recibir, tal vez hoy considere suficiente que me pague o corres-
ponda con «el ciento por uno» pero es muy posible que, más ade-
lante, me pregunte: ¿y por qué no me devuelve el mil por uno,
el millón por uno, mil millones por uno? Como esto no tiene lími-
te, si lo hago «por lo que voy a recibir a cambio», por muy extra-
ordinaria que sea la compensación que se me ofrece, a largo
plazo siempre me sentiré defraudado porque nunca lo he hecho
por el otro. Por el contrario, cada vez que lo hago por el otro,
toda correspondencia que se me ofrece «constituye un plus» y, en
consecuencia, es bien recibida, es algo extra-ordinario y, por ello,
fuente de satisfacción. Si yo dejo algo por ti, lo que me importa
eres tú, aunque no me devuelvas nada a cambio, porque no lo
hago por lo que pueda obtener a cambio: lo haría igual aunque
no recibiese nada y, por tanto, lo que reciba es un motivo más de
satisfacción pero no es el motivo de mi satisfacción. Histó -
ricamente, nadie ha dado la vida por tener, tampoco se da la vida
propia por saber pero muchas personas han dado la vida por
otro, unas veces entregándola poco a poco en el gota a gota de
cada día y, otras, haciéndolo de golpe de una sola vez, porque
la vida es un valor muy alto pero no es un valor supremo al que
todo deba sacrificarse.
Pero no me basta con que yo quiera a los demás: necesito ser
correspondido. Y ¿quién me asegura que el otro va a correspon-
der a mi afectividad? Evidentemente, mientras mis relaciones se
encuadren en el marco de seres humanos, tendré esperanza, con-
fianza, certidumbre... pero no es posible que tenga jamás certe-
za matemática en que la correspondencia se produce y perdu-
rará en el tiempo11. Y ¿cómo somos correspondidos por los
demás? La respuesta a esta cuestión depende de cómo es el otro,
de cómo cree que debe hacerlo con nosotros, de lo que él cree que
nos conviene y, en definitiva, de su modo de ser porque nos que-
rrá no con nuestro estilo sino con el suyo. No debemos olvidar
que «yo no te quiero a ti como a ti te gusta sino según mi forma
de ser y tal como soy capaz de hacerlo. Y lo hago como creo que
te beneficia a ti, te ayuda a ser persona y te hace bien, aunque
no te resulte agradable en todos los casos». El afecto se asienta
sobre la amistad personal, y el corazón y el motor de la amistad
es crecer en el encuentro interpersonal.
Ahora bien: ¿qué entendemos por amar a otro? Fácilmente
podemos comprender que no podemos dar este calificativo a
Recursos Humanos
68