No resulta fácil definir la afectividad ya que trazar un perfil
claro y bien delimitado en este campo tiene muchas complica-
ciones. Todos nosotros sabemos algo sobre ella, pero no cono-
cemos con claridad los fenómenos que se producen en la misma
y que se clasifican en:
a) Un estado subjetivo interior en el cual el protagonista es uno
mismo que percibe todo como un proceso de cambio.
b) Es una experiencia personal, de modo que cada individuo
es protagonista de su afectividad.
El contenido de la vivencia afectiva es un estado de ánimo que
se manifiesta a través de las principales expresiones del individuo:
emociones, sentimientos, pasiones y motivaciones. Cualquier viven-
cia deja una huella; su impacto deja un rastro en la personalidad, y
la significación del mismo dependerá del tema, la intensidad y la
duración que tenga.
La afectividad es el modo de sentirnos afectados interiormente
por las circunstancias que se producen en nuestro entorno. La afec-
tividad condiciona, pero no coacciona ni determina mis acciones.
De esta forma, en nuestras relaciones interpersonales con los demás
hemos de llegar a la experiencia vivencial de que yo soy un regalo
para tí y tú, que me aceptas, eres también un regalo para mí dado
que nadie hemos hecho nada para merecer la presencia y compa-
ñía de los demás: es el don-regalo de tu vida y de la mía, de nues-
tra vida en común, de proceder de una familia en la que hemos
descubierto nuestra intimidad personal y hemos desarrollado nues-
tra personalidad, es el don-regalo de vivir en una familia que nos
prepara y capacita para llegar a constituir con el tiempo la nuestra,
el regalo de conocernos y tratarnos en la aceptación y acogida
mutua, el regalo de «ser contratado» por una empresa (que es tam-
bién mérito mío, pero no sólo mérito mío)... Esta «economía de las
donaciones» a la que se ha referido Boulding11 es la que hace que
el mundo funcione. Por ello, hay algo que el ser humano necesita
más allá del «amor social» o el «reconocimiento social» de cuanto
hace: se trata del cariño personal que me aportan los demás y que
yo les aporto a ellos, el cual no puede ser reemplazado o suplido
por el éxito profesional, el logro de amplios conocimientos cultu-
rales, etc., incapaces de satisfacer por sí solos las aspiraciones legí-
timas de todo ser humano. Por ello, los riesgos de una incorrecta
motivación son perjudiciales para la persona porque conducen a la
acedia o a la manipulación y, ambas cosas nos destrozan.
La estructura de la personalidad
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