Accesorios corrientes

Probablemente resulta acertado afirmar que hoy en día no existen ya accesorios que puedan ser considerados propios del mago. Hubo un tiempo en el que la mesa del ilusionista representaba su marca de fábrica. Una mesita cuadrada de tres pies cubierta con un retal de terciopelo negro con flecos blancos o dorados era un inmejorable distintivo característico del ilusionista. Lo mismo se podría decir de la indumentaria del mago, a base de sombrero de copa, frac y guantes blancos. A pesar de que algunos de los elementos mencionados puedan ser considerados pasados de moda por parte de unos cuantos, lo cierto es que no por ello dejan de aportar una cierta mística, cara al público, que no puede ser reemplazada por ninguna de las técnicas teatrales modernas.

A continuación se presentan unos cuantos juegos con estos elementos como protagonistas.

LA VARITA QUE DESAPARECE


La varita mágica es un sencillo palo negro con los extremos pintados de blanco que los ilusionistas pasan sobre los objetos con el fin de hacerlos aparecer, desaparecer o lo que deseen en determinado momento.

Su principal función en el pasado, aparte de la de hacerla ondular para convencer a la gente de sus poderes, consistía en atraer la atención del público en dirección errónea y permitir así las manipulaciones del artista.

En resumen, si se tiene una cosa pequeña oculta en la mano derecha, es posible que el público lo descubra. Pero es muy difícil que se dé cuenta de que se está escondiendo algo si con la misma mano se sujeta una varita.

Resulta casi inevitable realizar algún truco con la varita, a partir del momento en que el ejecutante hace creer que está dotado de ciertos poderes. Uno de los mejores números es el de la varita que desaparece.

A la vista del público se envuelve la varita mágica en una hoja de papel. Seguidamente se golpea con ella sobre la mesa, pudiendo el público oír el ruido producido por el sólido bastón contra la mesa. Se arruga entonces el papel hacia arriba, formando una pelota, y la varita parece desintegrarse en el interior del papel. El artista saca a continuación la varita del bolsillo interior de su americana.

Para efectuar el truco se precisan dos varitas; la que se muestra al público en primer lugar no es tan sólida como aparenta: consiste en un canuto hecho de papel duro negro enrollado, con dos extremos sólidos blancos pegados en correcta posición para dar la apariencia de varita mágica (fig. 1). Si se sujeta la varita por un extremo es posible golpear la mesa con la mayor porción de aquella hacia abajo con cuidado. Al chocar con la mesa se producirá un chasquido resonante que dará la sensación de solidez.

Fig. 1

En el bolsillo interior de la americana, el mago llevará escondido un doble sólido de la varita. La primera vara se envuelve en una hoja de papel. En el momento apropiado se arruga el papel haciéndose con él una pelotita, que contiene en su interior la varita de papel, y se tira a un lado como si la varita hubiese desaparecido por completo. Es entonces cuando se saca la segunda varita del bolsillo.

LA VARITA PAÑUELO


Se trata de una varita especial diseñada para hacer desaparecer un pañuelo. Consiste en una varita hueca con una varilla en su interior. Dicha varilla tiene una punta unida a una pequeña pieza que corresponde a un extremo de la varita mágica, y que así se mantiene ajustada de forma segura; el otro extremo acaba en forma de bolita.

Al realizar el número, se hace un cono con una hoja de papel y se cubre la boca con un pañuelo. El artista se sirve de la varita mágica para introducir el pañuelo en el interior del cono hasta hacerlo desaparecer, colocando seguidamente la varita sobre la mesa. A continuación, se adelanta unos pasos y agarrando el cucurucho por una esquina lo sacude. El cono se deshace, y el público constata que está vacío y que el pañuelo ha desaparecido.

