Estas opciones se ponen de manifiesto muy claramente cuan-
do se presenta la crisis del sufrimiento propio y ajeno, en la que
he de encontrar cómo encajo mis sentimientos, y cómo me com-
porto en medio de situaciones complicadas y dolorosas. Es decir,
cuando pongo todo mi empeño en evitar a los demás el sufri-
miento y las dificultades, ¿actúo así porque no quiero sufrir yo al
ver sufrir al otro? o, en otras palabras: ¿quiero realmente a los
demás cuando hago de ellas personas caprichosas o egoístas por-
que yo lo soy y no quiero sufrir viendo sufrir a alguien con quien
me siento unido sentimentalmente? Nótese que esta actitud y
comportamiento «sentimental» da satisfacción a mi sensibilidad
encubriéndola bajo capa de «servicio» a los demás, de falsa moti-
vación trascendente. El proporcionar a los demás una «urna de
cristal» es perjudicial para ellos y para mí pues, de este modo, no
maduran las personas ni se profundizan las relaciones interper-
sonales: esto es, simplemente, un egoismo a duo, una «ampliación
del ego».
Por ello, en el plano familiar, los encargos que se encomien-
dan a los hijos nos hacen comprender lo que ocurre en la empre-
sa con lo que delego a los subordinados: ¿es algo que pido a
otros para que aprendan a valerse por sí mismos o lo hacemos
por comodidad nuestra? Las dos interpretaciones son posibles por
parte del otro y hay que darle no lo que quiera sino lo que nece-
sita: darle la oportunidad de que madure y vea que, lo que le
proponemos, es ventajoso para él pues es él quien ha de con-
vencerse por sí mismo: en la vida nunca hay hechos evidentes
que convencen de forma aplastante e irrefutable.
Los resultados pedagógicos que se obtienen en la familia ilus-
tran plenamente sobre lo que podemos esperar en el marco de
la empresa a través de las relaciones humanas. En efecto: si a un
hijo le dejamos desde su infancia hacer lo que quiera, es muy
posible que sus compañeros de infancia le envidien, pero es casi
seguro que estamos contribuyendo a hacer de él un desgraciado
para el futuro: no estudia hoy y no va a clase cuando no quiere,
hace cada día lo que le apetece pero su falta de cultura no es el
mayor problema sino el hecho de que no aprende a ser persona,
no madura y, de mayor, la sociedad dice que «no sirve» y le mar-
gina. De ahí que a las personas (y especialmente a los hijos úni-
cos) hay que crearles dificultades artificiales para que decidan,
maduren, crezcan en autoestima, autoconfianza y seguridad en sí
Recursos Humanos
392