuye de manera significativa a la composición del cuadro natural. Por lo tanto, es preciso examinar la vegetación local, el tipo de suelo, los colores de las casas, la presencia o no de cultivos agrícolas y de qué tipo son, si existe un mobiliario externo típico (como muros que den a la calle, terrazas, etc.) o una tradición paisajística específica.
Las sugerencias vendrían dadas por la situación: el terreno escarpado que discurre hacia el mar, las suaves ondulaciones de las colinas con cipreses en la cima, el bosque cercano…, todos son elementos que se tienen que estudiar y valorar, y en los que luego nos podemos inspirar. En cuanto a la elección de las plantas, sin limitarnos a la vegetación local, sí será oportuno, en muchos casos, utilizar esta para los setos a fin de crear una transición suave y armoniosa entre el jardín y el paisaje.
Tampoco un jardín urbano puede prescindir de la observación de determinados elementos: el estilo y la época de construcción de la vivienda, su tamaño, los rasgos arquitectónicos predominantes, si existe o no un jardín típico en esa zona y si este es o no visible desde la calle.
Sólo los jardines completamente cerrados y rodeados de muros pueden proyectarse con mayor libertad. Permanecen casi como oasis escondidos y, si se desea, podrá hacer que contrasten las plantas con las de los jardines cercanos o incluso con la arquitectura de la casa.
El clima tiene mucha influencia en las características de los paisajes: marca el estilo de las construcciones tradicionales, la vegetación local y la manera en que se disfruta del jardín.

Con las plantas se pueden atenuar los efectos del viento: (a) un jardín que se encuentra en un pasillo en el que se canaliza el viento: un poco de vegetación, aunque sea baja, basta para frenar su intensidad; (b) las paredes de la casa son embestidas por el viento, y (c) la vegetación está colocada correctamente para desviar el flujo
PRINCIPALES FACTORES CLIMATICOS
• Temperaturas mínimas invernales;
• número de días con heladas;
• temperaturas medias estivales;
• cantidad y periodo de lluvias;
• cantidad de nevadas;
• frecuencia de hielos tardíos;
• frecuencia de la escarcha;
• dirección y fuerza de los vientos.
Los principales factores climáticos que hay que tener en cuenta son: el rigor y la duración del invierno, la intensidad del sol en el verano, la fuerza y la dirección de los vientos y la pluviosidad. Conviene valorarlos atentamente antes de decidir la estructura del jardín y la elección de las plantas.
Es importante saber no sólo a cuánto llegarán las temperaturas mínimas en invierno, sino también durante cuánto tiempo se mantendrán así. Un frío muy intenso pero que sólo dura unos pocos días es, en general, menos perjudicial para las plantas que una temperatura más alta pero que puede alargarse hasta un mes entero (una noche a –15° es menos letal que un mes a –10°). Será conveniente informarse sobre la escarcha y los hielos tardíos, muy perjudiciales para los capullos de los árboles frutales. El viento también juega un papel importante: aumenta el efecto del frío y, en verano, seca la tierra más rápidamente (el aire que sopla sobre las plantas y el suelo es el mismo que nos ayuda a secar la ropa). Por lo tanto, antes de hacer cambios en la disposición del jardín, es necesario considerar si un seto o un árbol que nos parecen demasiado voluminosos no son en realidad una preciosa barrera contra los vientos. La cantidad de precipitaciones y su evolución estacional ejercen una considerable influencia en las características del lugar y en la estructura del jardín. Por ejemplo, allí donde llueve muy a menudo, es necesario que los senderos estén empedrados y es preferible evitar la madera, que se vuelve resbaladiza cuando está mojada.

