sona fría y calculadora en sus decisiones (= dominio despótico de
la voluntad sobre los sentimientos) como imprevisible quien se
comporta de acuerdo con su estado de ánimo en cada momento
(= dominio despótico de los sentimientos sobre la voluntad) y a
la que calificamos como veleta, inmadura, sentimentalista, tem-
peramental.
En la vida real, esta armonía entre voluntad y sentimientos no
siempre se produce. Por ello, fácilmente comprobamos que hay
casos en los que afectividad y sentimientos (anillo 3) se imponen
sobre la voluntad (anillo 2) encontrándonos entonces ante una
persona imprevisible que varía constantemente, porque los sen-
timientos le llevan a cualquier parte y continuamente cambia sus
decisiones por «desfogue» de sus sentimientos de placer y dolor,
de lo que le apetece y lo que rechaza en cada momento. El «lava-
do de cerebro» es fácil en estos casos.
Pero también ocurre que la voluntad puede pretender impo-
nerse sobre los sentimientos porque la voluntad (anillo 2) trata de
someter la afectividad (anillo 3), al no aceptar que los sentimien-
tos sean relativamente independientes. Efectivamente, entra den-
tro de mis capacidades intentar aminorar sus manifestaciones,
pero tengo que ser consciente de que ello no implica su desapa-
rición o anulación sino que siguen existiendo y están presentes
en mi vida por más que yo pretenda controlarlos. Se presentan
entonces dos tipos de problemas:
a) La sofronizac ión que supone el autocontrol por parte de
una persona de sus sentimientos y sensaciones (hambre, frío,
dolor...) de modo que desaparece la relación existente con el
entorno que me rodea. Esta capacidad puede resultar útil para,
por ejemplo, someterse a una operación con escasa o nula anes-
tesia, pero es preciso saber hasta dónde podemos llevar una
situación así por los riesgos que conlleva. Pensemos que la sen-
sación de hambre, frío, dolor, etc., son mecanismos de defensa y
señales de alerta con las que cuenta nuestro organismo para pro-
teger su supervivencia.
b) El autocontrol de las sensaciones y sentimientos, para obte-
ner una serie de metas, objetivos, aspiraciones, etc. El empeño
que nuestra voluntad pone en todo ello hace que estén someti-
dos y controlados toda una serie de sentimientos y sensaciones
que, como en el caso anterior, quedan «reprimidas» bajo el influ-
jo dominador de la voluntad. Cuando el proceso se prolonga en
La estructura de la personalidad
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