quien delega lo que no le gusta hacer o lo que no sabe hacer y, sin
embargo, la meta a conseguir se encuentra en delegar para que los
demás aprendan y mejoren como personas, este planteamiento
reduccionista puede generar un rechazo en quienes nos escuchan
y, al final, no sabemos siquiera si nos oyen porque no sumamos los
criterios de delegación sino que los oponemos. Por tanto, quien
practica varios de ellos pero no el último (delegar para que los
demás aprendan) llega a la conclusión de que él es un desastre y
siempre lo ha hecho fatal, que es exactamente lo contrario de lo que
debemos proponernos alcanzar: abrir horizontes, ampliar campos,
alentar y estimular, hacer ver que se delega por muchas razones
todas ellas importantes, ya sea por motivos de oportunidad, de
coste, de reparto de tiempo, etc., y, también, para fomentar la parti-
cipación de los trabajadores y su aprendizaje. Siempre es preferible
esta visión totalizadora a un planteamiento reduccionista.
Quien cree saberlo todo o ser mejor que nadie, no delega
pero tampoco actúa correctamente en el ejercicio de sus funcio-
nes porque todo lo absorbe y acapara para sí, terminando ago-
biado y sobrecargado de trabajo. En el fondo, esta persona es
insegura y, como no acepta el error propio, no puede admitir
que se equivoque otro por él al que encomendó una tarea y, por
eso, todo lo quiere hacer personalmente. Nos encontramos así
ante una persona que no es humilde, no está abierta a los demás,
no es dialogante.
Como sabemos, el mayor problema surge cuando el grupo
mantiene posturas inflexibles-rígidas en lugar de posturas firmes
que se saben adaptar a las personas, casos y circunstancias para
facilitar el aprendizaje de modo que se asuman las tareas no por
«agarrarnos a una norma segura que nos permite acertar» sino por
el convencimiento propio de que es valioso hacerlo así. Vencer
no es convencer y, si me imponen unos criterios, quienes han
sido vencidos quedan sometidos pero no han sido «ganados para
la causa común de todos» y no se encuentran en actitud de acep-
tación de los hechos ni en postura de colaboración, cooperación
y entendimiento sino de enfrentamiento. Una situación como la
descrita genera posturas radicales e intolerantes que en nada
benefician la convivencia: yo he descubierto un «mundo ideal» y,
por el bien ajeno y por lo mucho que aprecio a todos los que
conozco y me rodean, no sólo se lo propongo sino que se lo im-
pongo, lo quieran o no, llegando incluso a hacerlos desaparecer
Recursos Humanos
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