Un ejemplo de jardín pequeño que combina bien con los colores de la casa. (Fotografía: Povl Eskild Petersen/Fotolia)
En las zonas propensas a los temporales, en lugar de una pérgola será más indicado un porche, en el que personas y cosas permanecen más protegidas. Está contraindicado plantar especies que necesiten mucha agua en zonas de sequía: a pesar de las modernas instalaciones de riego, tendrán siempre problemas. La lluvia crea, de hecho, un nivel de humedad en el aire que les resulta indispensable. También deben tenerse en cuenta las nevadas. Allí donde son frecuentes, es necesario limitar la utilización de plantas de hoja perenne.
Son muy importantes las temperaturas estivales: en los climas cálidos, por ejemplo, será necesario prever un rincón de sombra. Además, en el caso de que el verano se avance y dure mucho tiempo, se aconseja decantarse por aquellas especies de hoja temprana en las cuales la caída es tardía.
También es útil saber que un verano largo, caluroso y seco hace madurar muy bien las ramas jóvenes, que, de esta forma, resistirán mucho mejor los fríos invernales. Por el contrario, los veranos húmedos impiden la formación de una madera sólida.
Son muchos los factores que influyen sobre el clima de un lugar: una colina puede proteger del viento y un lago puede atenuar el frío. Las ciudades, a causa del calentamiento, son a menudo el motivo de variaciones climáticas locales. La temperatura es más elevada que en los alrededores y las heladas son menos frecuentes. Sin embargo, por clima no debemos entender sólo las variaciones de las temperaturas, la frecuencia de las lluvias o la fuerza de los vientos. También hay que tener en cuenta la luminosidad de un cielo siempre azul, la luz filtrada a través de las nubes y la melancolía de las nieblas. Cada lugar tiene su propia atmósfera particular, que debe respetarse. Los tonos intensos, tan atrayentes en los luminosos jardines mediterráneos, resultarían estridentes bajo unos cielos tenues donde todo se armoniza de manera difuminada.

Un buen clima constituye un elemento indispensable para lograr un jardín exuberante. (Fotografía: Linda Mattson/Fotolia)
Una fuente de inspiración de gran importancia es el panorama concreto que nos ofrece el jardín, donde podemos establecer lo que hay que resaltar o esconder.
Si disponemos de un rincón muy sugestivo, toda la organización del jardín tendría que estar orientada a resaltarlo (por ejemplo, dibujando las líneas que contribuyan a guiar el ojo hacia ese lugar, como un sendero flanqueado por una bordura de boj o de lavanda). Si tenemos un prado, se extenderá hacia la dirección que queramos y pondremos plantas sólo en las zonas donde no haya nada que ver. Incluso algunas macetas, si se colocan de forma adecuada, pueden ser suficientes para dirigir la mirada. Sería necesario, además, procurar no colocar en el interior del jardín elementos demasiado llamativos que distraigan la vista del lugar que se desea valorizar.
No sólo merecen resaltarse las vistas que se abren a bosques, mares o colinas. Incluso algunos detalles, como un grupo de árboles, una hermosa planta centenaria o un jardín cercano especialmente cuidado, pueden jugar un papel importante en el impacto visual de conjunto. Un jardín urbano puede explotar la vista sobre un campanario, un bonito edificio o cualquier elemento arquitectónico atrayente, que se pueda encuadrar y resaltar como si formara parte del jardín, de forma que se convierta en un centro de interés. Incluso las plantas que limitan con las propiedades adyacentes pueden influir sobre la estructura del jardín. Si constituyen un conjunto especialmente armonioso, vale la pena aprovecharse de su presencia y resaltarlas. Cuando lo que interesa destacar está cerca del jardín, se conseguirá este efecto si se prevén una serie de elementos que aseguren una unión, una continuidad entre el cuadro natural y el elemento a valorizar. Por ejemplo, se pueden utilizar, para señalar los límites, las mismas especies que se ven a lo lejos o elementos típicos eventualmente presentes (como las empalizadas de madera).

