siento agobiado, con estrés y ansiedad, porque mis posibilidades
son limitadas y, al proponerme lo primero, he de contar con lo
segundo, organizándome y trabajando «por compartimentos estan-
cos»: mientras me ocupo de algo, no pienso en lo demás para evi-
tar de esta forma el estrés y la ansiedad.
La voluntad es una potente fuerza de nuestra personalidad,
pero se trata de una fuerza ciega que ha de estar al servicio de la
inteligencia. Nuestro objetivo es ser personas de bien y de con-
cordia y facilitar que los demás también lo sean. La voluntad al
margen de la inteligencia puede conducir a la autodestrucción
personal, pero sin voluntad carecemos de energía para conseguir
nuestros objetivos. El punto de llegada es consecuencia de peque-
ñas decisiones tom adas suc esivam ente porque, de la misma esta-
ción de ferrocarril, pueden partir los trenes que van al norte y al
sur, a Barcelona y a Huelva. Por ello, en la vida, en la empresa,
en la sociedad, no hay «acciones neutras»: cuando decidimos no
hacer nada optamos porque todo siga como está y los aconteci-
mientos sigan su curso natural: ni prevemos anticiparnos a ellos,
ni tratamos de rectificar o de modificar nada, pero este compor-
tam ien to no es neutral sino que expresa una opción muy con-
creta. Es verdad que yo no soy responsable pleno de la mejora
personal del otro, pero sí lo soy de mi mejora personal. Qu ien
renuncia a lo poco porque no puede alcanzar el todo, demuestra
con su conducta que no está interesado realmente en ello, pues,
lo que de verdad está en su mano, no lo hace ni lo intenta. Hay
quien se lamenta de su soledad pero hace muy poco por estar
acompañado. Cuando una persona se queja de estar sola puede
hacer dos cosas para superarlo:
a) Pedir a los demás que me visiten y, para ello, reclamo su
atención. Esta postura, basada en un egoísmo y autocomplacen-
cia, es mucho menos eficaz de lo que podríamos suponer por-
que, si los demás me visitan y perciben que mi postura se limita
a quejarme, fácilmente dejarán de hacerlo.
b) Visitar yo a los demás, salir a su encuen tro, lo que exige en
mi persona una postura y un talante totalmente distinto pero que,
como norma, es mucho más eficaz porque soy yo el que me
planteo qué puedo ofrecer y compartir de lo que tengo con los
demás para que disfruten con mi compañía, en lugar de plan -
tearme qué es lo que yo puedo obtener de los demás a base de
«usar» sus sentimientos ganándome su compasión.
La estructura de la personalidad
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