capaz de comprender los fallos de los demás, lo que implica reco-
nocerlos y aceptarlos animando al otro a superarlos. Comprender
no es defender o justificar al otro y, mucho menos, amparar,
fomentar y promover tales fallos ajenos con nuestra postura.
Los resultados a los que todo ello conduce constituyen la
correcta utilización de los potenciales humanos con los que cuen-
ta la organización. Y la misión del empresario, del Director, no es
la de homogeneizar sino la de coordinar a esas personas con las
que cuenta que, siendo diversas y distintas, son complementarias.
Como los objetivos se asumen, las tareas y cometidos se desa-
rrollan con interés y empeño. En efecto: la existencia de metas
comunes no surgen tanto por las razones que se dan cuanto por
lo valioso de lo que se está proponiendo. No se trata de que yo
consiga vencer al otro y ganarlo para mi causa, cuanto que sea
el otro quien se convenza (= se venza a sí mismo) y se entregue
él a mi causa porque es también la suya. Es a partir de aquí cuan-
do surge la posibilidad de coordinar las diversas cualidades per-
sonales para el enriquecimiento de todos pues, aunque es lógico
que los diversos miembros respondan de modo distinto a las
cinco preguntas básicas (= qué, cómo, con quién, por qué y para
qué), en la medida en que unas posturas no se oponen a otras
es posible la coordinación y complementación de todas ellas,
provocando así la sinergia. De ahí que en un equipo directivo, tan
importante es la persona dura como la conciliadora, la intuitiva
como la reflexiva: cada uno tiene su papel, su misión, su momen-
to de actuación que es tan importante como el de los demás e
insustituible por los demás. Se comprende fácilmente que no es
oportuno que el «negociador» sea también «el duro», el que al final
va a «cortar por lo sano». Con una persona que tiene ese cometi-
do en la organización no negociamos, no nos sirve de interme-
diario, de inter-locutor: de él sólo podemos esperar que impon-
ga su postura, que imponga su criterio. Por el contrario, en un
equipo de dirección, cada uno tiene su cometido, su tarea, su
función: distinta de la de los demás, pero complementaria de la
de los demás. Lo mismo ocurre con un equipo de alta investiga-
ción, y así se lo manifestó Einstein a un insigne matemático: «es
usted el que tiene el problema matemático de demostrar cómo es
posible llegar a ese resultado; yo no lo tengo, porque soy físico
y, como físico, sé y he comprobado que el resultado que pro-
pongo es correcto». De hecho, no encontramos a un ser humano
Introducción a los recursos humanos en la empresa
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