mismos. La superprotección genera inseguridad e incertidumbre
ante lo desconocido. Es frecuente que quien se ha sentido desam-
parado (lo que no implica que lo haya sido realmente), fomente
la superprotección con aquellos que más aprecia porque, en
general, ninguno deseamos que los demás padezcan aquello que
a nosotros nos ha dolido. El sadomasoquismo se nos presenta así
como un mecanismo de autodefensa psicológico mediante el cual
intentamos no quedar atrapados por la afectividad ajena, tal
como nos ha ocurrido en el pasado con otras personas (padres,
amigos, etc.) que consideramos nos han «sometido» por los sen-
timientos.
Una vida «dertigo» crea no sólo problemas de estrés sino
también de deterioro de los valores humanos al constituir una
experiencia deshumanizadora. La experiencia histórica pone de
manifiesto que en las épocas de guerra no sólo se desata la vio-
lencia física sino también la falta de respeto hacia los demás: en
unos casos porque no se les reconoce el derecho a la vida, en
otros, porque no se les reconoce su condición humana al some-
terles a la tortura psicológica como forma refinada de violencia y
lo mismo ocurre con el desarrollo de la prostitución como forma
de dominio y sometimiento mutuo: uno exige placer y otro exige
dinero aunque no goce en esa relación. Este deterioro de los
valores humanos a través de las experiencias deshumanizadoras
exasperan el materialismo, la ambición por los resultados y dejan
fuera de control las pasiones humanas que generan tensiones no
sólo inter-personales sino, en primer lugar, intra-personales, lo
que lleva a la persona que las sufre, a buscar mecanismos de
compensación y desfogue. Precisamente, porque me siento
dominado y arrastrado por unas circunstancias, pasiones y ten-
dencias que no consigo controlar, el mecanismo de compensa-
ción y desfogue me impulsa a reaccionar «dominando» lo que está
a mi alcance, ya sean personas indefensas o que dependen de mí,
ya sean cosas que someto a mis caprichos: el poder, el placer y
las pelas, las tres formas habituales de ejercer el poder sobre algo
y sobre alguien.
Es necesario, por ello, aprender a hacer las cosas «como por
juego». Se ponen así claros límites al estrés a través de una deci-
sión personal que nos lleva a fijar la importancia y la valoración
de los acontecimientos, las cosas y las metas que buscamos. Y es
que el estrés no se reduce al incrementar la motivación por algo,
La estructura de la personalidad
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