Si todos los juicios fueran ciegos, nunca tendríamos garantía
de haber alcanzado alguna verdad en cualquier rama del saber,
incluidas las ciencias empíricas o positivas y esto no es así: en
todas las ciencias experimentales se han realizado constantes pro-
gresos. Por tanto, nuestra atención debe dirigirse hacia los juicios
que son evidentes, pues llevan en sí mismos la marca inconfun-
dible de la verdad. La tesis de Brentano sostiene que, también en
el campo de las emociones, se da la distinción entre lo ciego y lo
evidente.
Es verdad que hay emociones ciegas que me llevan a afirmar
que algo es bueno porque lo deseo, me gusta, me apetece, me
causa placer o me interesa. Pero hay también emociones o juicios
de valor que Brentano llamó correctas, exactas o justas y en las
que existe una «evidencia moral». Y es por este portillo abierto
por Brentano por el que Husserl y Scheler formularon con clari-
dad la doctrina de la intuición material de los valores. Si esa evi-
dencia moral no existiese, la tesis de los emotivistas sería cierta:
todas las valoraciones o juicios de valor con los que expresamos
nuestras emociones internas serían ciegos, instintivos, emociona-
les, simples exteriorizaciones de nuestros deseos o intereses. Pero
no es ésta la realidad de los hechos y, a lo largo de la historia, se
han ido clarificando y consolidando los valores humanos: para
Aristóteles la esclavitud era algo natural y hoy propugnamos la
igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y nos parece impen-
sable un retorno al pasado.
Los emotivistas ponen en duda que el ser humano pueda
alcanzar la verdad o, al menos, alguna verdad. Para ellos, todos
los juicios axiológicos son ciegos y subjetivos. Pero estos dos
adjetivos no significan lo mismo. Todo juicio ciego es, sin duda,
subjetivo en el sentido de que alguien se deja convencer por sus
sentimientos e ignora los datos del razonamiento moral. Pero de
ahí no se deduce que no exista un objeto externo y valioso en sí
mismo con referencia al cual podemos decir si el juicio es o no
correcto. Por otra parte, un juicio de valor evidente es también
subjetivo, en cuanto que es un proceso de nuestras facultades
para conocer. Y esto se da tanto si son certeros como erróneos.
Sin embargo, no dejan por ello de tener una faceta objetiva en el
sentido de que tienen como referencia intencional un valor obje-
tivo. Si no fuesen objetivos de alguna manera, no habría posibi-
lidad de distinguir la verdad del error. Por ello, la pregunta de si
Ciencias positivas y ciencias normativas: El mundo de los valores
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