y, en el fondo obligado, a corresponderme por igual precio y
medida: ello no sólo no facilita mejorar las relaciones sino que,
claramente, las deteriora. Aquí no vale el slogan de «practique la
elegancia social del regalo». El premio es, ante todo, un reconoci-
miento y una aceptación del otro como persona, cuyos valores
humanos se han puesto de relieve en sus obras. Por ello, no pode-
mos confundir la bondad con la ingenuidad: hay casos reales en
los que un Director de empresa ha ayudado con sus propios
recursos a un trabajador para salvar la vida de su hijo y, después
de haberlo logrado, ha visto cómo su empresa ha dado quiebra
debido a las huelgas promovidas por el citado trabajador que ha
promovido en sus compañeros la petición de concesiones nada
justas ni razonables. ¿Cómo se explica todo esto?: porque el tra-
bajador era tremendamente egoísta y ambicioso y, por tanto,
debía mos ayudar a la curación de su hijo pero sin que él supiera
que lo hacíamos nosotros directamente porque no debemos fomen-
tar en él el egoísmo, la ambición y el desagradecimiento. Por el
contrario, poniéndole en contacto con una Institución que aborde
la solución de su caso, podremos actuar nosotros con total libertad
sin que él lo sepa, para obtener los fines deseados y sin fomentar
en él los antivalores que venía practicando desde el pasado.
2º) Respecto a las sanciones, lo que pretendemos es la rectifi-
cación de unos hechos y de las consecuencias personales y socia-
les que se derivan de los mismos. Por tanto, las sanciones
impuestas deben estar presididas por esta labor pedagógica res-
pecto al destinatario y jamás ser fruto del odio o la venganza per-
sonal, ya que perjudican en primer lugar a quien practica estas
actitudes y no sólo a quienes sufren sus consecuencias. Adviér -
tase, por ello, que un criminal puede «odiar» a la sociedad y
luchar contra ella pero también un Tribunal de Justicia, «a través
de los formalismos legales» puede «odiar al culpable, vengarse de
él y machacarle». Comprobamos entonces que todas estas perso-
nas padecen la misma enfermedad personal en su interior, aun-
que la sociedad no lo perciba de la misma manera.
Las sanciones se utilizan para que quien se equivoca, rectifi-
que y mejore, no para humillarle, machacarle o desacreditarle.
Por eso, quien se disculpa lo que hace es culpar a otro sin reco-
nocer la parte que le corresponde y, quien adopta la postura del
desánimo, ha encontrado la autojustificación plena para mante-
ner su pasividad y no superarse. Por tanto, es fundamental apren-
La dirección de personal en la empresa
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