fracaso en encontrar esa felicidad ¿no prueba ya el carácter de lo
que buscaba como último fin de sus actividades? Esta cuestión
pertenece a la metafísica de los valores y en ella se prueba que
sólo el placer que es, al mismo tiempo, una virtud puede ser fin:
no porque sea placentero sino porque es virtuoso. En cambio, lo
antivalioso jamás puede ser fin para el hombre, por muy placen-
tero que sea o por muy feliz que le haga, porque el placer como
tal no puede ser tomado como fin. La felicidad, la satisfacción, la
dicha, el gozo es siempre un resultado que quizá llega como un
premio no buscado para el hombre virtuoso como ha señalado
Viktor Frankl9. Esta importante observación ha sido hecha por la
psiquiatría reciente: la felicidad no es el fin de nuestros actos; es,
en todo caso, el premio no buscado del hombre virtuoso, que
intenta sólo realizar el valor por el valor mismo10.
Como puso de relieve Scheler, los valores aparecen en una
persona «a espaldas de la acción», es decir, que si alguien toma el
valor como fin pero sin absoluta rectitud de intención o con
segundas intenciones, el valor desaparece. Su conducta ya no es
virtuosa pues, en realidad, lo que busca es el valor como medio.
El verdadero fin ahora es claramente egoísta: la vanidad de la
admiración de los demás o la soberbia de la propia excelencia,
de modo que, la conducta virtuosa, no pasa de ser el medio ade-
cuado para satisfacer esa vanidad o esa soberbia. En definitiva: se
busca el valor porque proporciona placer o satisfacción pero no
por ser valioso en sí mismo. Podemos por ello concluir afirman-
do que los valores no son valiosos porque al vivirlos la vida
humana sea más agradable o feliz: eso sería volver a una ética a
posteriori que derivaría lo bueno a partir de las consecuencias de
la acción. Muy al contrario: los valores son valiosos a priori, y por
eso producen consecuencias ventajosas para todos. Las conse-
cuencias son buenas porque los valores son buenos, pero no al
revés.
De lo que venimos exponiendo se deduce que los valores
nunca podrán ser utilizados como medios. Evidentemente, no
pueden se empleados como medios para fines antivaliosos por-
que, en este caso, la maldad del fin se extiende a los medios, los
cuales pierden automáticamente su valor intrínseco: los medios
nunca pueden hacer bueno a un fin en sí mismo malo. Si a una
persona anciana y enferma de corazón se le da de golpe la noti-
cia de que le ha tocado la lotería con intención de provocarle un
Ciencias positivas y ciencias normativas: El mundo de los valores
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