tos porque, los vivos, nadan a favor o en contra de la corriente.
La «suavidad» puede ser la «identificación» del «sí, bwana».
3.3.6. Antropología, psicología diferencial
y comportamiento humano
Mucho es lo que se ha investigado acerca de las diferencias
existentes entre el hombre y la mujer, tanto desde la óptica de la
psicología diferencial como desde la óptica de la dirección y ges-
tión empresarial. Baste mencionar al respecto, de entre los que
figuran en la Bibliografía complementaria de esta obra, a los
siguientes autores: en el campo de la Antropología a Martin
Buber, Alfonso López Quintás, J. Vicente Arregui y Jacinto Choza,
Karol Wojtyla, Julián Marías y Angelo Scola; en los aspectos psi-
cológicos destacamos a Anne Anastasi, Juan Rof Carballo, Judith
M. Baravick, Julián Marías así como Anne Noir y David Jessel12;
sobre dirección y gestión empresarial tienen interés las obras de
Sally Helgesen, Marilyn Loden y H. Rogers. Una lectura de las
mismas nos conduce no sólo a comprender que el esqueleto mas-
culino es distinto al femenino, que el número de calorías que
necesita el hombre es distinto que el que precisa la mujer para
vivir sino que, también, el desarrollo y fu n cion am ien to del c ere-
bro masculino es distinto que el femenino y, distinto, no signifi-
ca ni mejor ni peor. Entre otras publicaciones recientes mencio-
namos la de Carlota Lafuente13, Rita Abundancia14 y Sharon
Begley15. Y es aquí donde reside la gran diferencia entre los
sexos: en el desarrollo y funcionamiento del cerebro. De ahí que
la mujer, que es igual al hombre en dignidad, n o ha de copiar a
éste sino que ha de encontrar su forma de proceder a partir de
sus diferencias, que no son sólo cromosómicas, calóricas, de
constitución ósea sino también cerebrales tanto por su desarrollo
como por su funcionamiento, que es distinto, y que, según
recientes investigaciones, se ve afectado en sus capacidades por
el estrés16.
Hombre y mujer son, por tanto, distintos pero complementa-
rios: no están condenados a entenderse sino que, afortunadamen-
te, han sido invitados a conocerse, a comprenderse y a convivir,
aceptándose y complementándose en lugar de oponerse, rivalizar
uno con el otro o copiarse mutuamente para que uno prevalezca
La estructura de la personalidad
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