2.5) Necesita tener una amplia formación humana. Y, la for-
mación humana, no es mera cultura sino, ante todo, un talante
que se adquiere poco a poco e implica cultivar una personalidad
rica en valores humanos, tanto en cantidad o número como en
calidad, la cual, al mismo tiempo, ha de ser equilibrada, lo que
nos lleva a reconocer que estamos ante una persona madura.
Una persona así muestra en su vida una postura que es cohe-
rente (= lo que dice es razonable) y consecuente (= lo que dice
es lo que hace) por lo que va más allá del intelectualmente capa-
citado, que sabe combinar en sus actuaciones la tolerancia o fle-
xibilidad con la firmeza. Ambas virtudes humanas juegan en las
relaciones interpersonales un papel similar a los amortiguadores
y las ballestas en el automóvil: los dos son igual de importantes
y necesarios pero cumplen misiones distintas. La flexibilidad es
necesaria porque, de otro modo, estaríamos aplicando el mismo
criterio a todas las personas y circunstancias. Y la firmeza es
necesaria para no perder nunca de vista el objetivo que preten-
demos alcanzar y que se seguirá manteniendo: precisamente, la
flexibilidad tiene como objeto hacer posible que se logre y nunca
que lo perdamos de vista difuminado entre circunstancias cam-
biantes. Por eso, la flexibilidad sin firmeza lleva al caos y la deso-
rientación, pero la firmeza sin tolerancia deja de ser firmeza y se
convierte en cabezonería, que es curiosamente la postura propia
del inseguro: no quiere dar su brazo a torcer ni quiere que le
varíen lo más mínimo sus planes, porque se siente perdido o
incapaz de elaborar otros nuevos o adaptar los que ya tenía y,
por eso, reacciona con agresividad para defender lo que tenía y
no modificarlo, lo que manifiesta miedo e incertidumbre ante lo
nuevo y desconocido junto con incapacidad de adaptación a las
situaciones cambiantes y esto no es firmeza. Conviene advertir en
todo esto que el ser humano, por su propia condición, es limita-
do, inseguro, imperfecto y comete errores. Esto no será nunca un
problema si uno lo sabe, lo acepta, lo reconoce, sabe convivir
gozosamente con su condición de criatura y, simultáneamente, se
esfuerza por superarse pero sin confundir perfección con perfec-
cionismo. La inseguridad de la que estamos hablando aquí no es
ésta que se acaba de mencionar sino la del perfeccionista que no
quiere equivocarse él ni quiere que los demás se equivoquen:
por ello, la inseguridad del perfeccionista sí es un problema. El
perfeccionista trata de compensar con un complejo de superiori-
La dirección de personal en la empresa
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