Si el padre fuese egoísta y el hijo fuese generoso, la situación
sería simétrica de la anteriormente descrita, cambiando la posi-
ción del padre por la del hijo. Este último depositaría su fruta,
cosa que no haría el padre, el cual se quedaría con ambas frutas
y, sin embargo, este tipo de proceder sería altamente valorado
por ambas partes a pesar de que los pactos de intercambio no se
han cumplido y que la situación a la que se llega sigue sin ser
óptima desde la teoría económica porque uno de ellos puede
mejorar sin perjudicar al otro.
Sólo cuando los dos son generosos, o para ser más exactos, los
dos son leales en el cumplimiento de los pactos y no pretenden apro-
vecharse de lo que tiene la otra parte, el intercambio se produce en
sus justos términos, desprendiéndose cada uno de la fruta que
posee en beneficio de la otra parte y recibiendo, de este modo, la
fruta que más le interesa a cada uno y que es la que tiene el otro,
que es el único tipo de comportamiento que hace posible alcanzar
la situación óptima desde el punto de vista económico.
Lo anteriormente expuesto pone de relieve cómo las actitudes
o talantes de las personas, su modo de ser, inciden claramente en
la forma en que se reciben y aceptan los resultados y consecuen-
cias económicas. En otras palabras: no podemos entrar a discutir
las propiedades de los sistemas económicos o sociales sin asumir,
de modo realista, cómo es la naturaleza humana. En nuestro ejem-
plo, si deseamos alcanzar el resultado social de que padre e hijo
intercambien sus frutas y se alcance el óptimo económico, ese
resultado no es seguro ya que no se producirá más que en uno de
los cuatro casos que hemos indicado si nos atenemos a las reglas
de juego descritas y al talante, comportamiento y actitudes de las
personas humanas que intervienen. Por tanto, si queremos conse-
guirlo en los casos que se han expuesto y que conducen a otro
tipo de resultados, sólo disponemos de dos alternativas: o cambiar
las reglas que inspiran el funcionamiento del mercado o cambiar
la naturaleza humana de esas personas concretas: sus talantes, acti-
tudes, comportamientos y, en definitiva, sus valores humanos
como ya se ha expuesto en otras ocasiones en esta asignatura. A
ello se orientan los aspectos educativos de la Dirección de
Recursos Humanos de la empresa, al considerar preferible esta
segunda opción de la mejora personal de los agentes económicos
porque se sabe que los resultados que se alcanzan y el grado de
aceptación de los mismos dependen siempre del tipo de personas
La dirección de personal en la empresa
165