El pañuelo, como es natural, está oculto en el interior de la varita mágica, pero el método seguido para conseguirlo es bastante ingenioso. El cucurucho de papel, una vez hecho, se sujeta con la mano izquierda. El ejecutante coge la varita con la mano derecha. Volviendo la boca del cucurucho hacia el auditorio, hace constar que este no tiene orificios o trampilla alguna e invita a uno de los espectadores a subir al escenario para que lo observe detalladamente. Mientras se hacen estos comentarios, el artista utiliza la varita a modo de puntero. En un determinado momento, introduce uno de los extremos de la varita en el interior del cucurucho hundiéndolo fuertemente hasta la parte más estrecha, donde el grueso del papel es mayor, de forma que, al sacar la varita, la varilla central permanece dentro del cucurucho. Es importante que a partir de este momento el cucurucho sea mantenido en posición vertical, es decir, que su abertura no se muestre al público.

Se coloca la varita sobre la mesa y, cogiendo un pequeño pañuelo de seda, se cubre la parte superior del cucurucho. De nuevo se utiliza la varita para empujar el pañuelo al interior del cucurucho, dejándola inmediatamente después sobre la mesa (fig. 2). En este preciso momento es cuando la trampa se lleva a término.

Fig. 2

Al introducir la varita dentro de la boca del cucurucho, el pañuelo de seda penetra en el interior de la varita, dejando de ser visible. Todo lo que le resta por hacer al ejecutante a partir de ahora consiste en deshacer el cucurucho para mostrar que el pañuelo de seda ha desaparecido.

LA VARITA ASCENDENTE


Este es un truco sorprendente y divertido. Si, durante un número, el artista se ve obligado a requerir la ayuda de alguno de los espectadores, la varita ascendente puede resultar oportuna. El ejecutante sujeta la varita mágica por un extremo, dejando que el resto quede pendiente por debajo de los dedos. Ofrece la varita al espectador, y cuando este va a cogerla por el lado más bajo, la varita asciende súbitamente como por decisión propia a través de los dedos del artista, escapando del alcance de la mano del espectador.

La varita en realidad está hueca, y lleva una goma elástica negra a lo largo de su acanalamiento interior. Los extremos del elástico están unidos a dos botones blancos. Uno de los botones se mantiene sujeto firmemente en el ángulo del pulgar con la mano, y el elástico se prolonga hasta el otro extremo de la varita. Con los dedos se coge con firmeza la varita y al ofrecerla, se afloja la presión con lo que la goma elástica impulsa misteriosamente la vara entre los dedos (fig. 3).

Es conveniente revisar con regularidad la goma elástica, ya que tiende a distenderse con el tiempo.

Fig. 3

LA VARITA FRACCIONADA


Al igual que la varita ascendente, se ofrece al espectador. Cuando este la coge, la varita se desmonta en sus manos. La varita está formada por una serie de segmentos con una cuerda gruesa que discurre por su interior. Si se sujeta la varita por un extremo con la mano y con el índice y el pulgar se empuja el primer segmento hacia delante, la varita se mantendrá en posición rígida. Pero al sujetar con menos fuerza, la varita se desmontará (fig. 4).

Fig. 4

También cabe la posibilidad de insertar una pequeña segmentación con una ranura practicada a un lado, cerca del extremo de la varita, con lo que el artista puede manejar esta última cómodamente. Al tenderla a un espectador, bastará con que presione ligeramente en el lado del segmento con la ranura para que esta pequeña pieza salga de la varita quedando en la mano del ejecutante.

La varita fraccionada es especialmente útil cuando se actúa ante un público infantil, y el truco se puede repetir tanto como se desee en el transcurso de la función.

LA VARITA EN EQUILIBRIO


La varita en equilibrio puede mantenerse así apoyada en el borde de una mesa, a pesar de proyectarse en su mayor parte al exterior del tablero. El secreto consiste en que la varita está hueca en su interior y contiene una pesa. Dicha pesa no está fija, sino que puede deslizarse de un extremo al otro de la varita. Hay que asegurarse, al colocar un extremo de la vara sobre el borde de la mesa, que la pesa está situada de este lado. Después de mostrar la varita en esta posición habrá que cogerla, darle la vuelta y colocarla en equilibrio sobre el extremo opuesto. Al darle la vuelta a la varita resulta fácil sacudirla levemente hacia abajo para que de esta forma el peso se desplace al extremo contrario, haciendo posible ponerla en equilibrio de nuevo (fig. 5).

