falta, no aporta nada a nuestras posibilidades actuales y en cam-
bio genera desaliento. En segundo lugar hemos de tener claro
que la ausencia de un vicio no equivale a la existencia de una
virtud: de alguien que no ha robado no podemos decir que es
honrado y respeta la propiedad ajena; simplemente, podemos
afirmar que en el pasado no se apropió de lo que no le pertene-
cía, comportamiento que puede estar basado en la virtud o en no
haber encontrado el momento y la cantidad apropiada para efec-
tuar el robo y desaparecer. Por eso, en Pedagogía la forma de
luchar contra un vicio es esforzarse en practicar la virtud corres-
pondiente porque es la existencia del bien el que hace desapa-
recer el mal. En tercer lugar, la práctica de los valores humanos
que posibilitan y abren el camino hacia la felicidad aun cuando
tales valores no son la felicidad. En efecto: se pueden practicar
en grado excelente los valores humanos y caer en la depresión,
que es la enfermedad de la alegría. Como ya señaló Vallejo-
Nágera, cuanto más sensibles, afectivos y humanos somos más
fácil es que caigamos en una depresión si no sabemos defender-
nos, protegernos y movernos en ambientes hostiles y en situacio-
nes inhumanas. Lo que denominamos bien-estar no se corres-
ponde con lo que es la felicidad, a la que se accede a partir del
bien-ser que es practicar el bien y llevar-se bien con lo que nos
rodea: personas, circunstancias y cosas.
La realización práctica de todo esto exige que sepamos inte-
grar los diversos campos de nuestra vida en lugar de oponer unos
a otros. En todo ser humano encontramos el campo de la vida
familiar, la vida profesional y la vida dedicada a las creencias,
ocio, cultura, etc. Resulta evidente que si queremos dedicar más
tiempo a una de ellas. tendrá que ser a costa de las demás. ¿Qué
pensaríamos de un padre que, por sus ocupaciones, no encuen-
tra tiempo para acudir al entierro de su hija de 7 años después
de no haber pasado juntos nunca unas vacaciones y haberse visto
unos pocos fines de semana a lo largo de esos años? Por eso,
cuando alguien publica un libro y se lo dedica «a mi mujer y a
mis hijos», ¿está seguro que ellos comparten la dedicatoria y la
agradecen? ¿Pondrían también ellos lo mismo o se lo recrimina -
rían al autor por los sacrificios y privaciones que les ha impues-
to escribiendo esa obra? Quien dedica mucho tiempo a la profe-
sión a costa de dar poco tiempo a su familia, quizás se lamente
un día de conocer poco a sus hijos y, prácticamente, no haber
Introducción a los recursos humanos en la empresa
63