
Los trucos que muestra la presente obra, si se realizan en la forma debida, son completamente inofensivos tanto para quien los lleva a término, como para el público y los animales utilizados. Asegúrese, de todas formas, de cumplir las instrucciones de manera muy atenta, y sírvase únicamente del equipo y/o materiales especificados.
No sabemos el nombre de la persona que realizó el primer juego de manos. No es probable que se tratara de una sola persona.
En tiempos prehistóricos ya existían seguramente algunas personas repartidas por el mundo que descubrieron estar dotadas de cierta habilidad para engañar a sus congéneres, verbal o visualmente. Estos individuos fueron, sin duda, los primeros sacerdotes y médicos.
La primera noticia escrita acerca de una función de magia hace referencia al mago Dedi, en la corte del rey Keops, en Egipto, hará unos tres mil años. La referencia está incluida en el Papiro de Westcar. En dicho manuscrito se describe la función tal y como se llevó a cabo, además de detallar varios de los juegos que la constituían, entre ellos la decapitación de un pollo seguida de la recomposición del animal —evidentemente una forma precursora del efecto de decapitación tal y como lo conocemos hoy en día— y la transposición de dos cabezas de pollos, uno negro y otro blanco, seguida de la correcta reposición a sus correspondientes cuerpos.
El primer libro de ilusionismo se publicó en el siglo XVI: The Discoverie of Witchcraft (Descubrimiento de la brujería), de Reginald Scot. Sus páginas no trataban sólo de brujería. Además de explicar cómo hacer conjuros y curar toda suerte de dolores y molestias, mostraba los secretos de diversos trucos de magia, algunos realizados con naipes, otros con cuerdas o monedas y, ¡sorpresa!, el truco de la decapitación. La obra se publicó para avisar a la gente contra charlatanes y saltimbanquis de la época, aunque parece que el efecto fue precisamente el contrario: adquirir un libro —y saber leerlo—en ese tiempo era un privilegio de los adinerados y, en concreto, los falsos adivinos. De sus páginas extrajeron nuevos conocimientos con los que convencer al pueblo de sus poderes. A Scot le llevó mucho tiempo reunir el material para su libro, y ahora lo ofrecía ilustrado a aquellos que pretendía desenmascarar. En realidad les regaló el primer libro de texto relativo a su tema favorito: engañar a la gente.
Resulta significativo que en los años que siguieron a la publicación de The Discoverie of Witchcraft pareció proliferar el número de actores ambulantes. La mayoría de las compañías contaban con un juglar que practicaba prestidigitación. Entre otros trucos de magia solía hacerse el número de copas y pelotas citado en el Papiro de Westcar muchos siglos antes. Las actuaciones tenían lugar en la calle o en las ferias del pueblo.
En el siglo XVIII los actores de salón empezaron a actuar en las mansiones de los ciudadanos acomodados. Un hombre de esa época, Isaac Fawkes, que actuó tanto en ferias como en residencias privadas, logró amasar una fortuna gracias a su dedicación a la magia.
A fines del siglo XVIII y principios del XIX aparecieron numerosos magos profesionales que practicaban sus habilidades con la única finalidad de distraer al público. Los días del charlatán en la profesión eran cosa del pasado; el ilusionismo se convirtió en algo respetable. Los magos disponían de salas en las que era posible albergar al público de sus funciones.
A mediados del siglo XIX, un tal Charles Morton abrió las puertas del primer teatro de variedades en el que la gente debía pagar por presenciar la función. Hasta entonces, los teatros de variedades eran simples salas habilitadas en casas abiertas al público. Se podía entrar en ellos a tomar una copa y asistir a la función gratis. Charles Morton cambió de sistema. Fue el iniciador de lo que con el tiempo se daría en llamar variedades, o vodevil, y no transcurrió mucho hasta que otros propietarios de teatros adoptaron la idea.
El advenimiento de las variedades supuso la aparición de un nuevo tipo de mago profesional, que conocía cierta cantidad de trucos perfeccionados gracias a la práctica que proporcionaban las funciones continuadas. Ese sería el modelo imperante durante cien años, hasta que apareció la televisión. Son varios los factores responsables del declive de los teatros de variedades, pero la televisión es uno de los más importantes. Hoy en día el público tiene escasas oportunidades de ver a un mago profesional actuando, y prácticamente ninguna de asistir a las grandes funciones de magia. Sin embargo, queda un rayo de esperanza: el espectáculo financiado. Es un modelo de negocio que empieza a asentarse en Europa, pero que en Estados Unidos lleva mucho tiempo funcionando; en cuanto a la magia en USA, las grandes compañías ofrecen los fondos para que importantes agrupaciones de magia se desplacen por toda la nación.