Fig. 5

LA MESA NEGRA


La elección de la mesa en la que colocar los accesorios depende de la naturaleza de estos. Resulta difícil decidir qué tipo de mesa es el mejor. Todo lo que puede decirse es que para las funciones de magia existen uno o dos tipos, de dimensiones reducidas, que pueden ser adecuados.

En cierta época, era costumbre que el ejecutante dispusiera de tres mesas, una de las cuales era mayor que las dos restantes, y se colocaba en el centro del escenario, flanqueada por las dos menores. Esto ya está pasado de moda. Una sola mesa es lo corriente hoy en día, si bien hay una cierta tendencia a la utilización de dos, una a cada lado del escenario, con lo que se consigue un mayor realce de la función, situándose el ejecutante en el medio.

Disponer de una mesa con un «pozo» oculto en el que se pueden esconder pequeños objetos será de gran ayuda para realizar infinidad de trucos.

La mesa debe constar de una columna central, de cuya base parten tres o cuatro pies. Estas mesas se fabrican especialmente para magos, ya sea en material cromado o madera, y se presentan en varios estilos. La mayoría de aficionados opta por una solución más económica: compran un atril de músico al que adaptan un pequeño tablero. Esto resulta perfectamente apropiado para funciones desenfadadas, pero si se aspira a niveles profesionales, es preciso disponer de algo mejor.

El tablero de la mesa se cubre con un mantel de terciopelo negro que puede dividirse en cuadrados mediante cinta adhesiva blanca, amarilla o dorada. Estos cuadrados suponen un perfecto enmascaramiento, ya que uno de ellos en realidad es un «pozo». El «pozo» consiste en un simple agujero practicado en la mesa, del que cuelga una bolsa de tejido por debajo. Dado que la mesa está cubierta con un tapete cuyos lados cuelgan por debajo del nivel de la base del pozo, nadie puede darse cuenta de la existencia del mismo. Al mirar el tablero de la mesa tan sólo se podrá constatar que está dividido en cuadrados (fig. 6a).

Fig. 6a

Son muchos los posibles usos del pozo, pero por el momento baste saber que si se tiene la varita colocada sobre la mesa justo encima del pozo, resulta muy sencillo dejar caer lo que sea en el interior del mismo, a la vez que se coge la varita.

Por ejemplo, supongamos que aparentemente se coge con la mano izquierda una bola de billar cuando en realidad se mantiene en la mano derecha.

Con la mano derecha se hace el ademán de recoger la varita mágica que está en la mesa, y mientras se deja caer la bola de billar dentro del pozo. Con la derecha sujetando la varita se golpea suavemente con los dedos de la izquierda. Entonces se abre lentamente la mano izquierda y como es natural la bola ha desaparecido. En este momento el ejecutante puede estar situado a unos dos pasos de la mesa y nadie podrá, por lo tanto, sospechar que la mesa ha sido en realidad el receptáculo de la bola.

Si se dispone de un cartón o un alambre que tenga las medidas exactas del borde de un vaso de unos 250 ml de capacidad, puede pegarse a un pañuelo, colocándose a continuación el pañuelo sobre un vaso que estará en la mesa.

Al levantar aparentemente el vaso cubierto por el pañuelo, lo que en realidad se hace es dejarlo caer en el interior del pozo.

El ejecutante prosigue su movimiento apartándose de la mesa, sujetando en su mano únicamente el perfil oculto bajo el pañuelo. Puede entonces lanzar el pañuelo al aire y recogerlo a su caída para mostrar así que el vaso ha desaparecido.

Los dos efectos mencionados anteriormente están relacionados con la desaparición de objetos pequeños, pero la mesa negra puede ser útil también para apariciones.

