dad o el noviazgo proporcionan un conocimiento profundo y
vivo de lo que la intuición nos había mostrado. Son estas expe-
riencias las que me conducen al conocimiento «vital» de ese valor
humano, de su contenido concreto, al que he llegado por intui-
ción y experiencia y que, al tomar una opción en mi vida res-
pecto a él, lo hago propio, lo asumo o lo rechazo con mis limi-
taciones y mi talante personal. Y, aun cuando las páginas que
siguen en este Capítulo tienen una mayor carga filosófica, consi-
deramos de interés abordar estas cuestiones siguiendo la obra de
Méndez6en el orden que se indica.
Comenzaremos señalando en primer lugar las diferencias que
existen entre el mundo de la naturaleza y el mundo de la liber-
tad. El mundo de la naturaleza estudia y trata de conocer las
cosas que nos rodean, el mundo físico, el cual se rige por las
leyes de la causalidad. Sin embargo, cuando nos referimos al
m un do de la libertad estamos refiriéndonos a las personas con su
capacidad de autodeterminación y, en estos casos, lo importante
es conocer la finalidad de tales actos.
Centrándonos en los distintos tipos de conocimiento que tiene
el ser humano, vemos cómo el conocimiento teórico permite
satisfacer nuestra curiosidad y, al mismo tiempo, le atribuimos un
valor instrumental pues nos servimos de él para mejorar nuestro
nivel de vida y hacer ésta más confortable. Por su parte, el cono-
c im ien to prác tic o responde a otros esquemas: aquí, el ser huma-
no es al mismo tiempo espectador y actor porque el objeto de
estudio es su propia conducta. Se trata de un conocimiento com-
prometido pues, con él, valoramos nuestros actos al estimar si lo
que es está de acuerdo con lo que debe ser. La utilidad del cono-
cimiento práctico es inmediata porque nos enseña a vivir, y así
como podemos prescindir de cierto conocimiento teórico no ocu-
rre lo mismo respecto al conocimiento práctico: toda persona lo
tiene, ya sea acertado o equivocado, y de acuerdo a su tabla de
valores orienta su propia conducta.
Pero, como señaló Fichte, el conocimiento práctico puede divi-
dirse en dos clases: axiología espontánea y axiología ilustrada. La
primera se define como la escala de valores que todo ser huma-
no posee aunque carezca de instrucción, porque es la voz de la
conciencia. Esta axiología espontánea es un conocimiento mate-
rial carente de elaboración formal: no es ciencia, sino apreciación
positiva o negativa de las personas y las cosas. No se sabe dar
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