Para aprovechar un fondo agradable, proporcionado por ejemplo por una bonita vista, basta con distribuir correctamente la vegetación del fondo del jardín; así, se permite a la mirada superar los límites de este, además de dejar que respire con mayor amplitud

Se pueden organizar los elementos de un jardín (parterres, senderos, etc.) de manera que orienten la mirada hacia un punto de interés. (Fotografía: Lidian Neeleman/Fotolia)
Si, por el contrario, el detalle que se quiere resaltar está muy lejos, puede considerarse como un verdadero cuadro sobre el fondo. Para destacarlo aún más, podemos «encuadrarlo» con plantas o con una pérgola, de forma que la mirada se dirija hacia allí.
A veces se puede querer la exclusión de alguna perspectiva desagradable. Para ello, no siempre es necesario plantar setos tupidos o hileras de árboles: es posible hacer que la atención se concentre en el interior del jardín si se introducen elementos interesantes y agradables. Una fuente, una pérgola o un grupo de arbustos pueden ser suficientes para atraer la mirada y mantenerla dentro de los límites del jardín. Es importante tener presente que un elemento cercano al ojo tapa mucho más que uno a espaldas del objeto que se quiere esconder: un arbusto al lado de la ventana es mucho más eficaz que un árbol en el límite del jardín.

A menudo es muy importante conseguir satisfacer la exigencia de intimidad, sin crear una atmósfera opresora (a, b, c). A veces, un seto tupido e impenetrable puede reemplazarse por un único árbol colocado en el lugar adecuado (d) o por una estructura ligera tipo pérgola (e)
Especialmente en las zonas calurosas, resulta muy necesario tener en cuenta, además de las precipitaciones, el suministro de agua que llega hasta ese lugar.
Es más, existen muchas zonas donde el agua escasea durante los meses de mayor consumo. Este hecho hace que lleguen a ser inutilizables las instalaciones de riego.
En estos casos, podría incluso preverse la instalación de una cisterna, con el fin de poder llenarla con agua (aprovechando también la de la lluvia) precisamente durante los periodos en los que el suministro no está limitado.
Cada jardín es un caso singular: varían el tamaño, la orientación y las líneas del terreno.
Es necesario tener en cuenta aquello que se ve, sea bonito o feo, de los senderos que lo rodean y de las casas vecinas. Con la misma atención con la que se observa el entorno, es necesario examinar los elementos y las características del jardín sobre el que se desea intervenir.
Sería imperdonable no explotar todas las posibilidades que nos ofrece, todos sus aspectos positivos, por haber actuado de forma impulsiva y acelerada.
La primera consideración se refiere a la extensión. Sería inútil hacer proyectos a gran escala para un jardín minúsculo o pensar sólo en las flores en una vasta superficie en la que serían necesarios grupos de árboles. Si el jardín es pequeño, se pueden usar algunos trucos que lo hagan parecer más grande: por ejemplo, dejando libre la parte central como césped, concentrando las plantas en los lados y evitando árboles o arbustos demasiado grandes. Si, en cambio, se dispone de un espacio muy amplio, como sucede a menudo en el campo, tenerlo todo cuidado puede convertirse en un trabajo demasiado arduo. Así pues, se puede delimitar con un pequeño seto, una bordura, o incluso simplemente con macetas, la superficie de la que nos podemos ocupar y considerar el resto como parte del paisaje y, por lo tanto, con unas exigencias menores.

La pérgola protege del sol y también nos libra eficazmente de las miradas indiscretas