Para ello se requiere un tipo de mesa ligeramente diferente, provista de un pozo mucho más profundo del que se pueden extraer objetos más grandes.

La base de la mesa está formada por tres pies de plancha de madera recortada con cualquier perfil. Estos pies, que pueden ser de cualquier estilo, están abisagrados entre sí de forma que pueden plegarse para facilitar el transporte de una función a la otra.

Los pies se mantienen en la posición conveniente gracias al tablero dotado de listones de madera en la cara inferior que los sujeta en ángulos abiertos.

El tablero está dividido en tres secciones, otra vez por medio de cinta adhesiva.

La bolsa que cuelga por debajo está disimulada por las patas de perfil recortado.

En este caso el pozo puede ser mucho más profundo que en el tipo de mesa anterior, lo suficientemente hondo que permita contener una pequeña sombrilla de las que se abren en forma automática (fig. 6b).

Si se ha hecho que aparezcan unos pañuelos de seda en un truco anterior, y ahora se colocan sobre la mesa, es posible volver a cogerlos momentos después a la vez que se saca la sombrilla cubierta por los pañuelos, para luego accionarla y hacer que se despliegue ante la mirada atónita de los espectadores.

Fig. 6b

LA CHISTERA DESCONCERTANTE


En muchas ocasiones se hace necesario disponer de un método rápido y espectacular con el que hacer aparecer unos cuantos pañuelos de seda, número en el que no importa tanto la aparición en sí como el clima creado.

El sombrero de copa especialmente preparado que se describe a continuación resultará ideal para esto. Puede utilizarse para apariciones, para sustituciones, o simplemente para hacer desaparecer de forma rápida una cosa pequeña.

En primer lugar se realiza una tapa plegable con cartón, y se recubre con el tejido negro más parecido posible al empleado para forrar el sombrero de copa. La tapa abatible se une a otro pedazo de cartulina que coincidirá exactamente con la parte interior de la chistera (fig. 7). Esta pieza que actúa de base también va recubierta con el mismo tejido negro. Una vez colocado semejante dispositivo dentro de la chistera, resulta fácil mover la solapa en ambos sentidos (fig. 8).

Fig. 7

Fig. 8

Si se colocan unos cuantos pañuelos de seda dentro de la chistera y se cubren con la solapa para ocultarlos, se puede mostrar tranquilamente el sombrero: este parecerá vacío. En ningún caso habrá que acercarse a un espectador pidiéndole que inspeccione en su interior: se trata de un truco que debe realizarse en el escenario, y sólo desde allí será posible enseñar la chistera con seguridad.

Un sombrero preparado de esta manera ofrece muchas posibilidades; aquí sólo daremos algunos ejemplos. Primero: se pueden introducir en el interior tres pañuelos de tres colores y luego sacar una gran bandera. El sombrero puede mostrarse vacío tanto antes como después del número.

Segundo: se puede mostrar la chistera vacía y luego hacer aparecer una auténtica paloma, que se colocará sobre el ala del sombrero. De hecho, la aparición de la paloma es uno de los trucos para los que más se ha utilizado siempre la chistera, debido a su vistosidad, ya que las blancas alas de la paloma destacan sobre el fondo oscuro del sombrero. Muy a menudo el mago entra en escena llevando sombrero, bastón y un guante: tiende el sombrero a su ayudante, luego el bastón, y sacándose el guante puesto junto al que lleva suelto, los dejará caer dentro del sombrero. El ayudante mira el interior de la chistera y dándole una sacudida, provocará la salida de la paloma, que se colocará sobre el ala del sombrero. Por un instante, el auditorio creerá que son los guantes los que sobresalen al exterior, pero pronto cae en la cuenta de que se trata de una paloma viva; el asombro es inmediato.

Otra utilización de la chistera consiste en mostrarla vacía y enseguida hacer aparecer una larga cinta de papel. Es sencillamente una serpentina que se extrae colocándola en el extremo de la varita y devanándola fuera del sombrero.