vía no ha logrado porque él puede ser «el pluscuamperfecto»
y ve que no lo consigue: se acerca a la meta, pero no la logra
y, por eso, fracasa. Esta forma de ser y de actuar lleva al per-
feccionista a sentirse «arrollado por las circunstancias» que no
puede controlar ni prever con detalle: se siente dominado por
ellas y esto es fuente de inseguridad personal, frente a la pos-
tura del que logra ser SEÑOR DE SÍ MISMO y sabe moverse y
actuar en medio de situaciones muy variadas, lo que propor-
ciona una buena dosis de confianza y tranquilidad. Es así
como me siento seguro, porque mi postura es opuesta a la del
perfeccionista.
¿Cómo intenta superar esta situación la persona perfeccionis-
ta? Fundamentalmente, existen dos posturas: una mala y, la otra,
mucho peor. La mala consiste en afirmar que yo soy perfecto,
yo no me equivoco (¡si lo sabré yo!): son los demás los que se
equivocan y hacen las cosas mal, porque son un atajo de incom-
petentes y yo nunca he soportado la incompetencia. Como
podemos comprender, no resulta nada fácil la convivencia y el
trabajo en equipo con una persona así. Pero, como los seres
humanos podemos llegar a darnos cuenta de las cosas, a veces
terminamos por rechazar esta postura que es mala y vamos a
otra peor: la culpa de todo es mía, tiene que ser mía, porque es
imposible que todos sean unos inútiles y siempre se equivoquen
los demás y yo no lo haga nunca. Además, he sido yo el que con-
traté a mis subordinados y les encomendé esas tareas. Cuando
se adopta esta postura, ya no vamos contra los demás sino con-
tra nosotros mismos y hemos iniciado el camino de la propia
autodestrucción.
Y es que «para saber ganar, hay que saber perder»22. En
muchos juegos de mesa gana sólo uno y pierden todos los
demás pero, el que gana, lo hace no a costa de los otros sino
al lado de los otros porque son los otros, que han querido acom-
pañarme y jugar conmigo, los que han hecho posible que yo
gane. Cuando perdemos esta visión de equipo, de grupo huma-
no solidario, convertimos el juego o el deporte en una compe-
tición, en una manifestación de prepotencia: sólo puedo ganar
con tal de «machacar» al adversario que es digno de todo mi
odio y revancha. Y esto ocurre siempre que yo quiero conse-
guir un resultado a toda costa, lo que impide conseguir una
calidad humana y motivacional. Es más: cuantas más veces haya
Recursos Humanos
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