conceder al otro cualquier cosa que me pide: esto puede ser sen-
siblería o sentimentalismo o, para ser más exactos, «un egoísmo
sentimental» porque, con mi forma de proceder, yo trato de com-
placer la petición ajena sin plantearme si eso le hace bien o no,
le conviene o no, porque realmente yo estoy prescindiendo de
esta valoración de las consecuencias derivadas de lo que hago.
En realidad, aunque me cueste reconocerlo, mi acción (que,
incluso, puede ser buena y válida) está motivada por mi afecto
hacia el otro pero no hará que aumente dicho afecto porque mi
actuación está orientada a satisfacer mi propia sensibilidad, aun-
que encubriéndola (¡eso sí!) bajo apariencias de «servicio desinte-
resado hacia el otro». Fijémonos en que, por ejemplo, hay padres
que tratan de evitar a sus hijos todo tipo de sufrimiento12 porque,
en el fondo, ...no quieren sufrir ellos viendo que su hijo sufre. Es
lo que hemos llamado egoísmo sentimental13 porque, el que ama
no procede así sino que da al otro lo que necesita y lo que le
conviene para su bien con independencia de lo que me pide: el
amante da al amado de lo que es y tiene y está en su mano y en
sus posibilidades poder darlo, de modo que lo que se le brinda
puede ser recibido por el otro para su bien, a la vez que le ayu-
damos y concedemos oportunidades para que corresponda a ese
afecto si él quiere porque tal correspondencia se espera, por el
bien del otro, y se está abierto a ella pero sin exigirla. El amor se
propone pero no se impone.
El amor no es una postura sensiblera sino enérgica que arran-
ca de una clara decisión y acto de voluntad al lado de los senti-
mientos, no arrastrado por los sentimientos, sino matizado por
ellos. Por eso, el amor al otro puede exigir de mí que me defien-
da de él, algo muy distinto a que me vengue. Por ello, no debe-
mos olvidar que los símbolos tienen siempre un significado pre-
ciso, único e inconfundible como ocurre, por ejemplo, con el
anagrama de una marca de automóvil o de un Banco. Por el con-
trario, los signos son ambiguos en su significado y siempre nece-
sitan ser interpretados, que es lo que tenemos que hacer cada
uno de nosotros en cada caso concreto basándonos, para ello, en
nuestra experiencia y el tipo de relación establecida con el otro.
Sólo así podemos traducir el signo en un significado concreto
para nosotros y respondernos a preguntas tales como: ¿por qué
me sonríe esa persona?, ¿por qué me hace un regalo?, dado que
la misma acción (sonreir) puede significar para nosotros la acep-
Introducción a los recursos humanos en la empresa
69