Si se dispone de un terreno extenso, se puede limitar el jardín con un elemento de interés y tratar el resto del espacio como un paisaje con unas exigencias menores. (Fotografía: Baren/Fotolia)
Se desaconseja la asociación de dos o más estilos distintos en un espacio restringido, mientras que, por el contrario, esta puede ser la solución ideal para animar un jardín demasiado grande. Cuanto más reducida es la superficie, más se necesita explotar al máximo el espacio disponible (igual que sucede con las casas). Puede ser útil realizar una lista con nuestras principales exigencias y rechazar luego aquellas que no es posible realizar por razones de espacio.
Más que cualquier otro factor, el tipo de terreno (plano, regular, accidentado, montañoso, etc.) determinará el planteamiento del jardín. Un error muy frecuente consiste en querer adoptar a toda costa soluciones en claro contraste con el lugar. Por ejenplo, un diseño rígido y regular sobre una superficie irregular puede verse un poco absurdo, así como pretender crear determinadas irregularidades en una superficie completamente plana.
En cambio, las particularidades del lugar pueden servir de inspiración y explotarse de la mejor forma posible. Las modificaciones importantes del terreno se desaconsejan en casi todos los casos, a no ser que sea realmente difícil utilizarlo en el estado en que se encuentra.
Por ejemplo, sobre un terreno muy empinado será inevitable la construcción de muros de contención. Pero un jardín rocoso en medio de una superficie plana resultará cuando menos extravagante.

Una zona elevada anima discretamente el jardín y se convierte en un acogedor lugar de descanso

Se pueden obtener efectos muy espectaculares al explotar el movimiento del suelo mediante la utilización de piedras y de una vegetación adecuadas. (Fotografía: David Paris/Fotolia)
PRINCIPALES CARACTERISTICAS DEL JARDIN
• Tamaño;
• líneas del terreno;
• edificios existentes;
• senderos para coches o peatonales;
• zonas pavimentadas;
• elementos vegetales;
• vientos dominantes;
• eventuales fuentes de ruidos.
Por lo tanto, es preferible que la estructura y el estilo del jardín se adecuen a las pendientes, a los relieves y a los planos existentes en el terreno.
Se pueden encontrar soluciones alternativas para los proyectos de difícil realización. Por ejemplo, en lugar de un grupo artificial de rocas en un terreno plano, será mucho más adecuada una superficie enlosada de piedras, con intersticios entre una y otra en los cuales se puede hacer crecer las mismas especies que se pueden plantar entre las rocas.
También es posible acentuar con las plantas ciertas características del terreno que nos agradan. Si nos gustan los desniveles, una ligera pendiente puede destacarse plantando en la base especies tapizantes y encima de ellas otras bastante más altas.
La aproximación será distinta según si lo que nos disponemos a preparar es un viejo jardín (quizá descuidado pero, de todos modos, con una cierta estructura) o una superficie virgen de una casa que se acaba de construir. En el caso de un jardín nuevo, se trata de decidir el planteamiento; en uno viejo, sería necesario intentar explotar al máximo los elementos que ya existen, quizás adaptándolos o transformándolos.

Antes de eliminar o de modificar los elementos presentes en un jardín, debe comprobar si estos no cumplen una función muy precisa. (Fotografía: Chris Lofty/Fotolia)

