Esta es precisamente la fuente de los problemas de incerti-
dumbre e inseguridad de muchas personas que destacan inten-
samente en algo y se encuentran en la cresta de la ola, en el ojo
del huracán: son las «personas bandera» en las que muchos se
fijan. Para este tipo de personas, la incertidumbre e inseguridad
brota y se plantea porque, en el fondo, no saben si son acepta-
das, valoradas y reconocidas por los demás en función de lo qu e
son o de lo que ven en ellas. Si, como persona, sospecho que es
por lo segundo, temo la existencia de rivales que me superen y
me desplacen y, esto, es fuente de inseguridad e incertidumbre
para mí en mi trato con los demás porque, si me valoran por lo
que ven en mí y no por lo que soy como persona, la relación que
se establece no es una relación personal o humana sino una rela-
ción de dominio, de quién puede con quién.
Por eso, lo que influye e impacta más en el ser humano no es
tanto «una experiencia», sea favorable o desfavorable, pues ¡ya
tendré tiempo de digerirla!, sino el conjunto de experiencias e
impactos que confluyen en una misma dirección. ¿Qué es enton-
ces lo bueno: lo que me gusta o lo que no me gusta? Pues, no
necesariamente lo uno o lo otro, sino aquello que me hace cre-
cer humanamente y genera en mí una mejora personal como ser
humano y de cara a mis relaciones con los demás. Por eso, lo que
daña a una persona no son las dificultades con las que se
encuentra sino la comodidad, que es la que nos lleva a la rutina,
ésta a la duda, y ésta a la desilusión.
La exigencia de mis propios derechos en la convivencia, indica
que ésta no funciona. Del mismo modo, cuando alguien se discul-
pa, culpa a otro. Por ello, el disculparse sistemáticamente y no reco-
nocer los propios errores, puede ser consecuencia de una cierta
inseguridad personal pero, también, de una cierta intolerancia e
intransigencia. La persona segura, no se disculpa sino que asume
y reconoce los hechos; la persona valiente no ataca sino que se
defiende, porque sabe que puede hacerlo y cómo y cuándo debe
hacerlo: tiene la virtud de la Fortaleza, por lo que no es vil ni ven-
gativa, no es arrogante, no hace alarde de su fuerza ni da un «golpe
bajo», no es engreída. En definitiva, sólo puedo decirle a otro sus
fallos cuando previamente le he dado pruebas con palabras y obras
de que le aprecio como persona por lo que es ypuede llegar a ser,
sin olvidarme de lo que hace. Pero todo esto es fundamental que
el otro no lo perciba como un reproche o desprecio hacia su per-
La estructura de la personalidad
385