fiar en mí asumiendo previamente los riesgos y costes que ello
lleva consigo: que yo pueda defraudarle y traicionarle o, sim-
plemente, fallarle esta vez porque soy humano y cometo errores
y tengo limitaciones y defectos. En este sentido, el ejercicio de
la autoridad se parece mucho al proceso a seguir en la educa-
ción de los demás: en ambos casos exige que, quien la practica,
actúe con sobriedad. Por tanto, ha de ver todo, corregir poco y
disimular mucho, brindando a la otra parte de forma hábil y dis-
creta las oportunidades para que se desarrolle y mejore huma-
namente.
En consecuencia, lo esencial es que alguien se ha decidido a
priori a confiar en otro con todas sus consecuencias. Las pruebas
que me da esa persona yo puedo aceptarlas o rechazarlas por-
que, ¿cómo sé yo que alguien es mi amigo o que me quiere?:
aceptando como válidas las pruebas que me da en su forma de
comportarse conmigo. Efectivamente, es posible que traicione la
confianza que yo he depositado en él pero, si no acepto tales
muestras de amistad y afecto, nunca tendré la posibilidad de
saberlo. Aquí no existe la certeza matemática sino la certidumbre
o confianza interpersonal en las buenas intenciones ajenas, en
base a reiteradas experiencias reales interpersonales en las que
ponemos en juego la credibilidad pasada para confirmarla y acre-
centarla. Por eso, esta confianza requiere mucho tiempo para ser
alcanzada pero puede perderse en muy poco tiempo porque
cuando confío en otro lo que hago es que me-fío del otro y me-
fío con él, con lo que hace y lo que es, por lo que me con-fío a
él: eso es la con-fianza.
En definitiva, este tipo de actuación hace que el que tiene
autoridad guía al otro hacia la Verdad y el Bien de forma que,
con su modo de proceder, promueve su maduración y plenitud
personal. Es lo que denominamos un líder transformador que
promueve en el otro la concienciación del problema o la nueva
situación que tenemos, le ofrece la motivación apropiada para su
ejecución y promueve y facilita la superación del problema y el
desarrollo de las oportunas cualidades personales.
2.2.2) Cómo se ejerce la autoridad
El ejercicio de la autoridad requiere que la persona en cues-
tión «sea autoridad» y, además, «tenga autoridad». Esta última, la
conservará en tanto en cuanto sea capaz de ejercer la autoridad
correctamente, por lo que en este caso se le seguirá recono-
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