por ellos y los erige en fines de su conducta. Como la objetivi-
dad de los valores y el razonamiento axiológico son dos cuestio-
nes íntimamente conexionadas; si los valores son objetivos
entonces existe el razonamiento axiológico; si son subjetivos, no
hay razonamiento axiológico. Y viceversa en ambos casos. Por
ello, esta cuestión que ahora nos ocupa es de la máxima impor-
tancia.
Las bases del razonamiento moral fueron expuestas por
Brentano en 1889. Su tesis fundamental es que en Ética existe
un conocimiento cierto y, por eso, es posible detectar errores y
corregirlos, aportar pruebas para zanjar una cuestión y alcanzar
verdades objetivas que todos pueden aceptar si se encuentran
en su sano juicio. El punto de partida para llegar a esta tesis es
la intencionalidad. El citado autor parte de la clasificación
hecha por Descartes relativa a los actos psíquicos en los que
incluye: representaciones, juicios y emociones. Y los tres tipos
descritos de actividad psíquica implican intencionalidad: la refe-
rencia a un objeto distinto de la actividad misma. Esto excluye
que los juicios sean simples asociaciones de representaciones
como sostenía el psicologismo, porque una suma o yuxtaposi-
ción de representaciones no pasaría de ser una representación
compleja. Sin embargo, los juicios im plican una in tencionali-
dad distinta de la observada en las representaciones. ¿En qué se
distinguen los casos en que me limito a representar de los casos
que juzgo?: además de representar algo, aquí hay una segunda
referencia intencional que consiste en admitir o rechazar. Quien
nombra a Dios da expresión a su representación de Dios pero
el que dice que «Dios existe» da expresión a su creencia en Él.
Los juicios, por tanto, al afirmar algo como verdadero o falso,
tienen como referencia intencional, como objeto, la verdad o
falsedad objetiva.
Claro está que los juicios pueden ser acertados o equivocados,
pero no es esto lo esencial sino distinguir entre juicios ciegos y
juicios evidentes. Los ciegos son instintivos, son subjetivos, mien-
tras que los evidentes se basan en razones apodícticas que nadie
puede negar ni poner en duda. Por eso, los juicios ciegos pue-
den ser certeros o erróneos pero los juicios evidentes son siem-
pre certeros: no puede haber juicios evidentes y erróneos a la
vez. Está comprometido en ello la posibilidad de que el entendi-
miento humano pueda captar alguna verdad.
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