a lo que se negó, fue a aceptar más categoría por el mismo suel-
do. No olvidemos también que, en ocasiones, nos servimos de la
promoción de alguien para alcanzar así su remoción: le damos
un ascenso para pagarle más y dejarle sin cometidos ejecutivos
concretos a fin de que no nos moleste más, pues, a partir de
ahora, formará parte del grupo de «grandes asesores y consejeros»
a los que se paga muy bien pero sólo se acude a consultarles en
contadas ocasiones para que nos ofrezcan su punto de vista aun-
que, esa opinión, es y constituye una opinión más porque no es
vinculante para la toma de decisiones. En consecuencia, nuestro
modo de proceder ha sido una forma elegante de quitar de en
medio a alguien que nos estaba resultando molesto pero que, por
su prestigio, no es oportuno expulsarle de la organización ya que
estaríamos dando una mala imagen de la empresa de cara al exte-
rior y, por tanto, hemos de ser astutos y hábiles en nuestra forma
de proceder... que es como lo hace el modelo psicosociológico.
Genero también así problemas de justicia salarial y de gestión
en la empresa al provocar que dos personas con igual cargo ten-
gan muy diferente remuneración, por lo que una de ellas tal vez
oculte información a la otra relativa a la tarea que comparten, impi-
diendo así la colaboración y el entendimiento mutuo. De igual
modo, no debo ofrecer más dinero a quien desea y necesita tener
más categoría profesional o laboral. Digamos, finalmente, que exis-
te un error habitual: premiar con dinero y sólo con dinero el cum-
plimiento del deber y la responsabilidad propia. Es decir: preten-
der dar cobertura a las necesidades del tú por medio de las
necesidades externas, lo cual es un grave error que, finalmente,
acaba por desorientar al sujeto por muy claro que lo tenga en un
principio. No se está diciendo aquí que se excluya totalmente la
recompensa dineraria sino que ésta no debe ser la única ni la que
se perciba como esencial. Este error se comete cuando los padres
premian las buenas notas del hijo este año con una moto, al año
siguiente con un coche, etc., porque le hacen creer que la res-
ponsabilidad ética de estudiar, trabajar y cumplir con el propio
deber (= necesidades del tú) se retribuyen en dinero (= necesida-
des externas) de modo que, en esta vida, «todo tiene un precio»:
basta con ponerse de acuerdo en su importe, por lo que estamos
confundiendo en el plano económico el valor con el precio y, en
el plano humano, la ética con el dinero y la recompensa material
tangible, convirtiendo así a las personas, vía proceso educacional,
Recursos Humanos
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