En segundo lugar, hay que saber encajarlo cuando llega para
aprender de él. El buen boxeador no es sólo el que tiene una
buena pegada sino el que sabe encajar los golpes para no que-
dar K.O. en el primer asalto. Cuando he pasado por estas expe-
riencias del dolor personal, lo que a mí me ha ocurrido me ayuda
a comprender a los demás cuando les está pasando y, al com-
prender a los demás, me voy comprendiendo también a mí
mismo, porque el dolor y el sufrimiento no se encaja siempre
bien y, ciertamente, nunca se encaja de una vez y para siempre:
cuando vuelvo a pasar por la misma situación hay veces que me
parece que de nuevo la paso por primera vez. Este saber encajar
me lleva a aprender a aceptar y la aceptación es una actitud y
postura personal, activa y valiente que nada tiene que ver con la
resignación: el que sabe aceptar aprende a encajar la situación y,
por este camino, aprende a resolver y responder esa dificultad
para llegar, finalmente, a superarla. Y es precisamente esta capa-
cidad de resolver y superar las dificultades la que se torna en
nosotros en fuente de satisfacción. Se trata, pues, de saber prote-
gerse, defenderse, convivir y desenvolverse en ambientes que, de
suyo, nos resultan hostiles. El torero disfruta cuando recibe la
ovación, las orejas o el rabo en lugar de sentir angustia por «la
faena ya realizada con éxito». En definitiva, el camino a seguir
presenta tres etapas bien definidas en términos de Medicina
General:
1º) Desarrollar defensas, fruto de una vida sana.
2º) Vacunarse, para prevenir las enfermedades que podamos.
3º) Saber pasar la enfermedad cuando se nos presente23.
Finalmente, descubrir el sentido humano y religioso (= trans-
cendental) que encierra el dolor mediante las propias «experien-
cias»24 en las que hemos aceptado que el dolor puede existir;
cuando se ha presentado hemos aprendido a encajarlo para acep-
tar y resolver la situación, dando una respuesta personal a ese
problema tratando de superarlo y aprender para el futuro pues,
normalmente, podemos aprender más de los fallos y momentos
difíciles y de los errores que de los aciertos y momentos agrada-
bles pues, estos últimos, si deseamos provocar que se produzcan
de nuevo, hay tantos elementos que no están en nuestra mano
que nos resulta imposible repetir esa situación. Conviene, pues,
no hacer una tragedia con motivo de los acontecimientos desa-
gradables. Preguntémonos por las causas que los han originado
Introducción a los recursos humanos en la empresa
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