practicada en nuestros días por Gandhi y Martin Luther King
entre otros, no es nada fácil15.
En definitiva, vencer no es sinónimo de con-vencer. Cuando
derroto y venzo dialécticamente a mi adversario no es evidente
que «le he ganado para mi causa». Tal vez, cuando se sienta «más
preparado y más fuerte que yo», me haga frente porque no le he
con-vencido. La guerra conduce siempre a la victoria de unos
sobre otros, pero la victoria no asegura la paz: el sometimiento
del vencido no garantiza su colaboración y cooperación. Por eso,
la no violencia arranca de la aceptación de lo que quiera hacer
la otra persona: ser amigo mío o no. Pero yo siempre tendré muy
claro que, del mismo modo que no puedo lograr que alguien sea
amigo mío, nadie puede conseguir de mí que yo sea su enemigo
si yo no estoy dispuesto a serlo: usted puede decidir no ser mi
amigo pero eso no implica que yo me convierta en su enemigo.
Y «¿acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hace-
mos amigos nuestros?» (Abraham Lincoln y Martin Luther King).
Planteado en estos términos la forma de amar al otro, nos falta
comentar cómo esperamos o buscamos ser correspondidos,
sabiendo que es esencial que yo perciba esa correspondencia, ese
afecto del otro hacia mi persona. Normalmente, todos expresa-
mos nuestra queja de los demás cuando advertimos en ellos un
comportamiento egoísta, pues el egoísta trata de obtener ventaja
para sí en su relación con los demás, trata de aprovecharse de
ellos y, esto, molesta. Por eso, cuando alguien rechaza seguir tra-
tando a esa persona en el futuro, el egoísta tratará de acudir a
otro y, en consecuencia, aun cuando tales relaciones van fraca-
sando con el paso del tiempo y no se alcanzan relaciones inter-
personales, el egoísta siempre se ha aprovechado de las personas
que ha conocido. Erróneamente y como alternativa, se ha plan-
teado a veces promover un comportamiento altruista. Y, como el
altruista da todo lo que tiene a los demás sin esperar nada a cam-
bio y, por ello, sin obtener ningún provecho de los demás a los
que trata, transitoriamente puede sentirse a gusto pero, a más
largo plazo, la situación es todavía de mayor insatisfacción y más
frustrante que la del egoísta: no sólo no logro desarrollar relacio-
nes interpersonales sino que, además, nadie me corresponde a lo
que yo doy y todos se aprovechan de mí. Por ello, el comporta-
miento altruista desarrollado con múltiples personas es aún más
nocivo que el egoísta desde el punto de vista personal para quien
Introducción a los recursos humanos en la empresa
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