den justificar de forma racional lo que es resultado de unos sen-
timientos que potencian o despotencian los motivos existentes y
que pueden variar claramente de un momento a otro. No es
correcto decir que «voy a la sierra porque ha nevado» sino que
sería más exacto afirmar que quiero ir a la sierra y aprovecho las
ventajas que me ofrece el haber nevado para ir allí en este
momento concreto, ya que no siempre que nieva voy a la sierra.
Este proceso de racionalización se parece en su forma de pro-
ceder a lo que realiza un Jefe de Estación que actúa sobre los
cambios de agujas y sobre los semáforos y, a continuación, com-
prueba cómo se ponen en marcha unos trenes y se detienen
otros. Sin embargo, los trenes no actúan así por el color que tie-
nen los semáforos (= proceso de racionalización) sino porque
alguien decide moverlos o pararlos (= acto voluntario, personal y
libre). Es decir, se decide al lado de los motivos y razones y tam-
bién con los motivos y razones pero no por los motivos y razones
(= color de los semáforos) pues, en definitiva, todos somos cons-
cientes de que no es verdad que con el «muñeco rojo» no se puede
cruzar la calle (¡la prueba es que hay quien lo hace!) sino que
está prohibido y desaconsejado el hacerlo.
3.3.5. Voluntad, libertad, toma de decisiones y sentimientos
El acto voluntario supone tomar una decisión en el marco de
la libertad, que es el campo o ángulo de acción en el que yo
opero: fuera de ese campo (que yo conquisto y construyo con
mis decisiones y experiencias a partir del que he recibido de
forma innata pero que es muy reducido) yo no puedo decidir
porque las decisiones que tome no corresponden a una persona
humana. Por ejemplo: si una madre desea tener un hijo y una vez
que ha nacido no le da ningún tipo de problemas, si un día deci-
de tirarlo sin más por la ventana pensaremos que está perturba-
da en sus facultades mentales (= trastorno mental transitorio) por-
que no es libre para realizar un acto así: aunque sea «capaz» de
hacerlo nos encontramos ante un acto irracional impensable en
el marco de una conducta normal.
Pero en nuestras decisiones humanas, si queremos que tengan
este calificativo, necesitamos alcanzar una armonía que sepa
com bin ar voluntad y sentimientos. Tan molesto resulta una per-
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