dad personal basado en la confianza mutua, imprescindible para
madurar, enriquecerse y mejorar como ser humano en el que tie-
nen cabida las motivaciones trascendentes.
Precisamente la «economía de las donaciones» a la que se ha
referido Boulding2, es la única que aporta al otro bienes y servi-
cios en función de lo que realmente necesita y no como res-
puesta a su demanda basada en su potencial económico, algo
que se produce claramente en la familia sobre la base del interés
y el respeto por el otro y la no discriminación de ninguno de los
miembros: el hecho de que a un hijo se le proporcione un curso
de inglés, por ejemplo, no impide que, llegado su momento, tam-
bién se le proporcione a otro cuando lo necesite o, si no resulta
posible, el que ya accedió a él pone ahora sus conocimientos al
servicio de su hermano. Todos tienen así la oportunidad de sen-
tirse apreciados, valorados, queridos y de ser útiles con lo que
son y tienen para los demás miembros, algo que debe ser tenido
también en cuenta en una organización empresarial: si se me ha
concedido un puesto de trabajo no debo ser calificado de «inútil»
pues ello es una forma evidente de reconocer que, quien me eli-
gió para ese puesto, es tanto o más inútil que yo en el desarro-
llo de su función.
La consecuencia de todo ello no puede ser más evidente: sur-
gen así personas que han desarrollado la autoaceptación, auto-
estima y autoconfianza, fruto de relaciones personales que dan
origen a personalidades optimistas y no idealistas: conocen lo
que tienen de positivo y valioso así como sus posibilidades de
mejora y las dificultades que ésto conlleva, dificultades que se
afrontan con ilusión, deportividad y alegría aunando audacia
con prudencia y humildad. En efecto: la audacia sin prudencia
es temeridad y la prudencia sin audacia se convierte en la cobar-
a de una persona timorata. Por su parte, la humildad facilita
el encuentro con la verdad de las personas y las cosas y su acep-
tación.
En la familia se confía en el amor y en la aceptación perma-
nente de la que uno es objeto respecto a los padres.
Precisamente, cuando esto falla el ser humano se siente inestable,
inseguro y por ello, al no sentirse aceptado, tampoco se acepta a
sí mismo, se encuentra sin «referente» al que mirar para dirigir su
vida y tendrá graves dificultades para aceptar a los demás, pues
el marginado siempre rechaza a los que le marginan. Lo mismo
Recursos Humanos
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