Es siempre aconsejable actuar con mucha cautela antes de mover plantas y verificar si no bastaría con algunas modificaciones. Con un podado hábil, se pueden corregir formas desagradables (a) y hacerlas más ligeras y esbeltas (b)
Es probable que el anterior propietario haya tenido buenas razones para prepararlo de esa manera. Quizá los motivos no sean evidentes en un primer momento, pero podrían revelarse con el paso del tiempo. Tal vez un árbol que parece estar en un lugar equivocado esconde una construcción desagradable, amortigua los ruidos de una calle cercana, protege del ardiente sol en verano o resguarda del viento. Aunque una planta nos resulte desagradable y el deseo de eliminarla sea muy fuerte, es necesario considerar que se necesitarían largos años de espera para verla reemplazada. En cambio, se puede intentar mitigar el impacto negativo: por ejemplo, una gran haya, cuyo follaje purpúreo parece entristecer todo el jardín, puede alegrarse plantando cerca algunos arbustos de follaje dorado. Un seto de tejo o de laurel cerezo monótono y uniforme cambiará enseguida de aspecto si hacemos crecer, apoyándose en él, plantas trepadoras de floración generosa (rosas o clemátides).
Muchos arbustos viejos pueden rejuvenecerse con un buen podado; a un árbol que tapa demasiado la vista pueden cortársele las ramas inferiores, de manera que se levante la copa (en estos casos es siempre preferible pedir consejo a un experto respecto a la forma y a la época de poda).
Pero tampoco hay que caer justo en lo contrario: una sensibilidad excesiva también es un error. Las plantas estropeadas o demasiado viejas hay que eliminarlas siempre, sobre todo si el jardín ha permanecido descuidado muchos años; puede suceder que las plantas, al crecer, se hayan quitado espacio las unas a las otras y se hayan convertido en un desolador enredo de ramas débiles, retorcidas y desnudas. En estos casos es mejor no tener piedad.
Podemos encontrar otros elementos en un jardín además de la vegetación. Los senderos, las fuentes, las pérgolas, etc. se tienen que observar con atención: arreglados de forma adecuada, pueden añadir un particular encanto al jardín. Gracias a algunas ventanas, un viejo trastero puede transformarse en un invernadero.
Si el jardín pertenece a una casa que se acaba de construir, lo primero que se tiene que observar es el suelo. A menudo encontramos sólo una capa delgada de tierra encima de una superficie dura y compacta, con restos de cal y de materiales de construcción. Entonces es indispensable eliminar una capa de por lo menos 30-40 cm y sustituirla por tierra buena. La operación es relativamente costosa pero, si se realiza pronto y con medios mecánicos, no incidirá mucho sobre el balance final y hará ahorrar tiempo, disgustos e incluso dinero en un futuro. Se tendría que realizar enseguida, cuando las máquinas todavía pueden acceder con facilidad hasta allí sin estropear nada.

No debe desatender un jardín si no quiere que acabe convirtiéndose en una masa informe de vegetación. (Fotografía: V. Goodrich/Fotolia)

Además de las plantas, un jardín puede albergar más elementos: por ejemplo, los senderos y las fuentes contribuyen a alegrar el conjunto. (Fotografía: Elena Elisseeva/Fotolia)
FACTORES QUE PUEDEN INFLUIR EN EL MICROCLIMA DEL JARDIN
• Pendiente: un terreno orientado al sur recibe más sol que uno casi plano; si está expuesto hacia el norte, recibe menos.
• Viento: si este golpea perpendicularmente contra una pared, se crean fuertes turbulencias en los lados y en la base.
• Muros: estos almacenan calor durante el día y lo desprenden durante la noche; por lo tanto, la temperatura es más elevada en un muro orientado al sur.
• Grandes árboles: su copa, además de proporcionar sombra, mantiene la temperatura del terreno; por lo tanto, en verano será más fresca y en invierno habrá menos heladas.
• Ubicación: a igualdad de temperatura, el frío produce mayores daños en un espacio cerrado que en uno abierto, de donde el frío puede escaparse.
Las condiciones climáticas pueden variar de un jardín a otro, aunque ambos estén muy cerca.
Por microclima se entienden precisamente esas pequeñas modificaciones, que pueden venir causadas por factores diversos.
Las antiguas construcciones, un grupo de árboles o una colina pueden, por ejemplo, proteger de los vientos o, al contrario, crear una sombra tupida. De esta forma se crean diferencias de temperatura incluso de bastantes grados.
Un terreno en pendiente, si está orientado al sur, recibe en general más sol que uno casi plano. Si está situado en una colina, será más cálido en invierno que el que se encuentra a los pies de la misma elevación. De hecho, el aire frío tiende a bajar. Además, puede ser más fresco en verano, porque recibirá más aire que el que se encuentra a sus pies.
Los vientos pueden resultar más o menos fuertes, según si están filtrados por un seto o reforzados, en cambio, por las turbulencias creadas por un muro.
También las plantas pueden crear un microclima: por ejemplo, debajo de un gran árbol con la copa como un paraguas se reduce la formación de hielo.
Es muy importante darse cuenta de si el jardín tiene un microclima. Gracias a ello, es posible evitar muchas desilusiones, porque no hay nada que asegure que una planta que crece muy bien en un jardín haga lo mismo en el que se encuentra al lado.
Incluso dentro de un mismo jardín, no todas las zonas se benefician de la misma orientación. Una parte puede estar a la sombra, debajo de un árbol o junto a una construcción, con exigencias diferentes respecto a otra que está a pleno sol.
De forma resumida, las características de cada orientación son:
— al este: el jardín recibe el sol desde la mañana hasta primera hora de la tarde, se calienta rápidamente, pero se enfría con la misma rapidez; esta orientación no es adecuada para las plantas de floración precoz y para los árboles frutales;
— al oeste: el jardín es muy cálido en verano y puede llegar a ser frío en invierno; esta orientación es adecuada para plantas que necesitan mucho sol, pero que son también bastante rudas;
— al norte: se trata de una exposición menos difícil de lo que parece; el jardín no está sujeto a variaciones bruscas de temperatura o a heladas imprevistas, porque se calienta y se enfría lentamente;
— al sur: el jardín está siempre iluminado por el sol; esta orientación está considerada la mejor en las zonas frías; en las más cálidas se aconseja prever una protección para el verano.
Pero estas diferencias pueden no estar tan marcadas. Por ejemplo, puesto que el sol está mucho más alto en verano que en invierno, un muro orientado al norte estará a la sombra durante esta última estación, pero no tiene por qué estarlo también en verano; por el contrario, puede calentarse mucho. De todas formas, en un jardín mediterráneo a pleno sol, también las zonas en sombra están sujetas a la luminosidad intensa y al aire seco de este clima.

