personal de nuestro mal humor. Educar, es un arte y no una téc-
nica. Ya hemos indicado anteriormente que el castigo puede ser
aconsejable e incluso imprescindible pero antes hay que agotar
otros caminos, en cuyo caso la mayor parte de las veces no hará
falta aplicar sanciones y, por eso, cuando se aplican, el otro se
dará cuenta de por qué se ha hecho y cómo se ha llegado a esa
situación. Cuantas menos sanciones se apliquen, mayor efecto se
obtendrá de cada una de ellas. Tratamos con ello de evitar en el
otro la sensación de sentirse despreciado, no querido y, cuando
la sanción es injusta, predisponer su voluntad en contra nuestra
generando una actitud de resentimiento, tanto mayor cuanto más
frecuente sea la sanción y se aplique de modo irracional, sin
aceptar explicaciones, fruto de la ira personal, sin exponer razo-
nes válidas del motivo, etc. Tengamos en cuenta que es muy nor-
mal que, quien recibe un castigo, no lo considere justo si le viene
impuesto por otro y, aunque lo considere justo, el agravio que se
siente con ello no suele ser bien aceptado: es la acción en sí, el
talante con el que lo hacemos, lo que no es aceptado por el otro.
Muchas veces, las sanciones son un problema interno de uno
mismo, y no tanto de los otros: algo que han hecho «nos saca de
nuestras casillas», pero entonces el problema también lo tenemos
nosotros y nuestro estrés lo desahogamos con un acto o decisión
violenta que, aunque internamente nos arrepintamos después, el
acto ya está hecho y el mal causado al otro, también.
Lo anteriormente expuesto no debería llevarnos a cometer el
error contrario: el permisivismo y la dejación de autoridad. Esto
conduce al otro a no ser capaz de distinguir entre el bien y el mal
y es peor que la aplicación de sanciones pero, lo que aquí se afir-
ma, es que la educación positiva es más segura y más eficaz, es
en definitiva más fácil y contribuye a la buena convivencia y al
entendimiento.
2º) La aplicación de los «MENSAJES YO»
Este tipo de mensajes facilitan la comprensión entre las per-
sonas. El que actúa mal, tiende a reconocerlo si seguimos este
camino porque expresamos al otro nuestro interés por él, por lo
que le ha podido pasar, por cómo le habrá afectado a él perso-
nalmente lo ocurrido: «(YO) estaba preocupado, (YO) pensé que
podría haberle ocurrido algo, (YO) he estado a punto de llamar-
le a su casa porque le esperábamos para esta reunión en la que
necesitamos su presencia y no sólo su punto de vista...». El tra-
Recursos Humanos
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