tos establecidos. Pero esta confianza operativa funcional resul-
ta claramente insuficiente para fundamentar en ella las relacio-
nes interpersonales que requieren que yo pueda conceder al
otro un alto grado de credibilidad como base de la confianza
mutua personal basada en la racionalidad de sus decisiones (lo
que implica un adecuado diseño y valoración de las mismas) y
en la habilidad o virtualidad para proponerla, de modo que
quien recibe tal propuesta sea capaz de ejecutarla para su mejo-
ra personal y no para su deterioro humano. Para ello se requie-
re que yo haya desarrollado una confianza en las intenciones
del otro, del cual me fío y, por eso, con-fío en él y me con-fío a
él porque estoy convencido, por mi propia experiencia, de que
busca mi bien y me quiere 6: ésta es la confianza interpersonal,
que tiene que ser mutua, es decir, estructural. Lo que me lleva
a dar el salto en la con-fianza en aquellos otros casos en los que
no veo claro lo que me están proponiendo, pero me fío y con-
fío en el otro mediante un acto de voluntad que se apoya en mi
experiencia pasada con esa persona y en el reconocimiento de
que lo que me propone es para mi bien porque acepto y creo
que me quiere. Es precisamente esta postura afectiva hacia el
otro y de credibilidad en sus intenciones la que provoca en mí
la colaboración espontánea más allá de toda norma o exigencia
de la organización formal. Por el contrario, cuando des-confío
dudo de las intenciones ajenas y no aporto mi colaboración
espontánea. No sólo eso: cuanto más preparado estoy técnica-
mente hablando y más experiencia tengo, más capaz soy de
«burlar» todo tipo de controles formales y provoco en la organi-
zación mayores costes de transacción. Y no vale aquí aducir que
no soy capaz de conocer las intenciones ajenas para mantener mi
postura: es verdad que no las conozco ni las podré conocer, por-
que forman parte de la intimidad del otro a la que yo no puedo
llegar pero, viendo lo que reiteradamente elige, decide y ejecuta,
desarrollo la confianza y credibilidad en las mismas o, por el
contrario, me pregunto si estoy ante una persona que es torpe o
es mal intencionada. No siempre es fácil resolver la duda entre
estas dos posturas, pero en cualquier caso siento rechazo a ser
dirigido por un torpe y, más aún, por un mal intencionado, por
lo cual le retiro en cualquier caso mi confianza.
Se pone así de manifiesto la diferencia entre las denomina-
das satisfacciones percepcionales, que son las derivadas del
Recursos Humanos
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