En una superficie pequeña, es fácil que la casa se imponga demasiado sobre el jardín, que se ve diminuto. Aunque sea bonita, se aconseja disimularla con vegetación. Naturalmente es importante que los colores de las flores y del follaje armonicen con el de los muros. (Un proyecto de Luisa Misserville)
No es suficiente con que un jardín armonice con el entorno en el que está insertado. Aunque las plantas sean frondosas y todo esté impecable y cuidado, un jardín no será perfecto si su estilo contrasta con el de la casa.
Por ejemplo, una casa moderna con ventanas y muros cuadrados quedaría bien rodeada de follaje con formas y colores en contraste, con las plantas dispuestas de manera geométrica.
Una concepción similar sería en cambio mucho menos indicada para una casa de campo de estilo rústico en la montaña, que precisaría cerezos y arbustos de flor dispuestos con un desorden controlado.
Casa y jardín deberían constituir un conjunto homogéneo y armonioso y ser considerados como una unidad indivisible. De la casa es necesario considerar no sólo la arquitectura y el estilo, sino también el tamaño, la línea, el material utilizado y el color. Los muros oscuros necesitan alegrarse: por ello, las plantas que están junto a ellos deben tener un follaje más bien claro y brillante; los muros blancos, en cambio, precisan colores más fuertes e intensos.
Por lo que se refiere a la línea, una casa alargada y uniforme puede «dinamizarse» plantando, por un lado, árboles altos, y por el opuesto, otros más bajos.
Si la casa pertenece a una época bien definida, el estilo del jardín y la elección de las plantas, a pesar de las modificaciones necesarias, tendrían que inspirarse en la moda de ese periodo. Por ejemplo, si la casa se remonta al siglo XIX, no deberían faltar en el jardín esos deliciosos acerolos perfumados, entonces tan en boga, de la misma manera que una casa de principios del siglo XX nos trae enseguida a la mente la imagen de peonías y glicinias.

