mos logrado en un principio, nuestra autoestima crece en la
medida en que hacemos las cosas bien y éstas son reconocidas
por los demás: en ausencia de esta última característica, la auto-
estima no mejora. Por el contrario, la falsa autoestima se produ-
ce cuando alguien nos alaba y reconoce como auténticos los fal-
sos resultados obtenidos y valora las malas acciones como
buenas, lo que confunde y desorienta a la persona. Por ello un
lider da más alabanzas que reprimendas, pero sólo da alabanzas
cuando son merecidas y verdaderas. El líder permite que otras
personas participen del éxito de un trabajo bien hecho.
Todo ser humano nace con unos instintos guías que son inna-
tos a nuestra condición de personas, los cuales permiten el apren-
dizaje de habilidades y de valores humanos con menor esfuerzo en
determinados períodos de la vida que se denominan períodos sen-
sitivos61. Los instintos guías constituyen capacidades innatas orien-
tadas a nuestro desarrollo personal y a nuestra supervivencia, los
cuales, potenciados adecuadamente en los períodos sensitivos, con-
ducen a que aprendamos con facilidad a andar, hablar, ser ordena-
dos, etc. Así, por ejemplo, un niño llora cuando está sucio, tiene
hambre, sed, calor, sueño, etc., y serán sus padres quienes tendrán
que «descubrir» el contenido del mensaje que emite que es conse-
cuencia de sus instintos guías. Fuera de los períodos sensitivos, el
proceso de aprendizaje es mucho más lento y costoso o, incluso,
puede resultar imposible (ej.: aprender a hablar o a caminar des-
pués de la primera infancia) por lo que aquellas habilidades que
antes se han desarrollado y constituyen el interés preferente del
individuo, son las que el empresario puede más fácilmente desa-
rrollar y obtener mejores resultados dedicando el mismo esfuerzo.
Recientemente se han realizado estudios de investigación sobre
el lenguaje por el grupo de neurólogos de la Universidad de Cornell
en Nueva York, dirigido por la doctora Joy Hirsch mediante la reso-
nancia magnética, para estudiar el funcionamiento del cerebro cuan-
do las personas estudiadas utilizaban un idioma diferente al mater-
no. De los doce seleccionados, seis eran bilingües desde su infancia
mientras que la otra mitad había estudiado el segundo idioma tras
haber permanecido al menos un año en otro país. Las conclusiones
a las que este equipo llega, publicadas en la revista «Nature»62 seña-
lan que «los que se hicieron bilingües a una edad temprana, crecie-
ron en un hogar en el que alguno de sus padres hablaba siempre
un idioma, y sus hermanos y amigos siempre hablaban otro o bien
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