rechaza la propuesta que el otro le hace pero, en algún modo,
no está rechazando sólo lo que le dice sino también a la per-
sona del otro, con lo que implica y representa. Esta rebeldía
interior, que expresa mi rechazo hacia el otro, hay veces que
se produce porque el comportamiento y actuación del otro
pone en evidencia los fallos reiterados que yo cometo y esto
me molesta, especialmente cuando tales fallos son intenciona-
dos por mi parte. Pero esta rebeldía contra el otro puede darse
también porque la conducta ajena carece para mí de credibili-
dad y confianza, ya sea por su talante humano o por su incom-
petencia profesional, por lo que no aporto mi colaboración
espontánea a sus propuestas. Por todo ello vemos que quien
tiene autoridad se hace escuchar, querer y respetar y surge así
el binomio autoridad-obediencia. Indicar, finalmente, que se
puede tener autoridad y no tener poder (o viceversa), lo que
es fuente de conflictos en el grupo humano al existir un enfren-
tamiento entre la organización formal (poder) y la informal
(autoridad): el que puede imponerse no goza de nuestra con-
fianza y, quien tiene esta confianza no puede tomar decisiones
para el grupo.
Por su parte, el elemento que se corresponde con la autoridad
es la obediencia, cuyo origen etimológico proviene de ob-
audiencia que significa «estar a la escucha» (quien pide audien-
cia, pide ser escuchado), de forma que el que obedece no se
somete sino que respeta y asume lo que le han dicho de forma
responsable y prudente y, en la medida en la que se fía, con-fía
en quien tiene autoridad, toma en consideración la propuesta
que le han hecho y la acepta en su interior acogiéndola con ilu-
sión, es decir, se fía del otro, con-fía en el otro y se con-fía al
otro. Por eso, está dispuesto a hacer un esfuerzo por compren-
der a través de su propia experiencia que lo que le proponen es
para su bien y el de la colectividad, postura vital que desembo-
ca en un espíritu cooperativo tendente a facilitar las cosas, muy
lejos del mero cumplir o ejecutar para evitar una sanción (= cum-
plo-y-miento). Ello es así porque quien obedece se fía de las
intenciones ajenas mucho más que de sus capacidades técnicas
(que también son necesarias), lo que me lleva a estar seguro de
que, si el otro se equivoca, rectificará y, antes de tomar la deci-
sión en firme, se asesorará lo mejor posible. Por ello, quien obe-
dece no teme preguntar porque, como indicaba Quevedo, no
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