que intervienen y no sólo de las leyes matemáticas de la actuación
económica. De hecho, en una actuación tan simple como la indi-
cada en un mercado de trueque, el «precio de intercambio o rela-
ción de trueque» habrá que negociarlo entre las partes, y cada una
puede presionar según sus intereses particulares, que son los que
expresan la «utilidad subjetiva» que indica cómo cada uno valora y
aprecia un determinado bien, por lo que valor y precio son con-
ceptos totalmente distintos.
Todo lo expuesto anteriormente nos confirma que, visto desde
fuera, lo ideal es que ambos actúen con lealtad y generosidad
pues, como hemos visto, los resultados de las leyes del mercado
no sólo dependen de la racionalidad de los sujetos sino de cómo
se cumplen los pactos y el talante de cada una de las personas.
En definitiva, la racionalidad no conduce a buenos resultados
cuando sigue un afán egoísta, tal como aquí hemos comprobado
y podemos constatar en los dos casos siguientes.
5.2. El Dilema del Prisionero
El término se debe a A. W. Tucker y, para un análisis más
amplio de este tema puede acudirse a la obra de Luce y Raiffa24.
Como en el campo económico la mayoría de las decisiones que
se toman corresponden a lo que se denominan «juegos de suma
no nula entre n individuos» dado que lo que ganan unos no es
igual a lo que pierden otros, el llamado Dilema del Prisionero
intenta poner de relieve cómo las decisiones que se toman en
estos casos basándose en el interés personal, pueden conducir a
un resultado y consecuencias que es uno de los peores que
podemos conseguir, tanto para el individuo como para el grupo.
En definitiva, se pone aquí de manifiesto que el hecho de man-
tener una postura o un talante determinado supone un esfuerzo
y un coste (en nuestro ejemplo, el tiempo que esa persona va a
pasar en la cárcel). De ahí que en la vida diaria, lo que cuesta
mantener una amistad viene dado por el esfuerzo que ha de
hacerse cada día para comportarse bien con el amigo.
Supongamos que dos individuos A y B son detenidos por la
Policía y acusados de un crimen como sospechosos. El hecho de si
lo cometieron o no, es irrelevante en nuestro ejemplo. Se les con-
duce a habitaciones separadas y se les comunica lo siguiente: «Si
Recursos Humanos
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