ciendo en base a su competencia y a sus cualidades personales.
El ejercicio correcto de la autoridad parte de que, habiendo esti-
los personales de ejercer la autoridad, toda persona que la ejer-
ce comienza por pensar lo que ha de mandar o proponer al
otro10, trata de informarse a fondo sobre esa cuestión y, en fun-
ción de todo ello, toma una decisión personal de cuyo fracaso
nunca culpará a los demás y de cuyo éxito nunca se sentirá el
único protagonista. Llegados a este punto, se trata entonces de
comunicar al destinatario la orden o propuesta que le hacemos11
para, finalmente, ocuparnos de hacer cumplir lo que hemos
dicho: sancionar positivamente el correcto cumplimiento de lo
mandado y, negativamente, el incumplimiento del mismo.
Conviene aquí advertir que es fundamental llevar a cabo la apro-
bación expresa de lo que se ha hecho bien: hay quienes ponen
todo el énfasis en recriminar lo que se ha hecho mal y no reco-
nocen lo que se ha hecho bien pues, afirman, quien procede así
«ha cumplido con su deber» y no debemos contribuir a su enor-
gullecimiento. Y esta postura resulta claramente errónea, porque
es mucho peor y más grave que una persona se desanime y
caiga en el pesimismo y desaliento que el hecho de que, de
momento, se lo tenga un poco creído y, con ilusión, siga ade-
lante: este segundo «problema» es mucho más fácil de resolver
que el primero, pues todos experimentamos alguna vez nuestras
limitaciones.
El prestigio o desprestigio ante los subordinados de quien
ejerce la autoridad se modifica en función del modo de ser o
talante personal con el que se actúa, la forma en la que se rela-
ciona con los demás y el modo en que realiza su trabajo o come-
tido esencial, que es el medio de que dispone para fomentar la
iniciativa personal en los otros y desarrollar la confianza por
medio de las experiencias personales. Lo que resulta evidente es
que el autoritarismo y el permisivismo siempre provocan la deso-
bediencia ajena.
2.2.3) Cómo se pierde la autoridad
La autoridad puede perderse, como ya indicamos al citar la
corrupción del poder, el autoritarismo y el permisivismo, por
alguno de los siguientes caminos:
1º) El uso injusto del poder o corrupción del poder, cuando se
utiliza para conseguir ventajas y beneficios personales a costa de
los demás. El propio Aristóteles indicó que el poder corrompe y
La dirección de personal en la empresa
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