De lo que acabamos de exponer19 podemos comprobar que
en toda relación interpersonal ha de darse una dimensión afec-
tiva y una dimensión cognitiva, pues el conocimiento del otro es
inseparable del amor por él: conocer y querer son funciones dis-
tintas pero, en el plano operativo, van unidas y lo uno lleva a lo
otro: cuanto más se ama a una persona mejor se la conoce y vice-
versa. Esto, que puede comprobarse en el campo del matrimonio
y la familia, resulta de plena aplicación a las organizaciones
empresariales cuando se profundiza en el comportamiento huma-
no en la empresa.
En efecto: el hombre y la mujer son, ante todo, personas y por
ello no pueden utilizarse como objetos de producción (en la
empresa) o de placer (en la prostitución) aun cuando voluntaria y
tácitamente lo hayan acordado para tomar cada uno la parte del
otro que egoístamente le satisface20. Como la afectividad forma
parte del tejido íntimo de la personalidad humana que implica sen-
timientos y razón, cuando se excluye o margina el compromiso
afectivo en las relaciones interpersonales, la relación humana se
autodestruye y se sitúa a un nivel que está por debajo de la rela-
ción entre los animales, pues éstos se mueven por los sentimien-
tos pero el ser humano, en un caso así, los dirige con su razón para
dominar a otro y servirse de él. De ahí que, aunque los seres
humanos puedan establecer entre sí vínculos como seres anóni-
mos, de hecho no lo son ni jamás llegarán a serlo. Cuando el ser
humano utiliza y se sirve de otro como «objeto», ya sea de pro-
ducción o de placer, atenta contra lo esencial de esa persona. La
represión sistemática de esta dimensión afectiva genera sentimien-
tos de culpa, de subestimación, de asco, de náusea etc. (también
entre los no creyentes) que acaban por cercar a la persona en el
estrecho perímetro de la neurosis. Frustrar esta dimensión afectiva
y de respeto interpersonal conlleva poner en grave peligro la fide-
lidad y el compromiso entre las personas sobre el que se asienta
la unión y la unidad. El amor entre las personas exige el mutuo
conocimiento: cuando no hay nada que comunicarse, difícilmente
habrá algo que compartir. El amor de una persona no se gana de
una vez y para siempre sino que es una conquista continua en la
que, obviamente, está implicado el conocimiento recíproco de los
dos amantes. Lo mismo ocurre en el interés que el ser humano
desarrolla y manifiesta por la Organización, porque ésta no es una
entidad abstracta sino el conjunto de comportamientos que ejercen
Recursos Humanos
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