éxito en la acción, las cuales generan confianza operativa fun-
cional (= lo sabe hacer, ya es capaz de lograrlo), frente a las
denominadas satisfacciones afectivas que son fruto de los moti-
vos trascendentes practicados por ambas partes, los cuales con-
ducen a la confianza interpersonal basada en las buenas inten-
ciones de unos y de otros, lo que nos permite pasar de la
creencia en las buenas intenciones ajenas a la evidencia en
que efectivamente lo son, pues los hechos y nuestra experien-
cia lo confirman7.
Como ya se puso de relieve, en el Derecho Romano los con-
ceptos de Poder y Autoridad no son equivalentes. El poder, que
es la capacidad para imponerse, tiene la fuerza como funda-
mento. Por ello, es propio de las organizaciones formalmente
jerarquizadas en las que el superior se impone al inferior, que
es quien ha de someterse. En definitiva, el poder es la capaci-
dad para manejar la motivación externa (= extrínseca) de la
persona, pero no puede actuar sobre las motivaciones internas
(= intrínseca y trascendente). En efecto: mientras el término
Poder viene de «potestas» que es la capacidad de actuación que
se concede por el grupo a una persona para «imponerse a los
demás» mediante premios y sanciones, el término Autoridad
proviene de «auctoritas» que, a su vez, está relacionado con el
verbo «augere» que significa «entender y conocer al otro para
hacerle crecer como persona». De ahí se deduce que tiene
autoridad la persona que se hace escuchar por cómo es él, por
su forma de ser, por su modo de actuar (= testimonio), por su
valía y su prestigio personal; su interés, dedicación y esfuerzo
por defender y promover el bien de los demás compañeros y
subordinados, por su respeto y defensa de los valores y dere-
chos ajenos, aun cuando esto le cueste y le complique su pro-
pia vida. Quien procede así decimos que tiene «autoridad
moral» y, por eso, atrae la atención y el interés de los demás,
compartan o no sus puntos de vista. Estos son siempre tenidos
en cuenta, si bien unas veces se acatan y se respetan asumién-
dolos, lo que denominamos postura obediencial (que no es
sumisión), mientras que otras se combaten dando origen a la
des-obediencia. Los que obedecen, en algún modo adoptan
una postura en la cual, libre y voluntariamente, «quieren lo que
quiere el otro fundados en que lo quiere el otro para mí y se
fían de él», mientras que quien des-obedece aparentemente
La dirección de personal en la empresa
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