Sobre la base de nuestro proyecto de vida y unas metas claras
aplicaremos nuestro afán de superación, pero teniendo en cuen-
ta que ha de existir siempre una relación ponderada (que es per-
sonal, para cada uno y distinta de unos a otros) que nos expre-
se con claridad el coste que estamos dispuestos a asumir a
cambio del resultado que esperamos poder alcanzar19. De otro
modo, el éxito profesional o académico puede llevarnos a una
profunda depresión porque, afectivamente y para nosotros, no
hay compensación entre lo conseguido y el precio pagado en
esfuerzos y sacrificios (= destrucción personal ).
Y como todos tenemos fallos y cometemos errores alguna
vez, es esencial saber perdonarse a sí mismo para llegar a com-
prender y perdonar los fallos ajenos, pues las demás personas
son también de nuestra misma condición. Este es el antídoto
ideal contra el perfeccionismo20 que no es sana ambición sino
una forma de codicia que esclaviza a la persona. El perfeccio-
nista no acepta fallar y, en este sentido, es una forma solapada
de codicia y de orgullo que no se reconoce ante los demás por-
que es fruto de un proceso de racionalización, es decir, algo que
se intenta justificar con razones y argumentos variados pero que
brota no de un convencimiento racional y lógico sino de una
postura afectiva21 que es, precisamente, la que se trata de justi-
ficar con razones. Y sabemos muy bien que no todo lo que se
razona resulta razonable.
El perfeccionista comienza siendo exigente e intransigente
consigo mismo, pero fácilmente pasa a serlo también con los
demás «porque (= razones) son capaces de hacerlo y las cosas
deben hacerse bien». Curiosamente, su exigencia de perfec-
ción hacia los demás lo que logra es poner estresados y ner-
viosos a sus colaboradores, con lo cual éstos se equivocarán
más y cometen más errores de los que se producirían en una
situación tranquila, lo que contribuye a mermar la autoestima
personal y crea inseguridad en la ejecución de las acciones,
por lo que éstas salen peor. En definitiva, es como «una pes-
cadilla que se muerde la cola», generando así un efecto bola
de nieve. Al no aceptar los fallos propios ni los ajenos (fallos
que siempre se dan en la vida real ya que la persona perfec-
ta nunca será perfeccionista, rígida, cuadriculada, inmutable e
invariable, etc.), el perfeccionista no disfruta de lo que ha
conseguido sino que se lamenta y se culpa por lo que toda-
Introducción a los recursos humanos en la empresa
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