conseguido alcanzar un resultado, es verdad que internamente
puedo tener mayor confianza en mí mismo de que lo lograré
otra vez, pero, si nos atenemos al cálculo de probabilidades, lo
lógico es la actitud opuesta: las posibilidades de error y de fallo
involuntario son cada vez más elevadas si todos los casos ante-
riores han sido de acierto. Por eso, el hecho de querer asegu-
rar un resultado crea en mí un alto grado de inseguridad: ¿lo
conseguiré de nuevo otra vez?, ¿cuánto me arriesgo a perder? Y
estas dificultades sólo se resuelven cuando empezamos a
movernos y actuar en la vida por valores humanos y no por
resultados o por comportamientos, es decir, cuando valoro los
talantes y las actitudes muy por encima de los éxitos o fracasos
que se producen. Es verdad que el ser humano necesita de la
confianza, pero ha de buscar una confianza razonable en sus
propias capacidades y las circunstancias que le rodean, y no
una confianza temeraria del que se lanza a tumba abierta afir-
mando: «a mí, esto, no me pasará nunca».
Para concluir, comentar brevemente que uno de los mayo-
res problemas con los que podemos encontrarnos es el de que-
darse sin metas en esta vida cuando, por ejemplo, una perso-
na experimenta que «ha tocado techo profesionalmente
hablando» y, simultáneamente, se da cuenta que ya ha cumpli-
do a su edad las metas familiares que se había propuesto, pues
sus hijos ya están emancipados y considera que su matrimonio
«ya no da más de sí». El Directivo que llega a esta situación se
pregunta qué hacer, a qué se va a dedicar a partir de ahora. La
situación en la que se encuentra es la acedia, que no es una
vagancia o pereza sino una falta de interés porque nos hemos
quedado sin metas: nada de lo que hacemos o creemos poder
hacer consideramos que vale la pena porque ya no hay un
futuro que impulse a seguir adelante sino el «tedium vitae», el
aburrimiento de un presente que se prolonga y perpetúa en el
tiempo carente de ilusiones personales, vacío de motivaciones,
por lo que produce una sensación de fracaso no sólo de cara
al futuro sino de cara al pasado y que le lleva a uno a cuestio-
narse: ¿qué he hecho yo con mi vida? La pregunta, por tanto,
que nos formulamos es ésta: ¿Para qué he hecho lo que he
hecho? O, en otros términos: ¿qué he hecho yo con mi vida?
Estamos ante la «foto fija» de una cinta de vídeo «atascada» o en
posición de «pausa», que no avanza, no permite ver el final y
Introducción a los recursos humanos en la empresa
77