mismo nos ocurre con la se n c illez y la naturalidad. Como sabe-
mos, la persona sincera «no lee la cartilla» a los demás pues ello
puede ser síntoma de prepotencia, avasallamiento, grosería y
falta de respeto al otro. Al contrario, quien es sincero sabe lo que
puede y debe decir al otro y cómo y cuándo decírselo para que
le ayude a mejorar como persona. Análogamente, a la sencillez
se opone la afectación en el decir y en el obrar, el deseo de lla-
mar la atención, la pedantería, el aire de suficiencia, la jactancia...
que crean barreras, a veces insalvables, en la relación con los
demás. La persona sencilla no se enreda ni se complica inútil-
mente por dentro sino que se dirige abierta y directamente al otro
a través de todos los sucesos, buenos y malos, que ocurren a su
alrededor. Esto conduce a una postura y actuación que desem-
bocan en la naturalidad como opuesta a la relación interpersonal
fundada sobre lo complicado o enmarañado que impide la comu-
nicación fluida, la confianza mutua, la credibilidad. Todo ello se
resume en «practicar la Verdad en el Amor» es decir, no ocultar la
verdad o realidad de los hechos, las personas, las cosas, las metas
pero no hacerlo de modo «desencarnado» sino asequible al otro,
porque le amamos y buscamos su bien en lugar de machacarle
contra la verdad y machacarle personalmente con la verdad,
usada como arma arrojadiza y vengativa. La justicia sin compren-
sión, sin misericordia, es siempre fuente de injusticias.
En ocasiones defendemos y proponemos intereses personales
como algo que, pretendidamente, se identifica con el bien ajeno.
Esta postura, cuando se realiza de manera consciente, es propia
de una persona fría, ambiciosa, calculadora, «trepa». Y este tipo
de personas no son valiosas humanamente hablando pues no
permiten desarrollar relaciones interpersonales de cooperación,
colaboración y complementariedad sino de dominio de unos
sobre otros: estos últimos quedan sometidos a los primeros, los
cuales han aprendido a manejar y disponer de grupos anónimos
de personas según los in tereses personales de quien ha provoc ado
esta situacn para servirse de ella.
El ser hum an o es los valores que realiza, lo que implica un con-
junto de decisiones personales que expresan la categoría, calidad y
madurez humana. Está en nuestra mano aprender a ser buenos o
malos, a construir un buen carácter o uno malo. Nunca podremos
conocer las intenciones con las que alguien actúa pero siempre
podemos conocer lo que elige, lo que decide y lo que realiza en
Recursos Humanos
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