ponen la complementariedad, de modo que lo que tiene el otro
en alguna medida ya lo tengo yo también en el marco de esa
relación interpersonal que es el camino para la unidad y la inte-
gración. Ciertamente, existe en el ser humano una tendencia al
egoísmo que dificulta estas relaciones pero también hay en él un
principio innato de generosidad, de búsqueda de la verdad y del
bien que hay que cultivar. Por eso, la alternativa al egoísmo no
es el altruismo sino la cordial convivencia interpersonal (que
implica afecto y razón) para la mejora personal de cada uno.
De lo que venimos exponiendo podemos concluir que el
amor humano es u n a c to de la volun tad a l la do de los sen tim ien -
tos, favorables y desfavorables, pero no un acto llevado por los
sentimientos. El ser humano puede decidirse a perjudicar a
alguien a quien aprecia y, también, hacer bien y ayudar a quien
le cae mal y por quien siente aversión, rechazo e incluso odio
pero, sintiéndolo, no se deja llevar por él aunque actuar así no
resulta fácil. Decimos, por eso, que el amor humano es un acto
voluntario y libre porque, con igual motivación, puedo decir SÍ o
decir NO. En el fondo, decido porque quiero, porque me da la
gana: la motivación no me obliga nunca a decidir en una u otra
dirección porque me condiciona (para ponerme a favor o en con-
tra) pero no me coacciona ni me determina. Por ello, es un acto
humano del que soy responsable porque soy libre al ejercer mi
voluntad al lado del conocimiento que tengo de lo valioso (sea
apetecible o no) y lo apetecible (sea valioso o antivalioso) que
me proporciona la inteligencia.
Pero como la voluntad actúa al lado de los sentimientos,
muchas veces esta toma de decisiones la racionalizo para expli-
cármela a mí y explicársela a los demás. En realidad, el proble-
ma no lo tenemos a la hora de manifestar que queremos a
alguien sino que tratamos siempre de explicar, y explicarnos, por
qué existen personas que no nos quieren y a las que no quere-
mos (= sentimientos experimentados). El proceso de racionaliza-
ción es un acto voluntario y libre en el cual, contando con los
argumentos positivos y negativos que realmente existen permito
que mis sentimientos potencien unos y despotencien otros (éste
es mi acto voluntario), de modo que el resultado se presenta ya
a mis ojos y a los de otros como claramente favorable o desfa-
vorable. Pero esto no responde a argumentos sino a valoraciones
afectivas de mis preferencias en un momento dado, que preten-
La estructura de la personalidad
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