Un falso jazmín en plena floración, Trachelospermum jasminoides. (Proyecto: Studio Avogadro)

Son muchas las plantas que pueden crecer contra la casa, contribuyendo a integrarla lo más posible con el jardín. (Fotografía: Povl Eskild Petersen/Fotolia)
El jardín tendría que ser en la medida de lo posible una extensión de la casa, tanto desde el punto de vista práctico como del estético. Para empedrar senderos, terrazas y escaleras deberían utilizarse los mismos materiales que los empleados para la casa o, por lo menos, si esto no fuera posible, otros muy similares.
Debemos tener en cuenta, por otra parte, que el jardín se observa también a través de las ventanas de la casa. Esto suele olvidarse muy a menudo y es importante que exista una cierta armonía de estilo entre la decoración interna y lo que se ve en el exterior.
Si la decoración es de gusto inglés, por ejemplo con papel en las paredes y mullidos sillones de flores, sería un gran contraste ver a través de la ventana un jardín de estilo japonés, con las plantas podadas de forma rígida y controlada.
Finalmente, el jardín tiene que corresponderse con las exigencias, los gustos y el carácter de quienes van a disfrutarlo.
A menudo, se adoptan soluciones que se revelan poco apropiadas para los intereses de los propietarios: nos entusiasmamos ante una bonita idea vista en el jardín de un amigo o en una revista y nos inspiramos en ella sin analizar seriamente lo que vamos a hacer.
Los elementos necesarios serán muy distintos si los dueños son jóvenes que trabajan, un pareja retirada o una familia con niños.
Los niños tendrían que poder disponer de un espacio para sus juegos, donde poder correr sin peligro de aplastar las peonías o caer en las matas de rosas.
CARACTERISTICAS PRINCIPALES DE LA CASA
• Tamaño;
• estilo;
• época;
• color;
• material utilizado;
• decoración interior.
Para los jóvenes a los que les gusta recibir a muchos amigos puede ser agradable un gran pórtico que se puede utilizar como habitación al aire libre.
¿El jardín se encuentra en la casa principal, donde vive todo el año, o en una segunda residencia? Y en este último caso, ¿se va a ella todos los fines de semana o sólo durante unos meses en verano?
Un jardín que se disfruta durante todo el año tendría que estar siempre bonito; se cultivarán incluso plantas de hoja perenne y, sobre todo, se intentará escalonar la floración, sin descuidar las plantas que florecen en invierno (son muy numerosas). En cambio, si se trata de un jardín al que sólo vamos en un determinado periodo, es preferible concentrar la floración. Además, se podrán descartar determinados elementos que no se utilizarían. Por ejemplo, una pérgola que protege del sol sería innecesaria en un jardín donde se va sólo en las estaciones calurosas, cuando intentamos aprovechar todos sus rayos.
Es muy importante plantearse la cuestión de cuánto tiempo se pretende dedicar al cuidado y al mantenimiento del jardín. En general, acostumbramos a ser muy entusiastas al principio, pero luego nos damos cuenta de que tenemos otras tareas y que el tiempo del que disponemos se reduce mucho.
Es importante tener en cuenta que, en general, los arbustos, después del primer año, necesitan menos cuidados que las herbáceas y que las flores anuales.
En cualquier caso, las plantas que dan menos problemas en los jardines son las que se adecuan al clima, la orientación y el suelo en el que tienen que crecer.


Si le gusta recibir a sus amigos, puede acondicionar un área para el relax y la conversación. (Fotografía: Udo Kroener/Fotolia)
GUSTOS Y EXIGENCIAS DE LOS PROPIETARIOS
• Número de componentes de la familia;
• periodo del año en el que se utiliza el jardín;
• tiempo del que se dispone;
• posibilidad de contar con ayuda;
• presencia de animales domésticos;
• deseo de acoger animales salvajes (ardillas, mariposas, pájaros, etc.);
• vida social (¿se reciben muchos amigos?, ¿con qué frecuencia?);
• personas inválidas;
• coste previsto de realización;
• coste previsto para el mantenimiento.